El Plan Juncker no debe perder la oportunidad de promover la igualdad de género en Europa
El plan Juncker centra el gasto y la inversión en estructuras físicas industriales, tradicionalmente dominadas por los hombres. Esto minará aún más si cabe el progreso hacia la igualdad de género, en términos de sueldos y condiciones laborales, así como en oportunidades de empleo para las mujeres.
El Plan de inversión para Europa, que consiste en 315.000 millones de euros, propuesto por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, representa un buen punto de partida para la habitual y exclusiva fijación en las restricciones fiscales y la reducción del gasto público. Sin embargo, no se menciona nada en este Plan acerca de las inversiones en infraestructuras sociales, algo fundamental para alcanzar la igualdad de género, así como una economía más sostenible.
La infraestructura social incluye todas aquellas actividades y servicios que satisfacen las necesidades de la economía para mantener y reproducir su capacidad productiva (pero también la calidad de vida y el bienestar), mediante la sanidad, la educación, los cuidados infantiles y los cuidados a largo plazo.
El impacto de las políticas de austeridad en las mujeres
En primer lugar, los recortes en el gasto gubernamental han llevado a una situación de deterioro de los puestos de trabajo del sector público dominados principalmente por mujeres. Además, la falta de contratación o los recortes de empleo han dado como resultado un aumento de la intensidad de horas de trabajo para los que lo han conservado y las mujeres han sufrido de manera desproporcionada estos cambios.
Por otra parte, los recortes en el gasto destinado a sanidad o el aumento de los criterios que deben cumplirse para tener acceso a las ayudas familiares o de bienestar han afectado muy especialmente a las mujeres trabajadoras. Muchas han tenido que reducir sus compromisos laborales o dejar sus puestos de trabajo como resultado del aumento de estos costes. Para concluir, como ya ha puesto de manifiesto el grupo presupuestario de mujeres del Reino Unido, estos costes han reducido las oportunidades laborales de las mujeres y han hecho más difícil poder conciliar la vida laboral y familiar.
En este entorno, en el que las mujeres se han visto gravemente afectadas por la crisis y las respuestas políticas, sostenemos que el plan Juncker de inversión para Europa debe centrarse en invertir en infraestructuras sociales para garantizar una recuperación equilibrada y sostenible.
Una economía basada en la atención social
Invertir en servicios de atención primaria no solo es fundamental, sino que se trata de una forma efectiva de generar empleo, que va más allá de la simple inversión en estructuras físicas. De hecho, las principales características de los servicios de sanidad y educación son que, efectivamente, son sectores con gran presencia femenina y hacen muy poco uso de bienes importados, por lo que, con muy poca inversión pueden crearse muchos más empleos a nivel local que en el caso de una estructura física.
Asimismo, puesto que muchas mujeres se ven obligadas por leyes de género a proporcionar cuidados gratuitos o a recurrir a una sanidad informal y barata podría crearse bastante empleo si se las aliviara de estas obligaciones, proporcionándoles servicios de asistencia sanitaria de calidad. Y, de la misma forma, muchos hombres se animarían a proporcionar más servicios de este tipo (de forma gratuita o de pago).
Por lo tanto, una recuperación a largo plazo que sea no solo más igualitaria en cuestión de género, sino también más sostenible, debería concentrarse en intentar conseguir una economía basada en la inversión social, donde cuidar de las personas, al igual que del medio ambiente sea el objetivo principal.
Un primer paso importante hacia un enfoque más igualitario entre géneros sería considerar el gasto en sanidad, atención primaria y servicios de educación, así como en cualquier otra estructura social, una inversión (y no simplemente gastos actuales que se añaden al déficit público), ya que construye y mantiene el capital social y humano de nuestras economías a largo plazo. Como tal, este tipo de inversión, procedente de fondos públicos, debería tener un mayor protagonismo en cualquier plan de inversión para Europa, en vez de permanecer al margen, como ocurre actualmente con el Plan Juncker.