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¿Quién atrae el talento global en Europa?

Atraer la inmigración más cualificada es un deseo compartido a escala global. En este terreno compiten no sólo los países tradicionales de inmigración (las economías más avanzadas) si no también las potencias emergentes. Por ello se suele hablar de una competición global por el ‘talento’ (“global race for talent”). En esta competición, todos los países buscan incrementar su atractivo para los individuos más brillantes del colectivo de personas que a escala planetaria están dispuestos a moverse más allá de sus fronteras. Esto no es de extrañar ya que la inmigración cualificada podría tener efectos muy positivos sobre las economías receptoras al incrementar su competitividad, su productividad y su capacidad de innovación además de fomentar el comercio y la inversión entre los países de origen de los inmigrantes y su país receptor (ver aquí), amén de efectos sobre la estructura social muy diferentes de los que impone la inmigración menos cualificada.

Hay dos factores que, a grandes rasgos, incrementan el atractivo de los países como potencial destino para los inmigrantes más deseados. Por un lado, un mercado laboral que permita a los inmigrantes maximizar la recompensa que obtienen por su capital humano. Por otro, políticas de inmigración que faciliten la entrada y la incorporación de los trabajadores más cualificados. Evidentemente, resulta más difícil intervenir en el primero de estos dos aspectos que en el segundo. Esto explica por qué a lo largo de las últimas décadas, las políticas de inmigración de los países más ricos han combinado leyes que facilitan la entrada de los más cualificados (y les proporcionan ciertos beneficios durante los primeros años tras la migración), con medidas que dificultan la entrada de los menos cualificados e impiden el acceso de los irregulares a muchos beneficios sociales (ver aquí).

Parece existir consenso en que Estados Unidos es el ganador global en esta competición por atraer talento, aunque países con menos magnetismo para los más cualificados como Australia, Canadá y Nueva Zelanda también ocupan posiciones destacadas gracias al desarrollo de políticas que crean puentes de plata para el talento exterior. Según parece Europa se sitúa por detrás de ellos. Pero ¿quiénes son los ganadores en la competición europea por la migración cualificada?

Por sus características propias, los inmigrantes son una población seleccionada, es decir, quienes salen de cada país de origen conforman un grupo diferenciado de aquellos que no emigran. Esto es cierto en al menos dos aspectos. Por un lado por sus características observables como su nivel educativo. Por otro por rasgos no observables tales como su ambición o su propensión a asumir riesgos. Veamos cómo son en estas dos dimensiones las poblaciones de extranjeros entre algunos de los primeros estados miembros de la UE.

La Figura 1 representa al porcentaje de universitarios sobre el total de extranjeros entre 25 y 65 años llegados en los últimos diez años a cada país. Como se puede ver, el Reino Unido encabeza claramente esta clasificación con un 47% de titulados universitarios entre los extranjeros llegados en los últimos años. Detrás de este país se encuentran otros como Irlanda, los Países Bajos y Suecia. El sur de Europa es el espacio que menos inmigración cualificada ha conseguido atraer, con España a la cabeza de ellos.

Figura 1. Porcentaje de universitarios entre no nacionales de más de 24 años y menos de 65 que llegaron en los últimos 10 años (2009-2013)

Si nos fijamos en el número de años de educación formal que ha completado (en el momento de la encuesta) los extranjeros en estos países vemos al Reino Unido de nuevo como el ganador. Mientras que un extranjero medio en ese país tiene más de 15 años de educación formal, en España tendría dos años menos. También aquí, los demás países del sur de Europa se encuentran a la cola.

Figura 2. Años medios de educación de los extranjeros en las muestras nacionales de la Encuesta Social Europea (2010-2014)

Finalmente, podemos clasificar a estos países, no sin cierta dosis de imaginación sociológica, utilizando un indicador subjetivo de aversión al riesgo. Así podríamos ver hacia dónde se han dirigido los inmigrantes que se consideran a sí mismos más intrépidos. Sin sorpresas con respecto a lo que se ha visto hasta ahora en esta entrada, podemos ver que el Reino Unido se encuentra en la segunda posición y el sur vuelve a estar a la cola.

Figura 3. Inclinación media a la aventura de los extranjeros en las muestras nacionales de la Encuesta Social Europea (2010-2014)

Incluso una exploración superficial de distintas fuentes y con diversos indicadores sugiere que en Europa hay ganadores y perdedores en la competición por el talento global. En el sur de Europa no hemos pasado de hacer referencias retóricas a la necesidad contar con inmigración cualificada sin desarrollar mecanismos que allanen el camino a estos inmigrantes. Y nuestra posición relativa está a la altura de nuestro esfuerzo. Sin embargo, al menos hasta el momento y gracias a un mercado laboral dinámico y a grandes facilidades para la entrada de los más cualificados, el Reino Unido es el ganador europeo (ver aquí un análisis de sus políticas para el proyecto TEMPER). Falta por ver lo que el Brexit pueda suponer en todo ello.

Atraer la inmigración más cualificada es un deseo compartido a escala global. En este terreno compiten no sólo los países tradicionales de inmigración (las economías más avanzadas) si no también las potencias emergentes. Por ello se suele hablar de una competición global por el ‘talento’ (“global race for talent”). En esta competición, todos los países buscan incrementar su atractivo para los individuos más brillantes del colectivo de personas que a escala planetaria están dispuestos a moverse más allá de sus fronteras. Esto no es de extrañar ya que la inmigración cualificada podría tener efectos muy positivos sobre las economías receptoras al incrementar su competitividad, su productividad y su capacidad de innovación además de fomentar el comercio y la inversión entre los países de origen de los inmigrantes y su país receptor (ver aquí), amén de efectos sobre la estructura social muy diferentes de los que impone la inmigración menos cualificada.

Hay dos factores que, a grandes rasgos, incrementan el atractivo de los países como potencial destino para los inmigrantes más deseados. Por un lado, un mercado laboral que permita a los inmigrantes maximizar la recompensa que obtienen por su capital humano. Por otro, políticas de inmigración que faciliten la entrada y la incorporación de los trabajadores más cualificados. Evidentemente, resulta más difícil intervenir en el primero de estos dos aspectos que en el segundo. Esto explica por qué a lo largo de las últimas décadas, las políticas de inmigración de los países más ricos han combinado leyes que facilitan la entrada de los más cualificados (y les proporcionan ciertos beneficios durante los primeros años tras la migración), con medidas que dificultan la entrada de los menos cualificados e impiden el acceso de los irregulares a muchos beneficios sociales (ver aquí).