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El teletrabajo ha muerto y tu jefe no se fía de ti

Trabajador desde casa en una imagen de archivo
7 de septiembre de 2023 22:04 h

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Los niños vuelven al cole y los adultos a la oficina, que puede ser un lugar diseñado para fomentar la creatividad y la productividad o un espacio opresivo en el que eres una pieza más en un engranaje que no entiendes del todo. En todo caso, este septiembre de vuelta al curro certifica la muerte del teletrabajo, aunque el trabajo remoto a tiempo parcial sigue en buena forma en EEUU, Reino Unido y Canadá, según un estudio de Stanford, el Instituto Tecnológico Autónomo de México y el Ifo Institute, en el que se ha entrevistado a 42.000 trabajadores en 34 países. 

En los países asiáticos, el teletrabajo es residual y circunscrito a trabajadores extranjeros. Reino Unido, sin embargo, es uno de los paraísos del teletrabajo, aunque con sonadas excepciones. ¿Recordáis al parlamentario británico Jacob Rees-Mogg? El que fuera portavoz del partido conservador se convirtió en meme con una foto en la que aparecía recostado en los asientos de la Cámara de los Comunes, durante un debate sobre el Brexit, la opción que apoyaba con su magnífica flema inglesa. Fue una postura perfectamente británica de clase alta, con el traje en perfecto orden y una actitud que envidian los nuevos ricos de otros lugares del planeta. A Jacob Rees-Mogg, que puede echar una cabezadita en su parlamento, le horrorizaba tanto el teletrabajo que dejaba notas manuscritas en los escritorios de los empleados que cumplían la jornada laboral en remoto: “Sorry you were out when I visited,” (Siento que no estuvieras cuando fui a verte). Un postit que detalla una creencia que afecta a todo trabajador asalariado: si no estás de cuerpo presente en la oficina, sea cual sea tu desempeño, estás muerto. Al mismo tiempo, Rees-Mogg ejemplificaba a la perfección la esencia del presencialismo, esto es, estar en el puesto de trabajo aunque sea dormitando y no vayas a hacer nada útil.

A todo esto, ya está lista la segunda temporada de Severance, la serie que nació de las reflexiones acerca de estar presente en la oficina de Dan Erikson, su creador y guionista. Erikson, que trabajó en varias empresas multinacionales del entretenimiento, dijo en una entrevista a El País: “Lo vivía como algo traumático, pero al mismo tiempo sabía que debía sentirme afortunado por tener un trabajo. Cada mañana imaginaba la posibilidad de teletransportarme directamente a las cinco de la tarde, cuando acababa mi jornada laboral. Es extraño encontrarte a ti mismo deseando no existir durante un tercio de tu día”.

Todo esto fue antes de la pandemia, cuando se pensó con igual grado de poco éxito que en el futuro podríamos trabajar desde casa cuando lo necesitáramos y que saldríamos mejores de ese gran reto mundial. Ni lo uno ni lo otro. El experimento forzoso de trabajo remoto se saldó con enfrentamientos enconados entre ejecutivos y trabajadores y un regreso a la oficina bajo pena de despido. Zoom, la empresa fundamental en pandemia para la eficacia del teletrabajo, ha obligado a sus empleados a volver en cuerpo y alma a sus oficinas, porque hay que repensar el “enfoque híbrido” de la jornada laboral.

En España, con una cultura empresarial que fomenta la suspicacia mutua entre empleadores y trabajadores, el regreso presencial al lugar de trabajo se debe, sobre todo, a que los jefes no se fían de su equipo. Estar presente, no importa lo que estés haciendo ni tu productividad, es un plus, y los que trabajan en remoto tienen que aguantar interacciones que no son de trabajo sino de control. En lugar de producir, la principal ocupación del trabajador es dejar constancia de su presencia y que el ratón del ordenador nunca esté inactivo, no vaya a ser que esté escaqueándose.

Hay varios estándares subjetivos en el ámbito laboral y uno de ellos es el compromiso con la empresa. La empresa puede permitirse pagarte con salario emocional, pero exige un teatro que nada tiene que ver con la productividad o los objetivos, sino con la valoración subjetiva de jefes que pueden considerar que no te adaptas a la cultura de la compañía. Estar presente, aunque sea con el cerebro bajo mínimos, es un mérito. Muchos trabajadores, además, caen ante la presión de sufrir un FOMO (Fear of missing out) laboral. El miedo a que si no estás, te perderás algo vital, como un ascenso o un aumento de sueldo. 

Mejores derechos laborales y la confianza entre la empresa y sus trabajadores son las claves de un futuro laboral exitoso para todas las partes. El famoso enfoque híbrido del trabajo, el equilibrio entre el trabajo presencial y el remoto y la conciliación deben ser cuestiones claves de cultura corporativa. La empresa tiene a su alcance todos los mecanismos objetivos para medir el rendimiento de un empleado. No es necesario que su jefe inmediato le vea calentar la silla cada día. ¿O sí es necesario?

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