Este es el nuevo eslogan con el que el Gobierno de Mariano Rajoy está intentando seducir a la opinión pública española. Con los anuncios de rebajas de impuestos, el PP está buscando urgentemente recuperar la confianza perdida tras años de incumplimiento de su programa electoral. Pero, ¿hasta qué punto le puede resultar electoralmente rentable esta medida? En realidad, la respuesta no es obvia y en gran parte depende de cómo se plantee la discusión en torno a esta cuestión.
En principio el debate sobre los impuestos se presenta cómodo para el PP. No hay duda de que una rebaja de impuestos podría fácilmente conectar con la simpatía del electorado, pues alrededor de dos tercios de los españoles considera que la carga impositiva es excesiva. Tan excesiva que el saldo final acaba siendo negativo. Para una mayoría abrumadora pagar impuestos no sale a cuenta. La sensación es que los beneficios que se reciben del Estado son inferiores a los impuestos que se pagan. Así, en España prácticamente nadie se beneficiaría del sistema: los que creen que son receptores netos del Estado apenas alcanza el 5 por ciento.
En esto no hay ideología que valga: tanto los de izquierda como los de derecha creen que los impuestos son demasiado elevados y que reciben menos de lo que pagan. Y tampoco importa el estatus socioeconómico: tanto la clase alta como las clases obreras coinciden en su valoración sobre la elevada carga impositiva de nuestro país.
En definitiva, la creencia general es que en España se pagan demasiados impuestos y prácticamente nadie recibe más de lo que aporta. Tal clima de opinión es terreno abonado para que el Gobierno consiga que su plan de rebaja de impuestos sea electoralmente rentable incluso más allá de su espacio electoral tradicional.
Pero, ¿realmente los españoles deseamos pagar menos impuestos? En realidad, todo depende de cómo enmarcamos la cuestión. Si ayudamos a los ciudadanos a asociar una reducción de impuestos con un deterioro de los servicios públicos, la cuestión cambia radicalmente. Entonces, sólo una minoría de los ciudadanos (apenas el 25%) simpatizarían con una rebaja de impuestos. Parece pues que aborrecemos los impuestos, pero estamos dispuestos a hacer el esfuerzo si con ello fortalecemos las políticas sociales.
Así, el debate sobre cuántos impuestos debe pagar el contribuyente es extremadamente sensible a cómo se plantea. El Partido Popular tiene un gran interés en que el marco del debate se sitúe exclusivamente en torno a qué nivel impositivo es el más deseable, evitando a toda costa las implicaciones que esto pueda tener para, por ejemplo, el desarrollo de nuestro Estado del Bienestar. Si consigue que no se vincule impuestos con calidad de los servicios públicos, entonces es muy probable que pueda ganarse la complicidad de la mayoría de los españoles. A nadie le gusta pagar impuestos y prácticamente nadie cree que recibe más del Estado de lo que paga. Por lo que, en principio una rebaja de los impuestos puede ser percibida como un ahorro para la gran mayoría de los ciudadanos.
En cambio, la cosa cambia sustancialmente cuando se fuerza a los ciudadanos a que tengan en cuenta qué implicaciones tiene una rebaja de impuestos para sus valores (p.e. apoyo a las políticas sociales). Es por este motivo que la izquierda debe fomentar que el debate de los impuestos se vincule de forma inherente a qué tipo de Estado de Bienestar queremos.
Tras el anuncio de rebaja de impuestos efectuado por el Presidente Rajoy en el debate sobre el estado de la nación, mucho se ha hablado sobre qué efectos tendrán las medidas sobre el contribuyente. Pero mi impresión es que la izquierda ha decidido con poco acierto jugar en el campo del rival. La discusión se ha centrado en si las medidas de Rajoy eran realmente un ahorro para el contribuyente o una simple operación cosmética que cambiaba la carga fiscal a un número irrisorio de españoles. La izquierda parece no haber entendido que si la lucha se centra exclusivamente en el nivel de impuestos a pagar, el Gobierno tiene todas las de ganar en esta cuestión, pues provoca que los ciudadanos sólo asocien impuestos con ahorro y no con una pérdida de calidad de nuestros servicios.
Es cierto que los ciudadanos no simpatizan con los aumentos de impuestos efectuados por el gobierno en los últimos años. Pero no hay que olvidar que la mayoría también está viviendo con gran preocupación el proceso de deterioro de los servicios sociales. La izquierda, si quiere ganarse a la opinión pública, debe invitar al electorado a centrar su atención en los recortes sociales. De lo contrario, puede encontrarse con el desagradable escenario en el que incluso el electorado progresista acabe siendo un fervoroso defensor de la reducción de impuestos.
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Datos: CIS, estudio 2994 de julio de 2013
Nota: el gráfico 2 está basado en la pregunta: “Algunas personas piensan que deberían mejorarse los servicios públicos y las prestaciones sociales, aunque haya que pagar más impuestos, (en una escala de 0 a 10 se situaría en el punto 0). Otras piensan que es mas importante pagar menos impuestos, aunque eso signifique reducir los servicos públicos y prestaciones sociales (se situarían en el punto 10 de la escala). Y hay otras que se sitúan en posiciones intermedias. ¿En qué lugar se situaría usted?. He considerados partidarios de menos impuestos aquéllos que se ubican entre el 6 y el 10 de la escala.
Este es el nuevo eslogan con el que el Gobierno de Mariano Rajoy está intentando seducir a la opinión pública española. Con los anuncios de rebajas de impuestos, el PP está buscando urgentemente recuperar la confianza perdida tras años de incumplimiento de su programa electoral. Pero, ¿hasta qué punto le puede resultar electoralmente rentable esta medida? En realidad, la respuesta no es obvia y en gran parte depende de cómo se plantee la discusión en torno a esta cuestión.
En principio el debate sobre los impuestos se presenta cómodo para el PP. No hay duda de que una rebaja de impuestos podría fácilmente conectar con la simpatía del electorado, pues alrededor de dos tercios de los españoles considera que la carga impositiva es excesiva. Tan excesiva que el saldo final acaba siendo negativo. Para una mayoría abrumadora pagar impuestos no sale a cuenta. La sensación es que los beneficios que se reciben del Estado son inferiores a los impuestos que se pagan. Así, en España prácticamente nadie se beneficiaría del sistema: los que creen que son receptores netos del Estado apenas alcanza el 5 por ciento.