Los resultados de las recientes elecciones del 25 de septiembre confirmaron los peores presagios para el PSOE, que quedó por detrás de sus principales rivales en la izquierda tanto en Galicia (En Marea) como en el País Vasco (Elkarrekin-Podemos). Si examinamos con detenimiento y por territorios el resultado de las dos elecciones generales previas, ese desenlace era bastante previsible. En las elecciones del 20D Podemos consiguió –en solitario o a través de sus confluencias- un apoyo entre tres y cinco puntos por encima de la media nacional en Baleares, Comunidad Valenciana, Galicia, Navarra y País Vasco. Y el 26J ese diferencial con respecto a la media nacional aumentó hasta alcanzar los siete y ocho puntos respectivamente en las dos últimas CCAA. En todos estos casos los buenos resultados de Podemos coincidieron con importantes retrocesos electorales del PSOE. Lo más llamativo quizás es que hasta 2008 el PSOE siempre fue el principal partido de ámbito estatal en Cataluña y en el País Vasco -salvo alguna excepción en este último caso-; y que en las elecciones de marzo de ese año los socialistas revalidaron su victoria frente al PP gracias al apoyo electoral obtenido precisamente en muchos de los territorios en los que Podemos o sus confluencias son ahora la primera o segunda fuerza política. En definitiva, el PSOE ha sido claramente sustituido por Podemos y sus confluencias en algunas CCAA, tal y como explicamos a continuación, pero esta sustitución se explica mejor por la posición de uno y otro partido ante la cuestión territorial que por su cercanía a los votantes en el eje ideológico. Se trata de una cuestión muy relevante pues, como han puesto de manifiesto los recientes artículos de Víctor Lapuente y Sandra León sobre la crisis orgánica del PSOE, el partido se juega su supervivencia en ciertos territorios.
Las citadas CCAA -a las que habría que sumar Canarias, donde Podemos y PSOE están más igualados- tienen en común la presencia de un clivaje centro-periferia, un conflicto territorial que provoca que el espacio de competición electoral entre partidos sea bidimensional, no limitándose solo a la ideología, sino compitiendo también en torno a la dimensión nacionalista. Para simplificar, nos vamos a referir a estas CCAA bidimensionales por el nombre de “Singulares”, para diferenciarlas del resto a las que denominaremos CCAA “Ordinarias”. En España existe ya una larga tradición de análisis politológicos sobre el comportamiento electoral en espacios bidimensionales que, en su mayor parte, se han centrado en Cataluña y el País Vasco, examinando el peso relativo de una y otra dimensión en la competición electoral. Algunos trabajos han señalado una mayor relevancia del eje nacionalista mientras otros otorgaban más peso al eje ideológico (Fernández-Albertos 2001)
En principio es difícil hacer afirmaciones con rotundidad sobre el peso relativo de una y otra dimensión en las dos últimas elecciones generales. No obstante, sabemos por los datos de la postelectoral del CIS, que en la campaña del 20D la percepción de los ciudadanos sobre la relevancia de la cuestión territorial fue considerablemente mayor en las CCAA singulares (señalada como tema más importante de la campaña por un 19% de los encuestados, sólo por detrás de la corrupción) que en las ordinarias (donde sólo la señalaron el 7% de los encuestados). Pero la clave para entender mejor el reemplazo del PSOE por Podemos y sus confluencias en las CCAA singulares se refleja más claramente en los dos gráficos siguientes. En el primero de ellos se recoge la posición que los votantes de las CCAA singulares otorgaron a los distintos partidos en el eje nacionalista conforme a los datos de las postelectorales de 2008, 2011 y 2015, así como la media de la posición del conjunto del electorado en las CCAA singulares para las tres elecciones. El eje nacionalista se mide a través de la pregunta del CIS sobre posicionamiento en una escala que oscila entre el mínimo nacionalismo (1) y máximo nacionalismo territorial (10) que el CIS sólo incluye en regiones con una estructura de competición en dos dimensiones. Puesto que en Valencia y Baleares no tenemos la pregunta para las tres elecciones, en los gráficos que aquí presentamos sólo están reflejadas las otras cinco CCAA singulares. Por lo demás, en el gráfico sólo hemos reflejado la posición de los partidos nacionalistas vascos y catalanes porque contábamos con muy pocos casos para los partidos nacionalistas en las otras tres CCAA.
El primer gráfico muestra varias cosas que merece la pena subrayar. En primer lugar, tras el 20D los votantes de las CCAA singulares situaron tanto al PP como al PSOE en posiciones más cercanas al extremo “españolista” del eje nacionalista y más alejados de la posición media de los votantes de lo que lo hacían en 2011 y, especialmente, de lo que lo hacían en 2008. Pero el movimiento es considerablemente mayor para el PSOE, que se desplaza un punto y medio en la escala entre 2008 y 2015, mientras que el desplazamiento del PP se mantiene por debajo de un punto. El resultado es que tras las elecciones del 20D los encuestados de estas CCAA ubicaban al PSOE exactamente en el mismo punto de la escala en el que situaron al PP en 2008 y, en todo caso, en la percepción de los votantes de las CCAA singulares, el PP y PSOE están ahora bastante más próximos entre sí en el eje nacionalista de lo que lo estaban hace ocho años.
En el campo opuesto, los catalanes también sitúan a ERC y DiL/CiU en posiciones más extremas en 2015 de lo que lo hacían en 2008. No ocurre lo mismo para el PNV y Bildu, si bien la percepción en el sentido de una evolución moderada de estos dos partidos entre los vascos es muy leve. Esto lleva a pensar que la polarización nacionalista del escenario catalán ha afectado en el resto de CCAA singulares a los partidos de ámbito estatal que se sitúan en posiciones más “españolistas”, pero no ha tenido efecto en los partidos nacionalistas de otras CCAA como indica la posición de PNV y Bildu. El cuadro se completa con la posición en la que los electores de las CCAA singulares situaron a los nuevos partidos después del 20D: mientras Ciudadanos aparece en el 2,2, sólo dos décimas más moderado que el PP, Podemos y sus confluencias están en el 4,2, es decir prácticamente el mismo punto de la escala en el que los votantes de las CCAA singulares situaron al PSOE en 2008 y en un nivel que le sitúa en la dimensión nacionalista como el partido más cercano al conjunto de los votantes.
El segundo de los gráficos representa esa misma ubicación de votantes y partidos de las CCAA singulares pero en el eje ideológico donde 1 sería izquierda y 10 derecha y, como veremos seguidamente, ofrece un contraste interesante con el primero. En 2015 los encuestados de las CCAA singulares situaron al PSOE sólo 5 décimas por encima de la media ideológica del conjunto de votantes; al mismo tiempo que la ubicación de Podemos era más extrema, a casi dos puntos de esa media, menos lejana que la del PP o Ciudadanos, pero mucho más distante que la del PSOE. Del contraste entre dichos gráficos parece razonable asumir que el reemplazo de PSOE por Podemos como principal partido de ámbito estatal en estas CCAA singulares se explica mejor por la ubicación que los votantes hacen de uno y otro partido en el eje nacionalista (incluyendo el desplazamiento del PSOE a posiciones más extremas desde 2008) que por su ubicación en el eje ideológico.
En definitiva, los dos gráficos ponen de manifiesto que la estrategia y posición de Podemos en el eje nacionalista tiene muchas similitudes con la que sostenía el PSOE en 2008, lo que se entiende mejor si tenemos en cuenta el proceso de polarización que ha tenido lugar desde entonces y que, como acabamos de comprobar, los datos también avalan. En las elecciones de 2008 el PSOE se hizo valedor de la España plural, pues en la legislatura precedente había impulsado el autogobierno promoviendo la reforma de varios estatutos de autonomía (especialmente el catalán, el más relevante por su proyección mediática) y oponiéndose a la estrategia del PP de confrontación con los nacionalismos. Si bien en 2008 el PSOE estaba lejos de defender el derecho a decidir, es necesario tener en cuenta que la ruptura soberanista adoptada por los partidos nacionalistas catalanes ha modificado sensiblemente los términos del debate en ese eje, especialmente desde 2012. Fomentando la visibilidad de las confluencias y defendiendo el derecho a decidir y la plurinacionalidad de España como parte central de su discurso político a nivel nacional, Podemos se ha posicionado de forma clara en el eje nacionalista en un momento de alta polarización: se ha situado entre los partidos nacionalistas, con los que comparte la necesidad o el derecho de celebrar el referéndum, y los partidos de ámbito estatal, con los que comparte la defensa de la unidad territorial al posicionarse a favor del “No” en un hipotético referéndum.
Una conclusión algo rápida de lo que hemos visto hasta ahora recomendaría al PSOE adoptar una estrategia más claramente plurinacional -como en 2008- en el eje nacionalista para competir con Podemos en estas CCAA singulares. Pero lo cierto es que algunas cosas han cambiado desde entonces y que Podemos puede también afrontar dilemas por su posicionamiento en el eje nacionalista de cara al futuro. Los dos siguientes gráficos, en los que se refleja la distribución de preferencias sobre organización territorial en CCAA singulares y ordinarias en 2010 y en 2015, pueden ser ilustrativos.
Una de las consecuencias de la crisis y de la polarización en el eje territorial ha sido la quiebra de los consensos previos en torno al Estado Autonómico, de tal modo que CCAA Singulares (donde ha crecido sensiblemente la preferencia por la posibilidad de independencia) y CCAA Ordinarias (donde crece la preferencia por la recentralización del Estado) han evolucionado en sentido contrario y pierden así buena parte del terreno compartido que sí tenían en 2008.
O dicho de otro modo, mantener una estrategia ganadora en el eje territorial en los dos tipos de CCAA es ahora más difícil de lo que era en 2008. La estrategia de defensa de la plurinacionalidad por parte de Podemos le ha permitido competir con mucho éxito en las CCAA donde la dimensión nacionalista es relevante; pero tal vez esta estrategia perjudicó a Unidos Podemos en las CCAA ordinarias el 26J: lo que se premia en las CCAA singulares puede tener simultáneamente una sanción en las CCAA ordinarias.
Los resultados de las recientes elecciones del 25 de septiembre confirmaron los peores presagios para el PSOE, que quedó por detrás de sus principales rivales en la izquierda tanto en Galicia (En Marea) como en el País Vasco (Elkarrekin-Podemos). Si examinamos con detenimiento y por territorios el resultado de las dos elecciones generales previas, ese desenlace era bastante previsible. En las elecciones del 20D Podemos consiguió –en solitario o a través de sus confluencias- un apoyo entre tres y cinco puntos por encima de la media nacional en Baleares, Comunidad Valenciana, Galicia, Navarra y País Vasco. Y el 26J ese diferencial con respecto a la media nacional aumentó hasta alcanzar los siete y ocho puntos respectivamente en las dos últimas CCAA. En todos estos casos los buenos resultados de Podemos coincidieron con importantes retrocesos electorales del PSOE. Lo más llamativo quizás es que hasta 2008 el PSOE siempre fue el principal partido de ámbito estatal en Cataluña y en el País Vasco -salvo alguna excepción en este último caso-; y que en las elecciones de marzo de ese año los socialistas revalidaron su victoria frente al PP gracias al apoyo electoral obtenido precisamente en muchos de los territorios en los que Podemos o sus confluencias son ahora la primera o segunda fuerza política. En definitiva, el PSOE ha sido claramente sustituido por Podemos y sus confluencias en algunas CCAA, tal y como explicamos a continuación, pero esta sustitución se explica mejor por la posición de uno y otro partido ante la cuestión territorial que por su cercanía a los votantes en el eje ideológico. Se trata de una cuestión muy relevante pues, como han puesto de manifiesto los recientes artículos de Víctor Lapuente y Sandra León sobre la crisis orgánica del PSOE, el partido se juega su supervivencia en ciertos territorios.
Las citadas CCAA -a las que habría que sumar Canarias, donde Podemos y PSOE están más igualados- tienen en común la presencia de un clivaje centro-periferia, un conflicto territorial que provoca que el espacio de competición electoral entre partidos sea bidimensional, no limitándose solo a la ideología, sino compitiendo también en torno a la dimensión nacionalista. Para simplificar, nos vamos a referir a estas CCAA bidimensionales por el nombre de “Singulares”, para diferenciarlas del resto a las que denominaremos CCAA “Ordinarias”. En España existe ya una larga tradición de análisis politológicos sobre el comportamiento electoral en espacios bidimensionales que, en su mayor parte, se han centrado en Cataluña y el País Vasco, examinando el peso relativo de una y otra dimensión en la competición electoral. Algunos trabajos han señalado una mayor relevancia del eje nacionalista mientras otros otorgaban más peso al eje ideológico (Fernández-Albertos 2001)