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Sumas que restan

Casado y Arrimadas se felicitan del pacto en Euskadi

Esther Palomera

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De los guionistas de “Regreso al pasado”, llega ahora a las pantallas de la política “Sumas que restan”. No hay más que ver los datos que maneja la demoscopia para comprobar que dos más dos no suman cuatro ni en Euskadi, ni en Galicia, ni en Cataluña, aunque Pablo Casado se empeñe en lo contrario en su afán por refundar la derecha española.

La operación Ciudadanos en Euskadi ya se ha dejado por lo pronto en el camino al líder de los populares vascos, Alfonso Alonso, que ha sido fulminado sin contemplaciones como cabeza de lista por no transigir con las directrices de Génova y rebelarse, no sólo a la entrega de varios puestos de salida para los naranjas sino a aceptar un trágala del que se enteró por la prensa y de malos modos. “Romper con un wasap de una línea una tarde de domingo no es la mejor forma ni tampoco una muestra de valentía”, lamentan en el entorno de Alonso.

En realidad, la sensación en el PP vasco, pero también en el gallego y en el andaluz es que la fusión con los de Arrimadas ha sido la excusa y que el fondo de esta batalla dada por la calle Génova hay que buscarlo en el “Quo vadis?, Pablo”, que es el que ha provocado una ruptura que se veía venir desde hace año y medio . La falla se abrió cuando Alonso apoyó a Saénz de Santamaría frente a Casado en el último congreso nacional de los populares, se impuso la línea dura y el sector moderado empezó a dar la batalla frente a una deriva que creían suicida y que beneficiaría, como ha sido, a la ultraderecha de Vox.

Ahora se ha sabido que antes de echarle de la candidatura, Casado ofreció en dos ocasiones a Alonso una salida en Madrid para que abandonara Vitoria y acallar así su verso suelto. La primera vez le prometió la presidencia de una empresa pública del gobierno regional que preside Isabel Díaz Ayuso. La segunda, un asiento de consejero en Indra. Ninguna tentó a Alonso, que decidió mantener el pulso y morir en las urnas, sabiendo de antemano que el resultado sería pésimo por la estrategia de un PP, al que algunos llaman ya el “Partido Nacionalista del Barrio de Salamanca”, en alusión al distrito madrileño en el que Casado comenzó su andadura en las Nuevas Generaciones del PP.

Todo ha estallado, eso sí, a 40 días de las elecciones autonómicas vascas y gallegas. Así que el aliciente para votar a una coalición en Euskadi que nace lastrada por la polémica y la fractura interna si no es de cero se le acercará mucho. Está por ver cómo afecta todo esto en Galicia a Feijóo y a su tambaleante mayoría absoluta.

La única certeza que hay entre algunos cargos del PP es que igual que hay sumas que restan, Casado debiera saber que no hay nada que se repita y que todo cambia con el tiempo. También los momentos de gloria y esplendor de un aznarismo que se propone resucitar a toda costa y caiga quien caiga.

En realidad Iturgaiz ha sido una solución de emergencia, después de que le fallaran otras, incluida -cuentan algunos populares- la de la ex socialista y ex líder de UPyD, Rosa Díez. De lo contrario no se explica la idoneidad para Vitoria de alguien que no era apto hace unos meses para representar a la derecha en Europa y a quien Casado mostró la puerta de salida situándole en el puesto de 17 de la lista.

Iturgaiz, que ha tardado minuto y medio en vestirse el traje de “casadista” y usar su mismo lenguaje, ha aceptado sin pensarlo demasiado sustituir a Alonso mientras aún retumban en los oídos de sus correligionarios las palabras que pronunció durante la última junta regional del PP vasco el pasado 6 de febrero: “Hay que defender a Alonso”. Su vehemente arenga en el cónclave de Vitoria se producía días después de que desde Génova pusieran en entredicho la candidatura de Alonso y antes de haber cargado en privado contra Casado y contra la dirección nacional por intentar desprenderse del presidente de los populares vascos.

Casado desea para el PP los tiempos de vino y rosas de los 90, pero no ha caído en la cuenta de que ni España es ya hoy la misma ni el País Vasco vive afortunadamente los tiempos más duros de su historia frente al combate contra ETA. Pero para frenar su sangría en votos y avanzar en la refundación de la derecha ha roto el PP vasco porque en realidad le importa poco el resultado que allí obtenga.

La coalición con Ciudadanos es el argumento para blindarse en Génova. En realidad, el nuevo PP con quien compite no es con el PNV o con el PSE, sino con el “marianismo”. Y para ello dice ser, junto a Álvarez de Toledo, García Egea y el resto de su tropa, el guardián de las esencias de un PP de hace 20 años que ni existe ni volverá jamás porque como dijo Heráclito, “todo fluye porque toda está en movimiento”, también España y la derecha política y social.

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