Sé que la totalidad de los lectores de este blog celebra conmigo los cambios sociales que hemos vivido en las últimas décadas en relación con la normalización de la realidad LGTBI. Y verán en positivo que una buena parte de estos cambios tenga ya su reflejo en la legislación vigente. Esto no resta importancia al hecho de que, como todos sabemos, sigue habiendo retos pendientes y no poca incertidumbre hacia el futuro.
Puede que este disclaimer me vacune contra la sospecha de ser demasiado conservador por expresar satisfacción o, incluso, un frívolo. Asumo el riesgo de quedarme estas etiquetas y me ahorro una introducción más larga y aburrida que, aunque quizás las evitaría, no aporta nada en un post en el que voy a contar cosas de Perogrullo, señalar retos de los que se habla poco y desmontar algunos mitos que identifico detrás de la etiqueta LGTBI.
Veo mucho empecinado en que quienes pertenecemos a alguna minoría (sexual en este caso) encajemos en ciertos estereotipos que se construyeron en el pasado para dar visibilidad y normalidad a realidades diversas. Y por eso, cada mes de junio me parece más importante recordar que las personas a las que se suele englobar bajo las siglas LGTBI-etc. somos extraordinariamente diversas. ¿Ya lo sabemos? Quizás, pero esa diversidad está muy frecuentemente oscurecida porque encaja mal tanto en la narrativa multicolor de junio, como en la más gris que va de junio a junio. La diversidad real chirría con el pensamiento en blanco y el negro predominante que dibuja víctimas, héroes, activistas e iconoclastas. Pero (¡tachán!) gracias a la demoscopia moderna podemos afirmar que la mayoría de las personas LGTBI tienen opiniones y expectativas parecidas a las de quienes no lo son, y aspiran a una vida ordinaria, incluso convencional, y a vivir sin sobresaltos como el resto de los mortales. Algo mucho más aburrido que los pintorescos listados de personas-muy-influyentes que vemos en algunas portadas, pero mucho más fiel a la realidad.
Vivimos en el tiempo de los datos hasta el punto de que con un contrato menor cualquier administración puede hacer incursiones en realidades sociales que hasta ahora solo podíamos describir con pesadísimas etnografías. En 2021, el Ayuntamiento de Madrid encargó a la empresa 40dB la primera encuesta a la población LGBTBI de la ciudad hecha con procedimientos técnicamente muy respetables. Comento algunos resultados.
El colectivo, ¿qué colectivo?
Un dato que pasó desapercibido en la presentación de aquel estudio es que solo el 20% de los encuestados declaraba sentirse representado por “alguna asociación LGTBI”. Es más, aunque el 25% declaró no saber qué responder, el 55% de quienes dieron una respuesta dijeron claramente que no se sentían representados por las organizaciones a las se atribuye su representación. Resulta muy interesante que este porcentaje sea muy equilibrado por sexo, y edad. Por supuesto que estas cifras pueden enmarcarse en la crisis de la representatividad y la atomización de las identidades individuales. Pero la realidad es que cuando el asociacionismo LGTBI habla en nombre del “colectivo” y las administraciones les dan el monopolio de la representación de esta realidad, solo están hablando por una de cada cinco personas.
Salir del armario sigue siendo un reto
Incluso el 30% de las personas de 18 a 24 años dicen que les costó mucho o bastante asumir su orientación. Declararse LGTBI es todavía un trago para muchos. Aunque en el 59% de los encuestados recuerda que sus padres reaccionaron con normalidad al conocer su orientación o identidad, cerca de un 41% dice que tuvieron una reacción negativa. Estas cifras son atronadoras porque quienes aún no hayan hecho pública su orientación, seguramente esperan las peores reacciones.
Para la mayoría el gueto gay no existe
La mayoría de las personas LGTBI vive en un entorno no LGTBI. El 60% de los entrevistados tenía en 2021 un grupo de amigos/as formado principalmente por personas heterosexuales o no-LGTBI. Solo un tercio declaraba moverse en círculos mayoritaria o exclusivamente LGTBI.
El horizonte de formar familias
El 46% de los encuestados para el Ayuntamiento de Madrid dijo que querría tener hijos (en concreto, el 41% de los hombres y el 53% de las mujeres). A esto cabe sumar un 20% más que aún no lo saben, muchos de ellos jóvenes. Por supuesto, el camino es complicado o complicadísimo, por lo que seguramente la fecundidad frustrada (la diferencia entre los hijos que se quieren y los que se tienen) puede estar disparada en esta población: solo el 23% los tiene. Pero no por ello deja de ser esta cifra llamativa.
La crianza en familias LGTBI
Los problemas de las personas LGTBI que tienen hijos son enormes. Por un lado, están quienes son padres y ocultan su orientación a sus hijos (este es el caso de uno de cada cinco). Y el 35% de los que lo ha compartido con sus hijos, lo vive con dificultad. Después está el caso de quienes tienen hijos ya en familias homoparentales, para quienes en un 33% la crianza presenta dificultades importantes por el hecho de ser LGTBI. Muchas de estas dificultades están en la escuela, el espacio en el que con más diferencia se experimenta discriminación (todavía hoy el 64% de la población LGTBI dice que existe mucho o bastante discriminación en las escuelas).
Una distribución ideológica muy similar a la de la población general
Un asunto menor. Hace unas semanas, 40dB ha hecho otro estudio demoscópico para la Federación Estatal LGTBIQ+ en el que ha incorporado otras cuestiones relacionadas con el comportamiento electoral. En la escala ideológica, donde 0 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, los encuestados LGTBI situados en el centro (5) eran el 26% (frente al 24% de la población general), y el 27% se situaba a la derecha (frente al 29% de la población general). Esto explica la sorpresa de que casi uno de cada tres votantes en este grupo de población tenga la intención de votar a partidos abiertamente enfrentados al gobierno de coalición. Tras las elecciones de mayo de 2023, el voto a la derecha ya fue llamativo en algunos míticos barrios LGTBI (para matar la curiosidad os recuerdo aquí este fantástico mapa interactivo de resumen de los resultados que publicó elDiario.es hace unos días)
Muchos otros datos más allá de esta selección ponen de manifiesto la normalidad, lo obvio y el manoseo que hay detrás de algunas etiquetas.
Sé que la totalidad de los lectores de este blog celebra conmigo los cambios sociales que hemos vivido en las últimas décadas en relación con la normalización de la realidad LGTBI. Y verán en positivo que una buena parte de estos cambios tenga ya su reflejo en la legislación vigente. Esto no resta importancia al hecho de que, como todos sabemos, sigue habiendo retos pendientes y no poca incertidumbre hacia el futuro.
Puede que este disclaimer me vacune contra la sospecha de ser demasiado conservador por expresar satisfacción o, incluso, un frívolo. Asumo el riesgo de quedarme estas etiquetas y me ahorro una introducción más larga y aburrida que, aunque quizás las evitaría, no aporta nada en un post en el que voy a contar cosas de Perogrullo, señalar retos de los que se habla poco y desmontar algunos mitos que identifico detrás de la etiqueta LGTBI.