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Nos retratamos todos

Miguel Ángel Oliver, Secretario de Estado de Comunicación

Esther Palomera

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En “Todos los fuegos el fuego”, Julio Cortázar decía que hasta lo inesperado acaba en costumbre cuando se ha aprendido a soportar. En ello estamos. Soportando lo nunca esperado e incorporando como hábito diario lo que en algún momento convertimos sin darnos cuenta en extraordinario. Estar en casa; encontrarse en la distancia con los amigos; no poner un pie en la calle; cocinar a diario; aprovechar al máximo el tiempo en familia; llamar a los amigos; charlar largo; discutir corto; leerlo todo… Y hasta escuchar de fondo en la radio o el televisor una música que se ha convertido ya en la banda sonora de la política de comunicación del Gobierno.

Es él. El secretario de Estado de Comunicación del Gobierno de Sánchez. “Aló Oliver” es el título por el que ya se conoce en la profesión a su impuesto formato para interpelar al Ejecutivo en las comparecencias diarias sobre la mayor crisis sociosanitaria y económica que ha vivido España en democracia. Da igual que sean los técnicos, que los ministros, que el propio presidente. El sistema está previsto para filtrar asuntos y censurar preguntas.

Las de 250 periodistas de medios nacionales, regionales, locales y de información especializada que están suscritos a un grupo de Whatsapp en el que con anterioridad o durante las ruedas de prensa han de enviar sus preguntas. Por supuesto, el interpelado las conoce con anterioridad a su comparecencia. Luego es el secretario de Estado quien las lee a su antojo, las edulcora o directamente las ignora. Así, cada día. Hasta tres veces por jornada.

El asunto puede parecer pequeño dada la magnitud de lo que tenemos encima, pero no lo es. No se trata del derecho de los periodistas a preguntar libremente, sino del de los ciudadanos a recibir toda la información sin cortapisas. Los informadores son depositarios de un derecho que les fue delegado constitucionalmente por los españoles a través del artículo 20 de la Carta Magna, pero Oliver ya dejó claro hace tiempo en público el respeto que le merecen quienes asisten a las ruedas de prensa del Consejo de Ministros: “Son activistas” con una “una tendencia enfermiza” a preguntar.

En eso consiste el periodismo, sí, en preguntar, en cuestionar, en dudar y en no perder un solo día el sentido crítico de lo que los gobernantes nos presentan como verdades absolutas. Y quien no lo entienda así es que no lo ha ejercido en su vida desde la ética, la honestidad o la decencia que requiere dedicarse a ello.

Más de 400 profesionales de todos los medios y con distintas miradas sobre la política y sobre esta crisis han suscrito un manifiesto de protesta. Pero Oliver sigue en sus trece, pese a un comunicado en el que se avino a estudiar alternativas. Ni las quiere ni las busca. Lo único que ha hecho en estas horas de polémica es negar a los periodistas habituales de La Moncloa la interlocución para dársela a las asociaciones de profesionales y enfrentar a informadores políticos con sectoriales.

No le sirve en todo caso ni la propuesta de la FAPE para que las ruedas de prensa sean en directo por videoconferencia como hacen otros líderes políticos e incluso varios presidentes regionales, ni ninguna otra de las que los compañeros acreditados en Moncloa le han hecho llegar. A estos últimos les acusa de buscar “lo ancho” para ellos “y lo estrecho, para los demás” como si alguno de ellos pretendiera negar el derecho a preguntar de sus compañeros de otras áreas.

Lo grave no es el planteamiento de un secretario de Estado que, desde que llegó, no ha hecho más que enfrentarse a los profesionales del periodismo, lo peor es que nadie en el Gobierno con más criterio y mayor responsabilidad no haya puesto fin a este despropósito que solo ahonda en el desgaste que ya de por sí con la gestión de esta crisis tiene el gabinete de Sánchez.

Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el sentido común, pero sí, esta crisis también nos ha dado a los periodistas, tiempo y paciencia para soportar lo insoportable y lo que va en contra de la reglas básicas de cualquier democracia que se precie de serlo. Y luego dirán eso de que jamás se ha visto un ejercicio mayor de transparencia ni un alarde mejor de comunicación política.

La pregunta sigue siendo la misma que vetó el secretario de Estado de Comunicación y escribieron en ese disparatado chat hasta 20 informadores en una de las últimas ruedas de prensa sobre la crisis del coronavirus: “¿Está considerando el Gobierno cambiar el sistema de las ruedas de prensa para atender a la reclamación de profesionales de medios de comunicación, que piden comparecencias con preguntas y repreguntas libres que no pasen por el filtro del secretario de Estado?”. Contesten, por favor.

P.D. En esta crisis nos retratamos todos. Unos más que otros.

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