El ex presidente del Gobierno por el Partido Popular José María Aznar se resiste a dejar la primera línea política, sigue acaparando titulares y lo hace con periodicidad cronometrada. En una de sus últimas intervenciones ha dejado unas cuantas perlas que merecen ser analizadas, incluida la referencia a la creación de lo que llama “la comisión de la verdad” por el Ejecutivo de Pedro Sánchez, para atacar a las fake news. Aznar, hijo y nieto de periodistas, se convirtió, junto a su ministro del Interior Ángel Acebes, en un experto en fake news con motivo de los atentados del 11M en Madrid, por eso sabe de lo que habla.
“A día de hoy mirar la cara de Pedro Sánchez es ver la cara de un tonto útil”, dice el expresidente. Parece lógico pensar que el respeto a las instituciones es inherente a un expresidente, pero en el caso de Aznar al parecer esto es soslayable. Aznar utiliza la expresión que se le atribuye a Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, para referirse a los tontos útiles que apoyaban su revolución comunista en Europa. Esa expresión tiene dos vocablos: “tonto” y “útil”. Y la pregunta que podemos hacernos cuando en su día escuchamos a Aznar, en su época de presidente, hablar en “tejano” en una rueda de prensa con el presidente estadounidense George W. Bush, es cuál de esos vocablos le viene más al pelo. Y cuando vemos la fotografía de George W. Bush poniendo, con patente autoridad, y tras lograr el apoyo de Aznar a la invasión de Irak, su mano izquierda sobre el hombro de Aznar con el engominado pelo inoportunamente revuelto, seguimos con la misma pregunta.
En el invierno de 2003, el presidente de Estados Unidos George W. Bush decidió invadir el Irak de Sadam Hussein y utilizó para ello informaciones falsas, otro experto en fake news. Solo le acompañó el británico Tony Blair y, cómo no, José María Aznar. El presidente francés Jacques Chirac, el aliado deseado por Bush, no quiso participar en lo que consideró neoimperialismo del americano, y Bush tuvo que tirar hacia abajo y encontró el apoyo incondicional de Aznar. Años después, y finalizadas sus carreras políticas, Tony Blair dijo “tuve todo el éxito, excepto en Irak” y Jacques Chirac manifestó: “fui un completo fracaso, excepto en Irak”. Aznar sigue pensando que España salió ganando del desaguisado de esa guerra.
La invasión de Irak tuvo como consecuencia ulterior la comisión de los atentados del 11M de 2004 en Madrid. Esos atentados cometidos por yihadistas islámicos desarbolaron completamente la estrategia política preparada por el PP de Aznar para las elecciones generales que se celebraban tres días después. Utilizaron la mentira sistemática, y se amarraron a las fake news para evitar un batacazo electoral que finalmente se produjo. Presionaron a directores de medios de comunicación y pusieron en marcha una estrategia diplomática para hacer creer al mundo que los atentados eran de ETA y no de extremistas islámicos. Si hubiera sido ETA, presumiblemente creían ellos, el PP hubiera ganado las elecciones. Si la autoría era de los islamistas, el PP se veía perdedor. Ya dice Yuval Noah Harari que “como especie, los humanos prefieren el poder a la verdad”.
Ahora Aznar nos alumbra sobre el hecho de que “una de las doctrinas comunistas y populistas que están hoy más acendradas, es que los medios de comunicación deben ser controlados porque no están al servicio de su verdad, y por eso hay que crear una comisión de la verdad”, al ser preguntado por el polémico procedimiento sobre la desinformación de La Moncloa.
Lo de utilizar informaciones falsas, popularizadas como fake news, lo ha remachado esta misma semana la fundación FAES que preside, cuando asegura que las fake news, “bulos” en castellano castizo, son noticias falsas, mentiras. Pero cuando hay una estrategia política detrás de una noticia falsa, ésta se convierte en desinformación. La desinformación es un instrumento asimétrico que se emplea en las operaciones especiales de influencia política. No es la simple divulgación de mentiras, sino la de mensajes tanto verdaderos como semi verdaderos o falsos para engañar a sus receptores.
La esencia de lo expresado por la FAES de Aznar la encontramos en las actuaciones que marcaron la línea ejecutiva de su gobierno con motivo de los atentados yihadistas del 11M de 2004 en Madrid. En aquella ocasión, 193 personas fueron asesinadas y más de 2.000 resultaron heridas. Entonces, el maestro de la desinformación de la que se queja la FAES de Aznar, fue precisamente su gobierno, que puso en pie de guerra una maquinaria propagandística para comunicar que los atentados eran obra de ETA y no de radicales islámicos, como comenzaba a señalar la policía tres horas después de que se produjeran los atentados. En aquella ocasión, el PP de Aznar se jugaba el resultado de las elecciones, que dieron la victoria al socialista Rodríguez Zapatero, y no dudó en utilizar la desinformación como “operación especial de influencia política”, tal como ahora denuncia la FAES de Aznar.
Un estudio realizado por Miguel Catalán, profesor del Departamento de Ciencias Políticas, Ética y Sociología de la Universidad CEU Cardenal Herrera Oria, sobre los atentados del 11M dejaba meridianamente claro cómo había sido la comunicación pública del gobierno de Aznar con motivo de aquellos atentados. “Lo que sucedió de forma característica entre el 11 y el 14 de marzo de 2004 es que el Gobierno español no sólo quiso que la autoría fuera aquella que le beneficiaba, sino que mintió de forma sistemática desde las instancias oficiales y haciendo uso de todos sus medios para hacer creer al electorado que las cosas habían sucedido tal como convenía a su partido político de procedencia, y no tal como habían ocurrido en realidad.”
Esto sí fue utilizar “una estrategia política detrás de una noticia falsa”, como denuncia la FAES. No sólo eso. El propio Aznar, a la sazón presidente del Gobierno, llamó personalmente a directores de influyentes medios de comunicación para decirles que los atentados eran obra de ETA, a pesar de que la policía ya seguía la pista islámica que resultaría la verdadera. Jesús Ceberio, director entonces de El País, confirmó que el presidente le había llamado personalmente para comunicarle “su absoluta certeza de que ETA había cometido el horrendo atentado”.
Pero, inasequible al desaliento, Aznar sigue soltando perlas. “Estamos viviendo un proceso de deconstrucción constitucional, de deconstrucción institucional, cuyo objetivo es claramente el cambio de régimen, de sistema y sociedad. Para conseguirlo, lo primero que hace falta es deslegitimar las instituciones, que es lo que se está haciendo, empezando por la institución monárquica y terminando por todas las demás. Lo que se está haciendo es deslegitimar la institución monárquica para intentar sustituirla”, asegura. Y aquí la pregunta que habría que dirigirle al expresidente es obvia: ¿Quién está haciendo más por deslegitimar la institución monárquica?
No se si Aznar tendrá la respuesta clara, yo no la tengo. Pero sí que puedo colegir que el partido pro republicano que se integra en el actual Gobierno de coalición, no tiene fuerza suficiente, por sí mismo, en el contexto político actual para “deslegitimar la institución monárquica” e “intentar sustituirla”. Podemos poco puede hacer en ese aspecto cuando el gran partido de la coalición, el PSOE, no se ha movido de su línea habitual y Pedro Sánchez asegura que “este Gobierno y este presidente no van a socavar ni las bases del pacto constitucional, ni la monarquía parlamentaria ni van a contribuir a la inestabilidad”.
Así que a esa decisiva pregunta de Aznar, la respuesta más clara es que quien más está haciendo por deslegitimar la institución monárquica es la propia institución monárquica. Es Juan Carlos I, primero como rey y, al parecer, a partir del golpe de Estado de Tejero y compañía en febrero de 1981, cuando inició su maratón de propinas, según cuenta la periodista Pilar Eyre. Luego, como rey emérito, continuó con lo de las propinas, seguramente porque el hombre, como dijo Charles Dickens, es un animal de costumbres y es difícil dejarlo. Es evidente que lo que está deslegitimando la monarquía es el caudal incesante de noticias sobre las corruptelas del emérito, y no otra cosa como quiere ratificar Aznar.
Este nuevo mundo de la posverdad, lleno de mentiras y ficciones entre las que hay que manejarse con discernimiento para encontrar la verdad, tiene todo tipo de pillos expertos en estrujar la realidad hasta moldearla a su gusto. Así que necesitamos seguir aquella máxima del ciego de El Lazarillo de Tormes dirigida a su ayudante: “Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo”.