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Ramos, Busquets, Morata, uníos a la huelga

Imagen del encuentro entre el Atlético de Madrid y el FC Barcelona.

Verónica Fumanal

Las mujeres futbolistas se han plantado y en una decisión tan valiente como necesaria han decidido iniciar una huelga indefinida para luchar por sus derechos laborales. Según los estudios oficiales, en general las mujeres cobran una media del 21,9% menos que los hombres, y cuando pensamos en ello, la primera imagen que se nos viene a la mente es la desigualdad en cargos directivos. Sin embargo, cuando entramos en el detalle por sectores las diferencias se agravan hasta puntos estratosféricos en ámbitos masculinizados como el deporte, sacando a la luz agravios como el que denuncian las futbolistas de primera división.

España es un país donde un partido de fútbol lo paraliza todo, esta afirmación contiene tanta verdad como mentira. Lo paraliza si es fútbol masculino, porque la falta de apoyo, publicidad y visibilidad del fútbol femenino hace que cuando hablamos de este deporte no se plantee la posibilidad de que sean ellas quien jueguen el partido. No hablemos ya de deportes de menos consumo, como el atletismo, el waterpolo o el remo, donde tenemos a grandes deportistas que solo concitan la atención en periodo de olimpiadas, imagínese si, encima, son mujeres.

Las jugadoras de fútbol profesional no pretenden ganar lo mismo que sus congéneres masculinos, saben que es impensable porque el negocio del fútbol masculino es multimillonario. Tan solo quieren un convenio colectivo, que ahora no existe, que les garantice ciertos derechos, trabajar a tiempo completo o un salario mínimo de 16.000 euros anuales, el de ellos es de más de 150.000 euros. Esta es la demanda más urgente, pero no se puede olvidar que estas mujeres tienen limitada su capacidad de ser madres, la lactancia, no tienen protocolos de acoso, vacaciones y un largo etcétera que culmina en la falta de apoyo institucional, mediático y económico del deporte femenino.

Nuestras futbolistas fueron las campeonas del Mundial sub-19, algo que fue un pico de notoriedad y reconocimiento para su esfuerzo y su talento. Pero tras los flashes y las fugaces palmaditas en la espalda, nuestras deportistas volvieron a sumirse en el olvido del deporte femenino, en un día a día en el que entrenan y compiten al máximo nivel para cobrar sueldos de hasta 200 euros, por jugar en primera división. Supongo que una huelga en primera división femenina no supondrá una pérdida millonaria, básicamente porque el apoyo publicitario y económico que tienen estas mujeres resulta insignificante si lo comparamos con la liga masculina. Pero qué les parecería que, en un gesto de solidaridad entre deportistas, la liga masculina parara solo una jornada, incluso que salieran al campo con camisetas en apoyo a sus compañeras en cada partido en el que millones de personas supieran que las mujeres, por el hecho de serlo, tienen una desigualdad salarial y falta de derechos laborales en pleno siglo XXI. Esto sí que sería un elemento de presión para que las mujeres consiguieran sus derechos.

Desde octubre del 2018 las mujeres futbolistas están luchando por sus derechos sin ningún tipo de avance en la negociación, sindicatos como la AFE, UGT o Futbolistas ON llevan un año en mesas donde no hay ningún acuerdo, porque la patronal es consciente de la posición de debilidad de un sector absolutamente masculinizado, donde las mujeres, todavía, pintan poco. Así que el elemento de presión más fuerte está en el terreno de la opinión pública, el de la condena de una sociedad que lucha por reconocer el trabajo de las mujeres, el esfuerzo, el talento y la competitividad del deporte femenino. No lo podemos hacer solas, aunque somos más fuertes unidas, como han demostrado las más de 200 jugadoras que están juntas por sus derechos, así que invito a los futbolistas como Sergio Ramos, Busquets o Morata, a todas las estrellas del futbol masculino cuyos cachés millonarios son difíciles hasta de leer, que se involucren en una causa que es de todos: el prestigio y la visibilización del deporte femenino.

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