"Llegué a percibir cómo se desdibujaba mi perfil como ser humano y me convertía en una masa densa y como de lodo…"
Permitan que no me levante, no es que esté en la tumba pero estoy tumbada. Los antígenos dicen que no le dan nombre, pero algún virus se ha hecho fuerte en mis bronquios y me tiene atontada. Así que les pido disculpas. No estoy entendiendo nada de lo que los medios avanzan sobre lo de Sevilla, lo del PSOE, pero ya les digo que tengo tal congestión que solo puede ser debido a mi incapacidad transitoria y no a que allí se estén pronunciando frases fantásticas y aserciones muy locas.
Está lo de los 600 años de Zapatero, que como el cazador todo el mundo exageramos un poquito, pero que a lo mejor se le ha ido de las manos. Sin quitarle ningún mérito al feminismo socialista, al de verdad, al que Pedro Sánchez arrinconó para darle gusto a Podemos cuando tocaba darle gusto, creo que se ha ido un poco de caña el expresidente. Afortunadamente para las mujeres de este país no sólo hace 40 años que las mujeres pudieron acceder a la educación, ni a la obligatoria ni a la universidad, ya que todo ello se produce a finales del XIX, un poquito antes de Casa Labra. A lo mejor es la fiebre que me obceca. Hasta con Franco las chicas estudiábamos, vaya, que esto no ha sido Persépolis nunca.
Se me mezcla el dato con el de una Isabel Rodríguez inspiradísima que afirma que los socialistas blindarán las políticas de vivienda en la Constitución “cuando acabemos con la derecha”. ¿Qué significa acabar con la derecha exactamente? Seño, tengo dudas. No sé si en una democracia plural, como lo son todas las liberales, nos está diciendo que nunca va a poder blindar constitucionalmente la vivienda, dado que siempre estará por ahí la derecha, o si verdaderamente se plantea como un horizonte liberador y de esperanza ese “fin de la derecha” que convertiría en totalitario el régimen al no existir ni posibilidad de los ciudadanos conservadores de participar en el juego político ni la alternancia que por definición configura la democracia. Seguro que he entendido mal o que ella no ha dicho lo que parece que ha dicho, aunque es seguro que lo ha dicho. No sé, chica, inquietante. Esperemos no tener que empezar a meter en la mollera de la gente que los de derechas tienen tanto derecho a ser de derechas como los de izquierdas a ser de izquierdas. Esto era algo que teníamos claro todos, ¿o no?
Sigue subiendo gente al rojo escenario rojo. Y llega Santos Cerdán y de alguna manera le responde, eso me alivia, cuando afirma categórico: “Representamos el diálogo, la diversidad, el respeto al que piensa y siente diferente”, y me digo, mira, este le enmienda la plana, ya no hay que acabar con nadie, a respetarlos y punto. Entonces, no sé por qué, me viene a la cabeza Lobato y se me cae el chiringuito. Y es que si al poco diferente, uno de los tuyos, que sólo difiere en matices, en la forma de hacer las cosas del líder, pero que sostiene tus mismos principios le llevas haciendo una de romanos todo el tiempo —a él y a todos los críticos que los hay—, pues no sé yo, cari, cómo vas a respetar a los que son de fuera y piensan no un poco distinto, sino totalmente distinto. Que a lo mejor eso sí es un poco acabar con la derecha y acabar con los que se muevan donde no les marquemos. No sé, no me hagan caso: me ha parecido muy lioso todo.
Tan lioso como cuando ha dicho “van a por nosotros”, que le ha quedado entre épico y autoprotector. “Nunca hubo un ataque similar a un presidente legítimo”. A lo mejor era muy pequeño cuando los estertores finales del felipismo y los que Cebrián llamaba el sindicato del crimen, aunque nada de aquello hubiera pasado sin los tremendos casos de corrupción y sin las sospechas del terrorismo de Estado de los GAL. Y es que para que haya fango hace falta agua... y sedimento térreo. Que si solo llevas agua clara y cantarina por las fuentes de tus sedes y tus militantes nadie puede formar fango, que los adversarios no son dios, que los jueces a los que también acusa no son dios, que precisan que les des la materia para amasarte el lodo. Precisamente Cerdán, que conocía tan de cerca a Ábalos y a Koldo, sabe de qué va esa materia térrea sin la que no hubieran podido amasarles el lodo de la corrupción.
Así todo. Le compraría lo de 'los niños de la toga nos quitan la merienda y nosotros no hemos hecho nada' si no fuera porque hay hechos indubitados, a la par que extraños. Hay bachilleres con dirección adjunta de cátedra en universidad pública; las mismas profesionales a las que directoras generales pagadas con dinero público les hacen el trabajo de puerta dura para pedir la pasta y esas cosas tan poco señoriales. Eso está ahí. Sin esa tierra no habría lodo alguno que formar. Sin ese mensaje privado abogado-fiscal que se hace público para que con la frase escrita por un letrado —efectivamente se han cometido dos delitos fiscales— se convierta al día siguiente en el “delincuente confeso” del relato, sin esa utilización de los medios del Estado contra el adversario, que de eso va la historia, no habría tampoco lodo que dirimir. Ni sin hermanos a los que se hace generosos contratos para que pasen poco por el puesto de trabajo y residan en el extranjero. Sin materia no hay sustancia. Sin amiguitas del ministro contratadas en empresas públicas con dinero público no hay 'mamancia'. Todo sin ninguna explicación más allá de la exigencia de fe incondicional: no hay nada de nada y van a por nosotros.
Les oigo decir cosas y me pregunto si van a decir las decisivas, las que importan. ¿Van a decirnos qué partido socialista, con qué principios y con qué marco ideológico va a salir del Congreso? Es lo que tienen pendiente. Llevan siete años recibiendo tirones de aquí y de allá: los arrastran los comunistas a sus barricadas y los nacionalistas a sus independencias y así poco a poco el socialismo ha ido perdiendo el perfil que le hacía un puerto de confianza para muchos ciudadanos progresistas e incluso para los de centro que le veían colmillos al otro lado; sí, esa gente que nunca votaría a un partido revolucionario ni a uno rojo bermellón, como demuestra la historia de Izquierda Unida y su 11% de voto máximo en la época de Anguita.
El PSOE siempre fue un partido de mayorías, mientras que ahora es un partido zarandeado por las minorías. ¿Van a debatir como revertir el daño? ¿Creen que volcándose aún más hacia la izquierda radical recuperaran a los sectores de progresistas tranquilos que ni quieren un cambio de régimen ni la abolición de lo privado ni echarse al monte a estas alturas? ¿Van a darse cuenta, de una vez por todas, de que el PSOE y el PP, ambos, los dos, son partidos sistémicos sin los que la democracia española no es posible? ¿Son conscientes de que las personas pasan, pero los ideales y las ideas deben permanecer, que no se cambian, como las sábanas, una vez por semana? ¿Han reparado en que si para salvar a unos cuantos derriban la confianza en el Estado de Derecho estarán matando la democracia?
Me va a subir la fiebre, ya es la hora. Sigo medicándome. Espero así estar más despierta el domingo cuando hable el líder. No sé por qué me da que me va a aclarar todas mis dudas y puede que hasta las de Lobato. Incluso que de un supremo soplido lo explique todo y deje sin sedimento térreo a los malos, para que no puedan amasar fango. Por esperar que no quede.