Somos militantes o simpatizantes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) porque, entre otras cosas, estamos convencidos de la contribución que ha hecho esta fuerza política a la modernización de nuestro país, situándolo en el corazón de la Europa unida; contribuyendo como nadie a la construcción de un Estado social o de bienestar, por más que el mismo siempre se encuentre necesitado de ampliación y perfeccionamiento, sobre todo ahora, que se ve tan vapuleado; aportando estabilidad política a un país muy necesitado de ella. Un partido que se ha mostrado firme defensor de la Democracia; impulsor y artífice de la ampliación de derechos laborales y civiles, en particular, a favor de determinados colectivos que se habían visto privados de ellos, cuando no directamente discriminados (personas con discapacidad, inmigrantes, lesbianas, gáis, transexuales y bisexuales, etc.). Un partido que ha apostado y apuesta con convicción por la igualdad real de mujeres y hombres; comprometido en la lucha contra esa insoportable lacra social que es la llamada violencia de género; etc., etc.
Sin embargo, nuestra militancia o simpatía no es ingenua ni incondicional. No es ingenua porque somos conscientes de que en el camino se han cometido errores. Gobernar es acertar y errar. La toma de postura en lo público, incluso cuando no se gobierna, no es ajena a la posible equivocación. Y por eso hemos criticado, en ocasiones, esos errores. Sea como fuere, hemos entendido que el saldo ha sido positivo. Desde su posición como partido de gobierno o en la oposición, el PSOE ha rendido, en términos generales, un gran servicio a nuestro país.
Nuestra filiación o sintonía con el PSOE tampoco es incondicional, sino crítica. Así entendemos la lealtad. Lealtad crítica. Creemos que se le hace un flaco favor al partido, y, lo que es mucho más importante, al conjunto de la sociedad, cuando, pudiendo no hacerlo, se asume el papel del adulador. Los aduladores son incapaces de pensar en otro interés que no sea el propio. Nosotras, nosotros, no queremos concebirnos así.
Por eso nos cuesta entender ciertas derivas del PSOE. No entendemos, por ejemplo, la reciente firma del pacto antiterrorista entre el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez. No lo entendemos porque, sin poner ni por un segundo en duda la necesaria unidad de los demócratas contra el terror, nos parece que este concreto pacto bilateral es innecesario e inútil, y que, sobre todo, contiene una condición que nos resulta inasumible, que nos repugna.
Es innecesario porque, tal y como está concebido, dejando fuera al resto de fuerzas políticas del país, pierde gran parte de su sentido simbólico. Y no debemos ignorar que este tipo de pactos lo que tienen, sobre todo, es un gran valor simbólico. Con pacto o sin él, no había dudas de que la práctica totalidad de los partidos políticos de la oposición, con el PSOE a la cabeza, están de acuerdo en condenar el terrorismo, del tipo que sea. Y el pacto no refuerza esa situación.
Pero es que además es un pacto ineficaz, porque el terrorismo internacional, quienes son sus brazos ejecutores, no se lo van a pensar dos veces antes de cometer algún acto violento en España por el hecho de que en nuestro país se haya firmado este pacto.
Y nos resulta inasumible, nos repugna, que una de las cláusulas de ese pacto signifique asumir, aunque sea de manera vergonzante, la pena de cadena perpetua, que en breve la mayoría parlamentaria popular aprobará. Que después se haga un esfuerzo ímprobo desde el propio PSOE por aclarar que el partido está radicalmente en contra de este tipo de pena, anunciando incluso un futuro recurso ante el Tribunal Constitucional, nos parece incomprensible e inexplicable. Y nos duele. Porque lo cierto es que se ha traspasado una línea roja.
Seguimos convencidos de que el PSOE está llamado a desempeñar un papel esencial en la futura vida política del país. Pero siempre y cuando, claro está, mantenga sus señas de identidad inequívocamente socialdemócratas. Creemos que este país necesita, hoy tanto como ayer, de una fuerza política que se reconozca de izquierda y actúe como tal, y que desde su firme compromiso con la Democracia y los derechos y libertades individuales, apueste nítidamente por fortalecer su alma social, tan necesaria en estos tiempos de crecientes desigualdades y fáciles populismos.
Firman también el artículo: Mario Campano, José María Clemen, David Corominas, Rocío González, Ferrán Martínez, Rosa María Navarrete y Erika Rodríguez