Hay mucho de matrimonio de conveniencia entre Podemos e IU. Hacerse los guays en Sol y tomarse unas cervezas para disimularlo sólo evidencia aún más y de manera bastante innecesaria. Esto es política. Ni colegueo, ni novela de amor. Nadie sensato espera romance, ni siquiera sexo. Bien lo saben quienes ahora rastrean las hemerotecas para escandalizarse buscando las cosas que unos y otros se dijeron en diciembre. Todos los acuerdos son de conveniencia y deben serlo para ambas partes. La política es el arte de lo posible, no un remake de Romeo y Julieta; aquí los matrimonios de conveniencia siempre funcionan mejor y duran bastante más.
Las posibilidades de sumar más juntos que separados resultan evidentes. Ambos necesitaban una acuerdo y han demostrado inteligencia y pragmatismo para alcanzarlo. Así se hace la buena política.
IU precisaba de Podemos para sus expectativas electorales no acabasen muriendo en las playas de la ley electoral. A Pablo Iglesias se le notaba la mala conciencia y la necesidad de redimir su estrategia tras el 20-D sumando a IU. Sabe que votar con el PP siempre tiene un coste y seguramente intuye que, a día de hoy, el gran beneficiado la repetición electoral es Mariano Rajoy. Le apremiaba la necesidad de demostrar que la culpa no fue suya y hará todo lo posible para lograr un acuerdo. Una urgencia que le lleva a sobreactuar su afecto por los socialistas mientras propone un acuerdo para el Senado buscando dividirlos, pero arriesgándose a provocar justo el efecto contrario.
Afortunadamente para él, le han ahorrado el esfuerzo de enmendar su posible error. Si como argumentan los socialistas la oferta de Podemos era una trampa, Pedro Sánchez la ha activado respondiendo “no gracias” casi al instante cuando no había prisa alguna. Si era una trampa lo inteligente parecía apretar un poco más el lazo diciendo que sí, para forzar al otro a asumir el coste de negar un acuerdo que en el fondo ninguno quiere. Si la oferta era genuina todo eran ganancias para un PSOE que se sentaría a negociar con los números del Senado a su favor.
La enternecedora preocupación de la prensa conservadora por la autonomía de IU aporta el mejor indicador de lo conveniente que puede resultar su matrimonio para Podemos e IU. Algo se ha removido. Oír a Albert Rivera desenmascarado a los comunistas, o a Rajoy alertándonos sobre el peligro radical, es como escuchar a la hija de Franco en aquella película en blanco y negro donde deseaba a todos los niños del mundo que no cayeran bajo las garras de los enemigos de la patria.
La derecha ya ha dejado claro que piensa usar el fantasma del comunismo para movilizar a los suyos. Una estrategia que contribuirá a polarizar la campaña pero puede tener un beneficiario inesperado. Según el último CIS la mitad de los españoles se sitúan en el centro izquierda y la izquierda, entre el 3 y el 5 de la escala ideológica. El único partido a quien los votantes sitúan dentro de esa escala es el PSOE (4.5). Los españoles sitúan a Ciudadanos en la derecha (6,4) al PP en la derecha estricta (8,2) y a Podemos e IU más a la izquierda (próximos ambos al 2.3).
Igual que el pacto con Ciudadanos ha escorado a la derecha la percepción sobre el PSOE, la coalición con IU aportará votos pero también escora a Podemos demasiado a la izquierda en la percepción de muchos votantes. La estrategia popular de demonización del acuerdo entre Podemos e IU puede facilitarle mucho a los socialistas la tarea de recuperar espacio por su izquierda si consigue rearmar su discurso. Una puerta se cierra y otra se abre. La política es así.