Andaba feliz Pablo Casado regocijándose en las encuestas y preparando sus primeros Consejos de Ministros como si mañana mismo fuera a ser presidente del Gobierno y en estas va Ayuso y se la vuelve a liar. El PP bulle de nuevo y maniobra contra su presidente. Ayuso, Álvarez de Toledo, Moreno Bonilla, Mañueco, Feijóo… Eran pocos y llegó Esperanza Aguirre.
Al presidente del PP le ha salido revoltosa su compañera y sin embargo “amiga”, la presidenta madrileña, que quiere el poder orgánico y lo quiere ya, sin esperar siquiera a los plazos establecidos por la dirección nacional. Con eso de ganar elecciones y repartir millones de un presupuesto de 21.000 millones se ha creído infalible y ha montado una zapatiesta que ha vuelto a desestabilizar a los dirigentes de la calle Génova.
En la dirección nacional han recurrido a todo tipo de argumentos con los que desviar la atención mediática de Ayuso: que si no toca aún; que si Martínez Almeida también estará en la liza; que si una tercera vía es la mejor fórmula para dirigir el partido en Madrid; que si qué se ha creído la “reina de Sol” para echarle un nuevo pulso al mismísimo presidente del partido.
Ayuso es Ayuso y sus circunstancias, que no son otras que el afán de sumar el poder orgánico al institucional para controlar las listas electorales y hacer y deshacer lo que le venga en gana a lo largo y ancho del territorio madrileño, como otros barones hacen en los suyos e hizo Esperanza Aguirre en Madrid durante lustros. El resultado de tanto dominio se llama Gürtel, Púnica y Lezo y aún lo investigan los tribunales de justicia. Y, no de forma explícita, pero así lo ha recordado el secretario general del PP, Teodoro García Egea, después de que Aguirre se sumase al festival “ayusista” en pro de un anticipo del congreso regional y de que la presidenta de Madrid lo sea también del partido a nivel regional.
La ex baronesa del PP, en una entrevista en El Mundo, ha cargado contra la dirigencia de su partido, a quienes ha tachado de “niñatos” y “chiquilicuatres”, que es lo mismo que llamarles chisgarabís o mequetrefes. “Ponerle trabas internas a Ayuso es ayudar a Sánchez”, ha dicho con voluntad de igualar a ambos, como si ambos compitiesen en la misma liga nacional y como si Casado no existiera.
A García Egea le irrita tanto Aguirre como Álvarez de Toledo, que fue la primera en romper la semana pasada una lanza en favor del liderazgo orgánico de Ayuso con idéntico desprecio a la dirección nacional que el utilizado por la expresidenta madrileña, que tuvo que dimitir como mandamás orgánica por la corrupción sistémica que acumuló la organización durante sus años como lideresa. En sus intervenciones públicas Aguirre no habla de eso y tampoco del Goya inédito que ella y su marido vendieron por cinco millones de euros sin protegerlo como Bien de Interés Cultural para ahorrarse impuestos durante su mandato como presidenta. Pero el secretario general del PP le ha recordado el “destrozo” que hicieron al PP los casos de corrupción que afectaron a su gobierno durante la etapa en que ella presidió el partido y la Comunidad, como pretenden ahora Ayuso y sus acólitos.
Que la presidenta madrileña o quienes le mecen la cuna aspiren a disputar el liderazgo nacional a Pablo Casado es tan legítimo como recurrente en la cultura regional de su partido. Alberto Ruiz Gallardón lo intentó con Aznar; Aguirre con Mariano Rajoy y Cristina Cifuentes llegó a fantasear con lo mismo antes de que trascendiera su falso máster y el vídeo en el que toda España la pudo ver robando dos cremas en un supermercado.
Ayuso no hace más que repetir la historia de su partido, pero quizá alguien debería recordarle cuál fue el destino de sus tres antecesores en el cargo. Todos se creyeron por encima de la dirección nacional, todos tenían un gran concepto de sí mismos; todos repartían millones en publicidad a los medios “amigos”; todos se vieron rozando el pódium de la séptima planta de la calle Génova y todos, por diferentes motivos, acabaron fuera de la política y repudiados por todos aquellos que un día vieron en ellos tantas cualidades para liderar el partido. Aguirre, más que ningún otro.
A Casado le espera un calvario de aquí a las próximas elecciones. Porque aún quedan dos años largos y porque los suyos han empezado con demasiado tiempo a preparar el terreno del día después. Ayuso quiere el control orgánico para eso y para nada más.