Inquietante

Me inquieta mucho que haya gente que repudie una forma de gobierno que defiende las libertades de las personas, una educación y una sanidad dignas, para todos y de todos; la ciencia, el feminismo, el ecologismo; que respeta la diversidad y ve en ella un signo de riqueza, y no una amenaza o un enemigo al que hay que eliminar; que protege al vulnerable y le facilita los medios para que deje de serlo; que tiene como objetivo que cada vez haya menos desigualdades, más justicia social y más conciencia colectiva.

Es obvio que a una parte de la sociedad le interesa que las desigualdades y el individualismo sencillamente se eternicen. Lo que me inquieta es que mucha otra gente que rechaza un mundo más justo representa parte de esa diversidad, y es también vulnerable y víctima de la desigualdad y la precariedad. Me inquieta que esa gente simpatice y se afane en la defensa, el amparo y la perpetuación de las prebendas de unos pocos (entre los que ni siquiera se encuentra), y que se acomode bajo la suela inmunda de los privilegiados.

Me pregunto por qué ocurre algo así. Quizá es porque los que ostentan el poder cuentan con medios más cautivadores y persuasivos. Quizá es porque quienes pretenden un mundo más igualitario y justo no han sabido seducir y convencer. Quizá es porque ponerse moralmente del lado del desfavorecido (máxime cuando uno lo es) implicaría una coherencia también en la acción, habría que involucrarse con hechos, con movimientos más comprometidos más allá de la queja estéril y ruidosa, de la pereza y de la indolencia; y eso es demasiado esfuerzo.

O quizá sea por todo un poco, y precisamente por ello es todo más complejo de lo que parece.

Complejo, e inquietante, sí.