Por primera vez en su historia, el CIS ha incluido en su barómetro una serie de preguntas centradas en pseudoterapias (más conocidas, y peor definidas, como medicinas alternativas). En un artículo del País, titulado “El primer CIS sobre pseudoterapias revela una preocupante desinformación de los españoles”, han explicado con mucha claridad los detalles de esos resultados, recogiendo declaraciones de expertos en la materia. A grandes rasgos, la encuesta podría resumirse de la siguiente manera: Existe un gran cacao mental sobre las pseudoterapias y si no se usan más es porque no se ha presentado la oportunidad para muchas personas, que muestran tolerancia hacia ellas.
Las razones tras estos resultados son, sin embargo, difíciles de simplificar y se deben a un conjunto de factores que influyen en muchos ámbitos de la vida. Que muchos españoles no tengan ni idea de lo que es, en realidad, prácticas como la homeopatía va relacionado también con aquel 11.7 % de españoles que en 2017 decían que el Sol gira alrededor de la Tierra.
La formación científica de un importante porcentaje de los españoles brilla por su ausencia (un 44 % dice que el nivel de educación científica que ha recibido es bajo o muy bajo), lo que explica, hasta cierto punto, por qué hay gente que mezcla las terapias alternativas con la ciencia, pensando erróneamente que están amparadas por ella. Si un dato tan importante como el del Sol, que se enseña en la escuela, es desconocido para 1 de cada 10 españoles, imagínense la desinformación con respecto a las pseudoterapias, que no tienen por qué aparecer en ningún programa de estudios.
De hecho, uno de los principales problemas con respecto a estas terapias de eficacia no probada es que su popularidad se basa principalmente en el boca a boca, de familiares y amigos. En otras palabras, la principal vía por la que las pseudoterapias se extienden es el mismo por el que los bulos, los mensajes en cadena, las leyendas urbanas y los fake news se transmiten. Nunca subestimen dicha vía para transmitir barbaridades: Ricky Martin, un perro y un bote de mermelada son un ejemplo gráfico de ello. Así, un gran déficit de pensamiento crítico y escepticismo entre la población española da alas a la desinformación (sea del tipo que sea) por las citadas vías.
Según la LOMCE, el alumnado al final de la Educación Secundaria debería desarrollar destrezas básicas en la utilización de las fuentes de información para, con sentido crítico, adquirir nuevos conocimientos. Sí, es un párrafo casi tan cándido e inocente como el artículo 16,3 de la Constitución Española sobre el principio de la (supuesta) aconfesionalidad del Estado. Al margen de las asignaturas de Filosofía o Ética, no parecería mala idea fomentar, aún más, el pensamiento crítico con una asignatura en exclusiva o, al menos, darle un papel más relevante, filtrada en múltiples asignaturas. La necesidad es obvia y los beneficios para la población serían grandes.
Otra razón por la que estas pseudoterapias tienen la tolerancia que tienen es por la complicidad, activa o pasiva, de farmacéuticos, médicos y otros profesionales sanitarios. Muchas farmacias se asemejan más a bazares, con multitud de productos a la venta sin ningún beneficio terapéutico demostrado detrás. Como diría Rato: es el mercado, amigo. Así que no resulta, para nada, sorprendente que desde la mayoría de farmacias se vendan y recomienden determinados productos, vulnerando la ética deontológica de la profesión. Los banqueros vendían preferentes y los farmacéuticos venden homeopatía. ¿Todos? ¡No! Un grupo poblado por irreductibles profesionales resiste todavía al dinero fácil y se niega a vender homeopatía. En cuanto a los médicos, la otra parte involucrada, la absoluta mayoría ni recomienda ni prescribe estas pseudoterapias. Sin embargo, son pocos los que se mojan abiertamente en criticarlas, dando una apariencia de (irreal) respaldo, como explicaba con detalle en: ¿Por qué los médicos no frenan el auge de las medicinas alternativas? Aun así, en los últimos años, esta tibieza de los médicos con respecto a disciplinas como la homeopatía está disminuyendo y salen cada vez más voces críticas al respecto.
Por último, otro factor esencial involucrado en esta gran desinformación con respecto a las pseudoterapias es la dejación de responsabilidad de los políticos sanitarios. Sin campañas de información sobre éstas, sin medidas políticas reales para ponerles freno y sin prácticamente interés en el horizonte para hacer algo al respecto, más allá de una tibia, simbólica y casi homeopática condena genérica de la pseudociencia. Ahora que tenemos datos concretos sobre la magnitud del problema de las pseudoterapias en la población, es el momento de organizarse y plantear soluciones. Porque detrás de esta encuesta del CIS hay consecuencias, hay gente que muere o que pone en peligro su salud por recurrir a pseudoterapias en lugar de la medicina de verdad por desinformación, por ignorancia. Y tampoco debemos olvidar que movimientos como los antivacunas están fuertemente asociados con estas disciplinas pseudocientíficas.
Visto lo visto, la mejora de la educación científica, el fomento del pensamiento crítico y el escepticismo son medidas que deberían respaldarse, pues beneficiarían a la población en todos los ámbitos de la vida, no sólo en el acercamiento a las pseudoterapias. Sin embargo, estas medidas tomarían años en dar resultados y es, por tanto, necesario que los que velan por nuestra salud (profesionales sanitarios y políticos) se impliquen en informar y combatir activamente unas pseudoterapias que se extienden con la ignorancia y la ingenuidad, como el fuego por el viento.