En los últimos años el movimiento feminista ha logrado importantes avances. No solo en el campo legislativo sino también en su capacidad de poner en la agenda política temas que hasta entonces habían estado orillados. Por poner solo unos ejemplos, en los últimos años, se ha llamado la atención sobre la multitud de comportamientos del día a día que podemos considerar como micromachismos. El movimiento Metoo, a su vez, ha puesto de manifiesto lo extendido del abuso de las mujeres y de sus cuerpos por parte de hombres con poder. En relación con eso y tras episodios tan traumáticos como el de La Manada, se ha subrayado el derecho a llegar a casa “sanas y salvas”. En este mismo blog publicamos hace un año una entrada sobre esta cuestión. En América Latina, por su parte, se ha logrado la legalización del aborto en países como Argentina y Chile (aunque en este caso solo bajo tres supuestos).
Estos avances, además, han ocurrido en un contexto en el que el movimiento feminista ha demostrado una amplia capacidad de movilización popular. En América Latina con las movilizaciones en favor de la despenalización del aborto, en España con las manifestaciones del 8M, o en Estados Unidos con la Women’s March, una de las mayores movilizaciones ciudadanas desde la guerra de Vietnam.
Estos mismos avances, no obstante, pueden estar generando una respuesta de rechazo, una reacción a la contra. El profundo cambio cultural experimentado por países como España puede estar dando lugar a que una parte de la sociedad se sienta atacada en sus valores y en su identidad. En los últimos años, se ha extendido socialmente un discurso claramente antagonista hacia el feminismo, con acusaciones como la de “feminazi”. Según Google Trends, este término empezó a utilizarse de manera habitual solo a partir de 2014 (enlace).
Para analizar hasta qué punto existe una reacción social ante el feminismo o al menos ante algunas de sus expresiones, voy a explotar los datos de una encuesta que diseñamos tres investigadores en ciencias sociales, Luis Ramiro (UNED), Sebastián Lavezzolo (Carlos III) y yo mismo. La encuesta fue realizada en septiembre del año pasado en cuatro países desarrollados: Estados Unidos de América, Suecia, Francia, y España.[1] En el cuestionario incluimos varias preguntas para observar si las personas entrevistadas tienen “cultural anxiety”, es decir, si perciben amenaza ante los cambios culturales que viven las sociedades desarrolladas. Una de estas preguntas se refiere al feminismo. Concretamente, el enunciado de esta pregunta fue el siguiente:
“¿Cuál es tu grado de acuerdo con la frase “Algunas corrientes del feminismo son una amenaza para los hombres y su identidad“?
Las respuestas a esta pregunta se expresaban utilizando una escala de 0 a 10 donde significa “no estoy en absoluto de acuerdo” y 10 “estoy totalmente de acuerdo”.
El gráfico 1 muestra la distribución de respuestas a esta pregunta para los 4 países. Cuanto mayor es la respuesta dada, mayor es la percepción de que existen corrientes en el feminismo que son una amenaza para la identidad masculina. Como puede observarse, en tres de los países, Suecia, España y Estados Unidos, la respuesta más frecuente es el 0. Es decir, la opinión de que el feminismo no es una amenaza en absoluto es la más extendida. Ahora, si bien el 0 es la respuesta más frecuente en estos tres países, encontramos que muchas de las personas entrevistadas declaran respuestas entre el 5 y el 10. Es decir, que están al menos moderadamente de acuerdo con la idea de que el feminismo -o algunas variantes del mismo- puede ser una amenaza para los hombres y su identidad. Francia, por su parte, es el país que presenta una mayor reacción cultural frente al feminismo. Para empezar, es el único país de los cuatro en que la respuesta “no estoy en absoluto de acuerdo” no es la más frecuente. Más aún, la cantidad de personas que muestran un grado de acuerdo entre moderado y fuerte con la idea de que algunos feminismos son una amenaza es muy alta: dos tercios de las personas entrevistadas dieron respuestas entre el 5 y el 10.
Para simplificar la interpretación, el gráfico 2 muestra la proporción de personas en cada país que están de acuerdo que hay corrientes del feminismo que son una amenaza cultural para los hombres. Para ello he dividido las muestras de cada país en dos grupos: Respuestas de 6 o más se consideran como apoyo a la idea de que existe una amenaza a los hombres y su identidad. Respuestas de 4 o menos, se consideran como desacuerdo con la existencia de una amenaza. La respuesta intermedia, el 5, se excluye de este análisis porque puede ser refugio de personas que no tienen una opinión claramente definida.
En la comparación entre países, Suecia es donde existe una percepción menor de amenaza cultural hacia los hombres: Un 61% considera que no hay amenaza. Francia es el caso opuesto: un 59% está de acuerdo con que (algunas variantes del) feminismo son una amenaza para la identidad masculina. Estados Unidos y España están en posiciones intermedias, aunque Estados Unidos parece más receptivo a esas corrientes del feminismo. El rechazo en EEUU es del 47%, mientras que en España es de un 50%.
Es probable que esta percepción de ciertas corrientes del feminismo como amenaza no sea homogénea entre grupos sociales. Para comprobar si esto es así, he examinado si el patrón de opiniones varía sustancialmente en función del sexo de la persona o de su edad. En aras de simplificar el análisis, me he centrado únicamente en el caso de España.
Una cuestión clave es si las opiniones acerca de si el feminismo -o algunas de sus corrientes- difieren sustancialmente entre hombres y mujeres. El gráfico 3 ayuda a responder a esta pregunta. Muestra la proporción de hombres y mujeres en España que perciben algunas variantes del feminismo como amenaza cultural hacia los hombres. Esta proporción es mayor entre hombres, lo cual es esperable dado que la pregunta se refiere a amenaza a “los hombres y su identidad”. Esta diferencia, concretamente, es de 15 puntos porcentuales. Ahora bien, resulta llamativo que la proporción de mujeres que piensan que hay variantes del feminismo que son una amenaza para la identidad de los hombres es sustancial: un 43% de las entrevistadas opinan así.
La edad de las personas podría influir en su opinión sobre el feminismo y de su relación con la identidad masculina. No en vano, el cuestionamiento de los estereotipos de género tradicionales está más asentado entre las generaciones más jóvenes. Asimismo, la percepción de amenaza cultural suele darse con mayor fuerza entre cohortes de más edad, cuya identidad está más formada y puede resultar menos flexible.
Para examinar este punto, el gráfico 4 indica la proporción de personas que consideran que algunos feminismos son una amenaza para los hombres en función del grupo de edad en el que se encuentran. Como puede observarse en la imagen, los grupos con menos resistencias al feminismo son los más jóvenes la franja de 18 a 24 años. Solo perciben una amenaza el 28%. La percepción de amenaza sube en la siguiente franja (25-34) y alcanza su máximo entre los que tienen de 35 a 44 años, donde alcanza el 57%. A partir de ahí baja ligeramente en las siguientes cohortes. Así, para los mayores de 55 años la tasa de percepción de amenaza cultural es de un 51%. Este patrón es, pues, sorprendente: no son las personas de más edad las que tienen una visión más negativa de las nuevas expresiones del feminismo, sino personas a caballo entre la juventud y la mediana edad.
Este conjunto de datos de opinión pública sobre el feminismo y sobre la amenaza a la identidad masculina son llamativos. Muestran cómo un porcentaje elevado de las sociedades de varios países desarrollados perciben que hay al menos algunas expresiones del movimiento feminista que suponen una amenaza para los hombres y su identidad. Este porcentaje llega al 50% entre las personas encuestadas en España, y supone un 43% entre las propias mujeres que participaron en la encuesta. No se trata pues de pequeñas minorías.
Este patrón de opinión pública plantea un desafío. Muestra cómo existe una importante polarización social respecto a los valores culturales y, especialmente, respecto a los roles de género y al lugar de hombres y mujeres en la sociedad. Partidos como Vox, por ejemplo, han interpretado que esta polarización les beneficia y que debe movilizarse y activarse políticamente. Dados los porcentajes de rechazo que al menos parte del feminismo cosecha en la sociedad, Vox puede haber encontrado un caladero de votos notable. Por su parte, el que un 32% de la muestra en España se posicione en el 0, es decir, en la postura más favorable y abierta frente al feminismo, puede motivar a que la izquierda esté también interesada en mantener la movilización de esta cuestión.
Un aspecto que apunta al optimismo es la relación entre la edad y las opiniones frente al feminismo. Entre las cohortes más jóvenes el rechazo es mucho menor. En la medida en que esta mayor aceptación de los nuevos roles de género sea una cuestión de socialización que no se diluya con la edad, podríamos observar que con el paso del tiempo el cambio cultural se consolide o que al menos pueda dar lugar a debates públicos sosegados.
[1] Esta encuesta fue financiada a cargo del Proyecto I+D+I del Ministerio de Ciencia, Educación y Universidades (CSO2017-89847-P), liderado por Luis Ramiro (UNED) como Investigador Principal.