La pedagogía Stuttgart llega por fin a nuestro país tras arrasar en el norte de Europa. Esta metodología de carácter holístico fue creada en 1923 por Belimir Markovic, principal desarrollador de la esteloquímica (disciplina asimismo creada por Markovic que nadie ha continuado).
La pedagogía Stuttgart se basa en el fomento de las habilidades ludo-empáticas del alumnado, evitando situaciones que puedan generarles ansiedad tales como intentar que aprendan algo.
Markovic siempre sostuvo que “con una sonrisa puedes ir a cualquier parte”, filosofía que acabó cristalizando en su método pedagógico poco antes de su violenta muerte en un lupanar de Hamburgo.
Markovic dividió el desarrollo infantil en tres etapas: azul, verde y amarilla. No les puso números porque, en su opinión, los números esclavizan. Esta es la razón de que nunca se midiera (lo que llevó, por cierto, al prolongado mito de que era un hombre bajito).
En la etapa azul, de 0 a 3 años, la pedagogía Stuttgart aboga por soltar al alumnado en un espacio abierto y tirarles comida cada cierto tiempo. En estos estadios tan tempranos, la pedagogía Stuttgart prescinde de la ropa, que considera antinatural, salvo que el alumnado empiece a perder la normal coloración cutánea fruto de la hipotermia (innovación heterodoxa asumida en 2012 tras el inconveniente fallecimiento de 45 criaturas en una escuela suiza).
La etapa verde, de 4 a 7 años, se centra en la exploración. La pedagogía Stuttgart apuesta por entregar al alumnado una serie de elementos como palos, piedras, cerillas, zanahorias o conejos y fomenta la libre experimentación. Se busca promover el pensamiento disruptivo, por lo que no se llama a la policía hasta que haya, como mínimo, tres personas sangrando.
En la etapa amarilla, de los 8 a los 25 años, el alumnado debe alcanzar un “estado de juicio templado”. Esto se realiza a través de juegos simbólicos a concretar por la dirección del centro. Un tutor, por ejemplo, puede gritar “¡efervescencia, madera, efervescencia!” mientras el resto del claustro analiza las reacciones ético-vitales del alumnado. El objetivo es dotarles de herramientas innovadoras para su inevitable encuentro con el mundo real, algo importante dado que la mayoría aún no sabrá leer.
Las evaluaciones son realizadas de manera subjetiva por los propios tutores. Estos llevan a cabo informes de carácter no-figurativo, como formaciones de ramitas atadas con lana virgen, que el alumnado debe interpretar libremente. En las escuelas Stuttgart no se cree en el suspenso como tampoco se cree en la memorización o en las sillas.
Como prueba del éxito de este método, hemos de mencionar que menos del 20% del alumnado ha sido encontrado culpable en casos de asesinatos masivos.