Sutil y adecuada solución

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Justo cuando el PSOE muestra su imagen más compacta, tras un congreso en el que se asistió al abrazo en público entre el expresidente Felipe González y el presidente Pedro Sánchez, llega el primer choque de fondo en la coalición PSOE/Podemos.

Puede ser una coincidencia, pero en estos tiempos de política acelerada, frenética y cainita, se sospecha de determinadas coincidencias.

Las elecciones generales se celebraron en noviembre de 2019. De ellas salió un gobierno de coalición de izquierdas, insólito en un país acostumbrado al derechismo rampante y al golpismo militar. Iniciada su vida, se inició también la mayor tragedia en siglos, una pandemia que hizo debilitar y envejecer a la mayoría de los gobiernos. Así, el gobierno de coalición que lleva dos años en el poder, parece que lleva cuatro, y eso produce un desgaste supremo. 

Las próximas elecciones generales deberán celebrarse en noviembre de 2023, salvo adelanto. Hasta entonces queda un largo camino, seguramente con la sensación de ser más corto que el ya recorrido, porque el peso de la pandemia será menor y, además, los fondos europeos ayudarán a paliar los efectos de la crisis.

Pero hete aquí que justo en la mitad de la legislatura se producen la crisis de gobierno, el viraje político de Sánchez, que vuelve a acordarse del partido, y la reconciliación con el viejo PSOE. Para completar el viraje, el presidente llega a un acuerdo exprés con el Partido Popular en materias harto complejas como la renovación del Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo y la Agencia de Protección de Datos.

Lo que antes resultaba imposible, se soluciona ahora en un plis plas. Esto nos enseña que no es que la política se mueva en una modernidad líquida como señalan algunos expertos, es que se soluciona, como dicen en Bilbao, con un marianito. Félix Bolaños y Teodoro García Egea quedan a tomar un marianito, y entre que les ponen el hielo y la aceituna, han acordado los nombres de los nuevos componentes de todos esos órganos, lo que hace cuatro días era misión imposible.

En ese contexto, cuando el presidente Sánchez parece querer olvidar su papel de outsider de la política, que le llevó a ganar las elecciones, se arropa con barones y duques y pacta con el PP, llega el aldabonazo de Unidas Podemos con la reforma laboral. Yolanda Díaz, responsable de Trabajo, lo que parece tener cierta relación con la reforma laboral, se queja de que la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, envió el jueves por la tarde un correo electrónico a los departamentos ministeriales implicados, en los que ella se situaba como coordinadora del proceso. A renglón seguido, la coordinadora de UP, Ione Belarra, publica un tuit contundente: “El espacio confederal de Unidas Podemos solicita una reunión urgente de la mesa de seguimiento del acuerdo de coalición entre el PSOE y UP. Necesitamos abordar la gestión y ejecución de los compromisos de coalición”.

Por la mañana, en un marco muy apropiado, el XXII Congreso Confederal de CCOO, Calviño ya había explicado que la verdadera negociación de la reforma laboral estaba sin empezar y que lo que hasta ahora se ha hecho, y lo ha hecho la otra vicepresidenta, la segunda, Yolanda Díaz, eran “contactos preliminares”.

Desde Bruselas, donde le pilla el rifirrafe de la coalición, el presidente allana el camino de Calviño y, sin citarla, la pone al mando de tan fundamental tarea: “Es una ley del Gobierno. Todos los ministerios implicados tienen que colaborar. Es la orden que he dado”. Sánchez había anunciado durante el congreso del PSOE unos días antes: “Avanzaremos poniendo punto y final a leyes como la ley mordaza y la reforma laboral del PP, impuestas y sin acuerdos, que precarizaron los contratos y devaluaron los salarios”. 

Ha habido más momentos de tensión entre Yolanda Díaz y Nadia Calviño, pero no se había llegado a un punto tal de fricción como para convocar la mesa de seguimiento. En esta ocasión en Unidas Podemos consideran que la situación es grave porque afecta a contenidos críticos para la formación morada y consideran una injerencia, precisamente, en la materia de la vicepresidenta de UP, trabajo.

Este mismo viernes se produce el segundo acto. La protagonista es la máxima representante del poder legislativo y presidenta del Congreso de los Diputados, la socialista Meritxell Batet. Unidas Podemos anuncia primero que presentará una querella contra ella por prevaricación por su decisión de suspender como parlamentario al miembro de la coalición Alberto Rodríguez, pero finalmente matizan que será a título personal del afectado. “La decisión que ha tomado cediendo ante la vergonzosa presión del Supremo y la extrema derecha hace un daño enorme a la democracia y a nuestro país”, dicen desde UP.

Si esto no es una crisis, que no lo es, nos dicen, resulta de lo más parecido. Dos años de gobierno dan para mucho. Dos años de gobierno sometido a la dura prueba de la pandemia, dan para más. 

En el pasado mes de julio, hace cuatro días como quien dice, Yolanda Díaz aseguraba que la coalición de Gobierno “no solamente funciona bien, sino que está dando lo mejor de sí misma”.

Pero la misma vicepresidenta, la política mejor valorada por los ciudadanos según el CIS, también precisaba que “el Gobierno progresista no puede funcionar con las reglas de juego marcadas por el neoliberalismo”, y que “el Gobierno no puede parecer más cerca de la élite que de la gente”.

En la clausura ayer del congreso de CCOO, marco circunstancial del encontronazo entre dos posturas difícilmente conciliables, Yolanda Díaz confirma que “vamos a derogar la reforma laboral a pesar de todas las resistencias, que las hay y son muchas”.

En un contexto de bajos y precarios salarios, y fuertes alzas de valores básicos como la energía que disparan el IPC, la convocatoria de la mesa de seguimiento del acuerdo PSOE/Unidas Podemos que se celebrará en la semana entrante, resulta un acontecimiento decisivo para el discurrir del segundo bienio de la legislatura. En esa mesa participan ministros de ambos grupos políticos, pero en caso de discrepancias profundas, deberán ser el propio Pedro Sánchez y Yolanda Díaz los que las diriman siguiendo las enseñanzas de Baltasar Gracián: “Pondérase la discordancia, y luego pasa el ingenio a dar una sutil y adecuada solución”.