De vuelta en la burbuja
Si los líderes políticos españoles han logrado salir este verano de la burbuja en la que viven en Madrid compartiendo espacio con nosotros: periodistas, tertulianos y columnistas y han sido capaces de escuchar a alguien más que a sus asesores, tal vez han podido comprobar el hartazgo de los ciudadanos y el descrédito que arrastran desde hace cuatro años.
La gente no les hace ya mucho caso; han llegado a la conclusión de que el país sigue funcionando sin gobierno y de que cada líder político piensa solo en sus intereses y cálculos electorales. Es un clamor la impresión de que nadie tiene un proyecto para nuestro país. Puede que no le demos demasiada importancia, pero así, día a día se deteriora la democracia y ya vemos lo que está pasando a nuestro alrededor.
Si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han querido escuchar algo, se habrán dado cuenta de que los ciudadanos les culpan a los dos del fracaso de julio. Se ha notado demasiado que el PSOE no quería un gobierno de coalición y se ha vuelto a ver en pantalla la película de Unidas Podemos frustrando la investidura del líder socialista.
De momento, no se nota o no les importa porque estamos en el día de la marmota, pero con 40 días menos para evitar la repetición electoral. Eso sí, la dirección de Podemos da muestras de nerviosismo y en La Moncloa esperan los resultados de las primeras encuestas de septiembre para decidir si se arriesgan a repartir cartas de nuevo el 10 de noviembre.
El verano no ha ido bien para el gobierno. Su relato de que toda la culpa del bloqueo es del malvado Iglesias no ha cuajado más allá de los incondicionales y la gestión de la crisis del Open Arms ha sido catastrófica ante el electorado de izquierda que fue el que se movilizó el 28 de abril.
Un año después del Aquarius, el gobierno de Pedro Sánchez ha acabado enfrentándose públicamente con una ONG española que ha rescatado a miles de personas en el Mediterráneo y ha llegado a amenazarla con sanciones por salvar vidas en el mar. Era difícil hacerlo peor.
El cabreo de los ciudadanos no se limita a la izquierda. La desconfianza es general. Albert Rivera ha desaparecido más de un mes porque según algún brillante colaborador, lo que pasa en agosto no existe. Pues, si ante la crisis del Open Arms, el desastre de gestión de la listeriosis o el incendio más grave en años en Canarias, el líder de Ciudadanos no tiene nada que decir, igual puede seguir de vacaciones el resto del año; sobre todo si deja el partido en manos de personajes como Marcos de Quinto. Hay fichajes envenenados.
Y en el PP aseguran que están encantados ante la posibilidad de volver a las urnas, pero también deberían ser conscientes de que el equipo de Pablo Casado sigue estando muy verde y de que el hecho de que mucha gente moderada eche de menos a Rajoy cada vez que aparece no es un buen síntoma para los nuevos de Génova 13. La idea de compartir listas en lo de España Suma con la extrema derecha que niega el cambio climático o la violencia de género no parece que vaya a acercarles al centro.
Los protagonistas de nuestra España política bloqueada ya están de vuelta en su burbuja, rodeados de sondeos y aprendices de brujo. En principio las cosas solo pueden ir a peor, pero igual hay sorpresa final como acaba de ocurrir en Italia. A veces, el vértigo ante el precipicio es demasiado fuerte.