“Monomarental” no es un invento de Pedro Sánchez

Parece que hay a quién todavía le ofende que el programa electoral del PSOE haga referencia a la realidad de millones de mujeres con un vocablo que, si bien la Real Academia de la Lengua (RAE) no recoge, es de uso frecuente entre quienes estudiamos, analizamos y reconocemos la necesidad de resaltar que el 84% de familias monoparentales están encabezadas por una madre. Nadie discute la inexactitud lingüística del término monomarental puesto que este pasa por alto el significado estricto de “parental” (tipo de relación) para resignificarlo con “marentalidad” (quien ejerce la relación paretal). Sin embargo, apropiarse de las palabras ha sido siempre -y lo seguirá siendo- una forma de transformar realidades y conquistar derechos, así que no se asusten los que estén a favor de la equidad. Usar políticamente el término “monomarental” es en sí una reivindicación política para visibilizar al millón y medio de familias en las que la figura que se hace cargo de la crianza y educación de los menores es una mujer.

Por tanto, la reivindicación no es frente a la RAE, sino ante la sociedad. Al invisibilizar a estas familias no caemos en la cuenta de cómo consciente e inconscientemente se las encasilla y discrimina, se niega una igualdad a sus miembros por el solo hecho de ser parte de una unidad familiar que no es biparental. La RAE y sus fans no deben sentirse amenazados por el hecho de que se reivindique igualdad. Es cierto que, a pesar de su realeza y estatus de académica, la institución no ve muy compatible velar por la pureza del español con el lenguaje inclusivo, pero coincido con Claudia Piñeiro cuando dice que el lenguaje no tiene un único dueño y que es propiedad de todos, que el español (al igual que otros idiomas) se va armando por el uso de la gente y es cuando la gente lo usa de determinada manera cuando a la Academia no le quedará más remedio que dar su permiso. La prueba más reciente está en el término “sororidad”.

No debe temer la RAE esa mirada que busca incluir un enfoque de derechos en el idioma que narra las vidas de quienes existimos en cada tiempo. Ese enfoque más que feminista es de sentido común, de sentir el lenguaje como un bien común. Sin embargo, frente al uso del término “monomarentalidad” hay quienes prefieren parapetarse únicamente, sin pararse a reflexionar, en la rigidez de las reglas y de esa forma obtener la legitimidad de “censurar” no tanto una palabra como una realidad. ¿Qué hay de malo en usar un vocablo si este sirve para sensibilizar sobre una realidad y acercarla más a la sociedad?

A mi juicio, este tipo de integrismo dentro de la Lengua no deja de ser un síntoma del machismo que todavía pervive entre quienes tienen miedo a que si la igualdad impregna el lenguaje y la RAE se vea forzada a la paridad en ese abecedario que son los sillones que ocupan los ilustres académicos. Algo inexplicablemente inexistente para una institución pública cuyo órgano de dirección, en la actualidad, solo tiene ocho puestos femeninos de un total de 46 sillones.

En todo caso, el término 'monomarental' no es un invento de Sánchez a pesar de que estos días es lo que hemos podido leer en algún medio de tirada nacional. Es más, el debate sobre si su uso era o no apropiado salió hace ya 10 años y, en este tiempo, la Fundeu ha reconocido su existencia como neologismo para aconsejar en su lugar expresiones alternativas como “familia monoparental materna/de madre/de mujer”, expresiones que apenas se manejan entre quienes quieren enfatizar el trato desigual que sufren las familias mayoritariamente encabezadas por una mujer.

Resistirse a usar una expresión como “monomarental” por motivos únicamente lingüísticos es buscar una excusa para no hablar de una realidad familiar en términos de derechos, es querer mantener a salvo la cultura patriarcal entre quienes deberían ser parte del cambio en vez de ponerse a la defensiva porque sienten que son el objetivo de este. Ningunear solo contribuye a desinformar sobre cómo la diversidad familiar es ya una realidad en nuestro país, es trasladar el mensaje de que hay niñas y niños de segunda solo por formar parte de parte de un hogar que no responde a un modelo convencional que es la familia tradicional. Es de ignorantes negar que en la España de hoy lo importante no es si hay un progenitor o dos, o si estos son del mismo o distinto sexo, lo importante y la prioridad debe ser que todas las familias tengan derechos al margen de lo que diga la lengua o mande una religión, porque avanzar en igualdad es saber nombrar y en eso la política siempre debe ayudar.