A primera hora de la mañana de este miércoles, el Partido Popular distribuía a través de Twitter una fotografía en la que el líder del PP mostraba a sus compañeros el documento “Dos años de reformas hacia la recuperación”. Los protagonistas de la fotografía son, además del propio presidente del Gobierno, María Dolores de Cospedal, Javier Arenas, González Pons y Carlos Floriano. Les ruego observen con detenimiento la instantánea y la comedida observancia de sus protagonistas, la medio sonrisa de Pons, la seriedad de Arenas, las gafas de Cospedal, la sorpresa de Floriano, el cuello hacia atrás del presidente (como quien coteja un dato novedoso y de última hora). Cualquiera diría que las páginas que Rajoy sostiene en sus manos representan la cuadratura del círculo, el Santo Grial de la recuperación económica.
Me cuenta Luz Sanchis que Moncloa ya distribuyó ese papelito a los periodistas hace días. Sin embargo, Rajoy pensaba usarlo frente a su Comité Ejecutivo Nacional para convencer a los barones de que el PP va bien y, por tanto, a los barones también, en buena lógica, debería irles de perlas. Pero no coló y a Rajoy, los suyos, le cantaron las cuarenta pocos minutos después. Eso sí, la fotografía es muy buena y si uno la mira durante un rato te convences de que en el partido del Gobierno bajan aguas tranquilas y que o están a punto de conseguirlo o lo han conseguido ya (sean cuales sean sus objetivos).
Lo que pasa después de las fotos es que, aunque no te muevas, la vida sigue. Y para Rajoy siguió este miércoles con buena parte de sus barones diciendo no a esto y no a lo otro.
Esperanza Aguirre le recriminó que, el pasado fin de semana, el Gobierno no hubiera conseguido impedir el acto del colectivo de presos de ETA en Durango; Alicia Sánchez Camacho también tiró de las orejas presidenciales y advirtió a Mariano de que no se vuelva a reunir con Artur Mas en secreto. Tras ellos, Celia Villalobos y José Antonio Monago le recordaron que la ley del aborto de Gallardón no gusta ni dentro ni fuera del partido y que no estaría de más buscar consenso y permitir libertad de voto al grupo parlamentario.
Ya nadie se acordaba para entonces del papelito de la foto, ni de la prima de riesgo por debajo de los 200 puntos. Cierto es que en el PP cuando se cantan las cuarenta se hace con muy buenos modales, por lo que en la rueda de prensa posterior, Cospedal dijo que allí paz y después gloria.
A Rajoy comienza a costarle vender el género en su propia casa. Y aunque su partido insiste en el envío masivo de argumentarios triunfalistas entre sus cargos, cuando las cosas se complican la cabra tira al monte y los barones piensan en sus votos y en las elecciones que se acercan. Mientras, el CIS vuelve a impulsar a la corrupción como una de las principales preocupaciones de los ciudadanos y los teletipos echan humo con noticias sobre un tal Jaume Matas que no irá a la cárcel hasta que Gallardón decida indultarle o no.
Pero Rajoy sigue enganchado a su esperanza de que la economía le traiga una buena mano, un golpe de suerte, ante la catarata de citas electorales que se ciernen sobre su persona: primero europeas y, enseguida, muncipales y autonómicas para acabar ya, sin pausa, en las generales. Rajoy se aferra a su Santo Grial con forma de argumentario.
Miremos la foto de nuevo. Miremos.