TIC TAC, Pablo Casado

12 de julio de 2020 22:50 h

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La reluciente victoria obtenida por Núñez Feijóo, investido Epidemiólogo en Jefe por una sólida mayoría de gallegas y gallegos, aunque haya sido muy ayudada por una baja participación buscada a conciencia, acaba de activar una cuenta atrás letal para el liderazgo de Pablo Casado en el Partido Popular. El reloj se detendrá la noche de las elecciones catalanas, a la vuelta del verano. Núñez Feijóo se presentó para esto, no para ganar y gobernar en Galicia, algo que nunca estuvo en discusión; exactamente para esto diseñó una campaña donde la estrella era él.

Si en Catalunya se produce la debacle que pronostican las encuestas, similar a la anunciada y verificada en Euskadi, donde la entrada de Vox le ha conferido categoría de drama gótico, en el Partido Popular muchos levantarán la mano para preguntar si tiene sentido ir a las Generales con un candidato quemado, que acumula seis sonoras derrotas, o resultaría más sensato apostar por un candidato recién planchado que colecciona cuatro relucientes mayorías absolutas. A Casado sólo le salvaría entonces un adelanto de las Generales.

Si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias creen que la victoria de Feijóo debilita a Casado, aciertan. Aunque si le conocieran harían bien en no descorchar aún el champaña. Feijóo encarna a un rival mucho más competitivo y mucho más difícil de derrotar. Si alguien cree aún que aquellas fotos de juventud con el narco Marcial Dorado son su kriptonita, debería actualizar su colección de cómics y su estrategia política.

La capacidad de conexión de Feijóo con el votante medio popular multiplica exponencialmente a la más bien rácana acreditada por Casado, igual que su habilidad dialéctica, su formación o su experiencia y capacidad de gestión. En lo único que Casado podría aspirar a superarle, tampoco lo logra. Núñez Feijóo ha acreditado comportarse como un más que competente propagandista. Cuando le tengan en frente, echarán de menos los días de Casado, cuando todo resultaba fácil y apacible.

En Ciudadanos y Vox deberían preocuparse aún más. El líder que en Galicia no les dio ni la oportunidad de asomarse ya ha demostrado que sabe cómo ofrecer el perfil moderado e institucional que tanto gusta a los votantes naranjas y cómo ignorar y arrinconar a la derecha extrema hasta conseguir que el votante conservador se olvide de que existe siquiera esa opción.

En la política gallega, business as usual. Era una campaña diseñada por los populares para que no pasara nada. Por desgracia, pasó lo del rebrote del A Mariña y la maquinaria de propaganda popular perdió el pie y el compás durante los primeros días de la última semana de campaña, pero la oposición no se enteró. Prefirió seguir adelante con un surrealista carrusel de promesas electorales. Así que es como si no hubiera pasado. El PP se lleva, otra vez, la medalla de oro y además con plusmarca personal, el BNG se ha quedado contento de haber agarrado la medalla de plata esta vez y los socialistas no entienden por qué les ha caído el bronce esta vez si estaban convencidos de haberlo hecho todo para récord. El orden de factores no altera el producto, otra absoluta popular.