A pesar de que ya se sabe, se sigue cayendo en la trampa. La provocación es parte de la estrategia. Se trata de enfadar a las feministas, a la izquierda, a quienes defienden los derechos LGTBI, al activismo medioambiental, a los movimientos antirracistas, a quienes defienden los servicios públicos… Se trata, sobre todo, de enfadar a quienes amplificarán su voz. Se trata de provocar. La extrema derecha y sus afines lo saben y lo usan. Transgredir los límites de los consensos democráticos y comportarse con falta de respeto y mala educación no solo no les penaliza, sino que les permite tomar el control de la agenda política y de la conversación, les permite hacerse con la hegemonía mediática y obtener un buen puñado de votantes que reproducen filias y fobias totalitarias, orgullosos de su nuevo estatus de “antisistema”.
Ayuso concede un premio a Milei. Ya está. Todo el mundo habla de ello, de ella, de ellos. Cuanto más escandalosa sea la situación es mucho mejor. Una de las voces que lo advierte y explica desde hace tiempo es una académica austriaca llamada Ruth Wodak. La lingüista señala cómo una de las formas sutiles de controlar a la prensa es provocando escándalos con el objetivo de transformar los ejes de debate de la sociedad. De esta forma la retórica anti derechos de la extrema derecha y sus afines (como Díaz Ayuso) se termina popularizando para erigirse en la oferta política preferida de quienes necesitan chivos expiatorios a los que responsabilizar de su pobreza, de su infelicidad, de su falta de sentido vital, de sus problemas con las mujeres, de su precariedad laboral, de sus complejos, de, de, de…
Es lo que Ruth Wodak llama el fenómeno de la política desvergonzada. Una política que cuenta con el mayor y mejor altavoz posible, el de todas y todos aquellos a los que ofende, escandaliza, sorprende, ruboriza… y también amenaza. Esa es otra parte fundamental, alterar los debates con el miedo. Da igual si es el miedo a los enemigos que nos invaden, nos violan, matan a bebés, ocupan las casas, quitan trabajos, borran mujeres, arruinan a las empresas, acaban con la familia… Que el miedo a que deroguen las leyes de memoria, las que luchan contra las violencias machistas, las que protegen al colectivo LGTBIQ+, las que garantizan la libertad ideológica… Da igual que el miedo sea el que inoculan a sus votantes como el que infunden a los que no les votarían nunca.
La política del miedo también funciona, la mejor prueba de ello es el propio Milei y su motosierra. Piénselo bien, el presidente de Argentina ha ganado las elecciones exhibiendo una motosierra. A mí me parece terrorífico; a quienes le votaron debió parecerles una gran idea matar de hambre a Argentina. Precisamente, sobre morir de hambre en su país ante la subida del precio de los alimentos y la devaluación de los sueldos, el presidente argentino vino a decir hace unas semanas que eso no iba a suceder, que antes de que alguien muriera de hambre seguro que esa persona encontraría ayuda, y que en ningún caso el Estado debía tener un papel protector ante una situación así porque sería intervencionismo, sería socialismo.
Qué hacer. Ante la política de la desvergüenza, del miedo, de la crueldad, del cinismo… Qué hacer. Esa es la pregunta que esta mañana me hacía una madre preocupada por cómo en los colegios toman la palabra las familias que obligan a la dirección a retirar actividades que buscan favorecer la comprensión de los derechos humanos, la conciencia y el respeto porque supuestamente son “adoctrinamiento de la ideología de género”. Qué hacer. La ideología de los adultos se ha tragado sin filtros el bulo de que existe una ideología de género.
Autoprotección desde la inteligencia emocional, la cultura de la paz, el contacto más allá de las pantallas y la defensa de los derechos humanos. Autoprotección para no reproducir los males emocionales que nos están desactivando e inhabilitando como ciudadanía, que nos están enfermando física y mentalmente, también a las y los niños, a las y los jóvenes. La clave está en desactivar la provocación de la extrema derecha y de afines como Ayuso que nos están transformando en una sociedad crispada, polarizada y cansada de la política. Un caldo de cultivo perfecto para que el hastío y el aburrimiento de paso al show de los Ayuso, Milei y Trump de turno como si la democracia fuera una serie de (política) ficción. Un veneno perfecto para matar lo que nos nutre, para acabar con el diálogo y la empatía, para abolir el estado de bienestar.