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Violencia institucional

Sólo 3 personas de cada 100 están preocupadas por la violencia de género. Hablamos de España, claro, en otros países esta cifra puede incluso descender.

Pero para opinar y responder libremente, hay que estar informado, o tu respuesta acabará siendo lo que el establishment ha decidido que sea. Por ejemplo, en ese mismo enlace, se vende como titular “La violencia contra la mujer sólo es una preocupación esencial para 3 de cada 100 españoles”. En el cuerpo de la noticia, sin embargo, se deja saber que hablan de la violencia de género como si se tratase de la misma cosa.

Oficialmente, la violencia de género sólo la pueden sufrir mujeres por parte de su pareja hombre, y ésas son las únicas que se contabilizan para luego decir de pasada en los telediarios. Como muchas veces decimos, quedan fuera de esos números y de esa violencia muchas mujeres abusadas, maltratadas y asesinadas por parte de hombres, ya que no les unía una relación sentimental tradicional.

Pero la violencia contra las mujeres va mucho más allá del maltrato al que someten a su pareja muchos hombres. Si no se conocen cómo y cuáles son estas violencias que se ejercen sobre nosotras, jamás vamos a acabar con ellas, ni vamos a dejar de normalizarlas generación tras generación, ni mucho menos vamos a contestar libremente al CIS. Del voto que colamos en la urna ya ni hablamos.

Puede que la violencia más oculta que sufrimos las mujeres sea la institucional.

Ésta no es más que todos los actos u omisiones por parte de organismos e instituciones públicas que generan violencia sobre la ciudadanía. También los hombres pueden sufrirla, pero por lógica en una sociedad patriarcal, son las mujeres sus principales víctimas. Además, en un sinfín de formas.

Las mujeres y niñas haitianas que han sido violadas por cascos azules (enviados por la ONU para “misiones de paz”), por ejemplo, no sólo sufren la agresión que supone la violación en sí, sino que además, se topan con otros mecanismos que siguen ejerciendo violencia contra ellas y contra los hijos que paren de dichos soldados: la ONU da inmunidad diplomática a sus soldados, por lo que las reclamaciones de dichas mujeres ni son oídas ni encuentran justicia.

Al igual que las haitianas, también en otros países las mujeres son víctimas sangrantes de los engranajes del sistema patriarcal que rige a las instituciones, donde los cascos azules son la punta de lanza: Sri Lanka, República Centroafricana, El congo, etc.

En este artículo de ctxt.es, donde entrevistan al abogado de DDHH, Mario Joseph, se hace un compendio del horror que sufren mujeres y niñas en Haití tras los 13 años de presencia de soldados de la ONU: desde abusos hasta contagio de cólera en un país especialmente vulnerable tras el terremoto.

Por supuesto, también en España las mujeres sufrimos violencia institucional, y ejemplos hay cada día. Desde las víctimas de violencia machista que deciden denunciar a su agresor y son menospreciadas en comisarías y cuarteles de la Guardia Civil y acaban siendo asesinadas, hasta las que son culpadas por el propio Ministerio de la violencia que reciben: “Interior vincula los crímenes machistas con la decisión de las mujeres de separarse rápido”.

Es imposible no ejercer violencia contras las mujeres si el sistema bajo el que se rige la sociedad es un sistema machista. Es imposible acabar con la violencia machista, institucional o no, si quienes tienen como labor erradicarla son personas sin ninguna formación feminista, que se dedican a hacer “estudios” de por qué nos matan para concluir que la culpa son nuestras prisas.

Es imposible que los cascos azules dejen de violar a mujeres y niños si los engranajes del sistema bajo el que actúan los siguen diseñando personas sin perspectiva de género, cuyo único motor, además, es el poder y los intereses imperialistas.

Es imposible, en definitiva, acabar con la violencia contra las mujeres en un mundo como el actual, donde los que pueden marcar un cambio no sólo no saben ni les interesa cambiarlo, sino que cuando les dé por acercarse al problema, descubrirán que para erradicarlo sólo tienen una opción: marcharse para que sean otras y otros quienes desmonten pieza a pieza la máquina que ellos han tardado siglos en levantar (con nuestra mano de obra, por supuesto). Descubrirán, si no lo saben ya, que es necesario el feminismo para levantar un nuevo sistema basado en la igualdad, que controle hasta su mínima expresión todas las relaciones de poder y cada uno de los módulos de opresión existentes en la actualidad.

No pretendo ser pesimista, pero parece obvio que ninguna de las personas que leamos este artículo llegaremos a ver semejante cambio. Sí quisiera, sin embargo, ser realista, y remarcar que la responsabilidad de que ese mundo se materialice algún día está en nuestras manos. Ese mundo feminista es posible, por supuesto que lo es, pero hay que construirlo.

Como dijo Marx, “la historia no es ni hace nada. Quien es y hace es la gente”.