Sánchez deberá plantar cara a Lagarde y compañía

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Sánchez, cuando consiga los apoyos necesarios para su investidura, y tras la formación del correspondiente ejecutivo, deberá hilar un programa de gobierno a modo de contrato social con los ciudadanos. Pero a la vez que lo hilvana le sugiero que mire de reojo al Banco Central Europeo (BCE), el organismo encargado entre otras cosas de fijar la política monetaria y supervisar al sector bancario. Ahí está quien puede trastocar los objetivos finales de su programa de gobierno. Desde estas líneas hemos sido, y somos, muy críticos con la actitud del BCE respecto a la inflación y a su huida hacia adelante en la actual escalada de subidas de tipos de interés. En realidad solo hay un beneficiado, el sector bancario, que está obteniendo beneficios extraordinarios, caídos del cielo, como consecuencia de dicha política monetaria.

La tecnocracia, en este caso representada por los Bancos Centrales, sigue implementando la hoja de ruta marcada, subida de tipos de interés oficiales, para doblegar a la inflación, sin importar la evidencia empírica en contra de dicha política. Los recientes incrementos en la inflación no se deben a un sobrecalentamiento de la economía, sino a un fundamentalismo de mercado que se ha convertido en la guía de ruta de la política democrática occidental desde mediados de los años 90. Los fundamentalistas aderezaron esta loa al mercado con un fomento por parte del Estado de la financiarización de la economía, incluidos derechos humanos básicos, como agua, alimentos, electricidad, vivienda y pensiones.

Durante todo este tiempo se han llevado a cabo toda una serie de acciones destinadas a enaltecer al mercado como un dios, incluso a costa del estado social y de derecho en países occidentales, que antes eran ejemplos de cohesión social y crecimiento económico. Se han eliminado regulaciones que separaban la banca comercial y de inversión, se han relajado criterios geográficos para la operación bancaria, se han desregulado los mercados financieros y se ha reducido la supervisión bancaria basándose en códigos de buenas prácticas ineficaces. También se han reestructurado sectores productivos, como el eléctrico, bajo el enfoque del libre mercado.

Como resultado se ha producido un aumento del poder de mercado de las empresas y una concentración de riqueza en manos de unas élites insolidarias, en detrimento del 95% de la población que sufre una extracción de rentas. Desigualdad y concentración de la riqueza como jamás se ha visto desde los años 20 del siglo pasado. Ya sabemos cómo acabó todo ello.

Los beneficios extraordinarios de la banca

Las subidas de tipos de interés oficiales por parte de ciertos Bancos Centrales, como el BCE o la Reserva Federal, no es para hacer frente a la inflación. No tengo nada claro ni siquiera que tenga un efecto negativo en el crecimiento económico. La razón es la estructura demográfica de los países occidentales. Dichas subidas sí que van a tener un efecto muy negativo en las familias jóvenes, ya de por sí las más vulnerables, que son quienes tienen una hipoteca. Por el contrario, en la cohorte poblacional de personas de cierta edad, con su casa ya pagada, y propietarios en algunos casos de varios inmuebles, podría tener hasta un efecto renta positivo, vía activos financieros. Las letras del Tesoro ofrecen una mayor rentabilidad, y en un contexto de aumento de poder de mercado la bolsa sigue experimentado subidas de precios. Otra cosa es qué sucedería si se les ocurre combinar, y no lo descartemos, la restricción monetaria con la consolidación fiscal. En ese caso, sí, la economía se desplomará, la inflación se evaporará, y los mercados financieros de riesgo colapsarán. Y aún tendrá los bemoles de decir que gracias a su política monetaria la inflación se ha controlado. Pura ironía marxista, de Groucho Marx.

A quien sin embargo sí que le está viniendo de perlas la situación actual es al sector bancario cuyos beneficios están registrando incrementos considerables. Pero ello no se debe a su buen hacer, a su objetivo último, concesión de créditos, préstamos e hipotecas con un control razonable del riesgo. Los beneficios son extraordinarios. Por un lado, trasladan a hipotecas, créditos y préstamos la subida de tipos de interés -la velocidad de las subidas de tipos ha sido la más rápida desde principios de los años ochenta-. Por otro, bajo la permisividad del regulador patrio, no traslada dicha subida a los depositantes. Es lo que tiene ser demasiado grandes para quebrar: nadie te tose. Como resultado, un montón de beneficios caídos del cielo. Ya sabemos dónde además acabarán parte de los mismos. Por un lado, en crecientes bonus al consejo de administración de los bancos, sin que ello se deba a su buen hacer. Por otro, en suculentos dividendos para sus accionistas, la mayoría fuera de nuestro país.

Pero, siguiendo con la ironía de Groucho Marx, cuando se le una a la juerga monetaria restrictiva esa droga dura llamada consolidación fiscal, boom, todo acabará como el rosario de la aurora. En ese caso desaparecerán los beneficios bancarios caídos del cielo, y, volveremos a las andadas, relajación monetaria y que de nuevo la especulación reparta suerte. Y si el balance de alguna institución bancaria se ve resentido, pelillos a la mar, ahí estarán de nuevo los actores de las puertas giratorias para solucionar el desaguisado. 

Por todo ello, señor Sánchez tan importante como elaborar el contrato que usted va a firmar con los ciudadanos, será no dejar de mirar de reojo al BCE y a Bruselas, para llegado el caso, mostrar su negativa a semejante mezcla distópica de políticas económicas.