A mediados de mayo, cuando Mariano Rajoy lograba aprobar sus presupuestos y cerrar el apoyo del PNV, Ciudadanos deslumbraba en las encuestas y PSOE y Podemos se repartían las sobras del desgaste popular, la mayoría dábamos por hecho que se completaría la legislatura porque no daban las cuentas para sumar una mayoría alternativa a los populares.
A principio de junio, cuando Pedro Sánchez sacaba adelante su moción de censura y presentaba un gobierno recibido en los medios como si fuera el reparto de Los Vengadores 4, Albert Rivera desaparecía del mapa mediático, los populares se apuntaban a las primarias como si fuera la excursión de fin de curso del Marianismo y Podemos parecía el colega enrollado de una road movie, la mayoría dábamos por hecho que podría aguantar al menos hasta principios de 2020 porque la crisis del PP iba para largo.
A finales de julio, tras la sucesión de catastróficas desdichas de RTVE y el hundimiento del Maine de la senda de déficit, la derecha revive entusiasmada al poder elegir entre dos caudillos para reconstruir la unidad de España, como nosotros de niños cuando salía el nuevo Zipi y Zape, Podemos quiere marcar perfil propio, Carles Puigdemont avisa que se acaba el periodo de gracia y la mayoría sentencia que a Pedro Sánchez no le queda más camino que convocar elecciones porque en la democracia española hay una regla nueva: puedes gobernar con los presupuestos del año anterior pero no con los objetivos de déficit del año anterior.
Tenemos que dejar de vivir así. Ni España ni ningún Estado del mundo moderno puede sobrevivir a semejante carrusel político. Echando cuentas, la legislatura ya ha muerto y ha resucitado tres veces, el triple que Jesucristo. Eso no puede ser bueno ni para a salud, ni para la política. Antes de volver a matarla y tener que volver a revivirla puede que convenga repasar las evidencias y contar hasta diez.
Entre tanta incertidumbre hay un dato que permanece invariable y sigue apuntalando la XII legislatura: en mayo y en junio solo Ciudadanos quería ir a elecciones y hoy solo Ciudadanos quiere ir a elecciones. Pablo Casado y los Populares necesitan tiempo para recuperar espacio cedido a los naranjas y qué mejor escenario para eso que hacer oposición con sus 134 diputados a un gobierno que solo suma 84, los nacionalistas vascos apoyaron a Rajoy y apoyan a Sánchez para evitar el adelanto electoral, los nacionalistas catalanes quieren votar primero en Catalunya para decidir cómo concurren a las generales y Podemos ya sabe qué se juega en unos comicios bajo el reproche de haber apostado contra un gobierno alternativo al PP.
Únicamente a Ciudadanos le conviene ir a las urnas cuanto antes; antes de que los socialistas rentabilicen el gobierno, antes de que se rearmen los populares y antes de que se diluyan sus expectativas demoscópicas. Nada une más que la necesidad, que además suele acabar haciéndose virtud, también en política.