Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
La participación vuelve al nivel de 1977. La socialdemocracia resiste el avance de los populistas de extrema derecha. A pesar de su mal resultado, hay dos aspectos en los que Unidas Podemos puede salir reforzado. El 'bloque de derechas', con PP, Ciudadanos y VOX, acaba con una pérdida de 22 escaños, unas 200.000 papeletas menos y más de tres puntos porcentuales de retroceso respecto a 2016. Uno de los resultados más llamativos es el aumento de las fuerzas soberanistas en Catalunya y País Vasco.
Los nacionalpopulistas han invadido Europa. Incapaces de recoger el voto de los descontentos con la automatización y la globalización, la izquierda tradicional se ha derrumbado en todo el continente. Pero, en las esquinas, tanto en la península escandinava como, sobre todo, en la península ibérica, así como en la ínsula británica, los viejos partidos socialdemócratas, resisten el avance de los populistas de extrema derecha, como versiones modernas de Astérix y Obélix. En los últimos meses, el SAP en Suecia y SDP en Finlandia se han consolidado en el poder; y, en los próximos meses, se pueden consolidar el PS en Portugal y el PSOE en España. Y, cuando haya elecciones en el Reino Unido, los laboristas podrían volver a Downing Street. ¿Por qué? ¿Cuál es la poción mágica de esta neo-socialdemocracia?
La crisis económica y las políticas de austeridad pueden explicar la victoria de los socialistas portugueses y españoles. Pero no es suficiente. Otros países del sur de Europa, como Italia o Grecia, han padecido una crisis tan o más notable y, sin embargo, sus partidos socialdemócratas fueron barridos hace tiempo. Mientras, ni en el Reino Unido ni en los países nórdicos han experimentado un severo apretón del cinturón, y, sin embargo, también parecen resistir, aunque desgastados, los socialdemócratas.
Hay que buscar la razón en que los socialistas en algunas partes de Europa, sobre todo en la zona Atlántica, están siendo capaces de superar el dilema que parecía que les enterraría, el dilema entre, por un lado, defender los intereses de los trabajadores en el eje económico y, por otro, defender los valores cosmopolitas. Estos partidos han cultivado un tipo de sentimiento colectivo que se está abriendo paso entre el patriotismo de golpes en el pecho promovido por los movimientos nacional populistas. Los socialdemócratas están promocionando un patriotismo progresivo basado en un delicado equilibrio entre sus banderas nacionales y la bandera de la UE, entre un credo europeísta y una retórica anti-austeridad, entre cumplir los objetivos fiscales de la UE y reducir los recortes de gastos.
Unidas podemos: ¿perdedores?
Unidas Podemos es uno de los perdedores de la noche. Pierde más de un tercio de los diputados. Además, desaparece casi completamente de la España vacía, en la que consiguió un importante avance en 2016, a pesar de las dificultades que podía ponerle el sistema electoral.
Paradójicamente, hay dos aspectos en los que el partido puede salir reforzado. Por un lado, será clave para la formación del gobierno. Y esta vez podrá hacer valer su influencia desde el principio. Si en la moción de censura tuvo que aceptar la Presidencia de Sánchez sin poder negociar un gobierno, en esta ocasión podrá poner sobre la mesa la exigencia de entrar en la coalición. Por otro lado, probablemente el único aspecto en el que aparece reforzado Unidas Podemos es en su articulación territorial. En aquellos lugares donde concurría con confluencias en 2016 y que ahora se habían roto, Galicia y Comunitat Valenciana, los morados lo han hecho notablemente mejor que En Marea y Compromís. Esto significa que la marca de Unidas Podemos puede tener la fuerza suficiente para caminar sola y permitir una mejor articulación del partido.
La derecha a tres: pesadilla para el PP, pinchazo de VOX y victoria moral para Ciudadanos
Una de las grandes incógnitas de estos comicios era calibrar hasta qué punto se iba a fragmentar el voto conservador y cuál iba a ser el impacto en términos de gobernabilidad. Por primera vez en la democracia, tres candidaturas de derecha concurrían de forma competitiva a unos comicios generales. El PP ya no sólo se enfrentaba, como en las comicios de 2015 y 2016, a Ciudadanos como un serio competidor. También tenía enfrente a un VOX renacido, que partía de la marca de menos de 60.000 votos logrados (0,2% del voto) en 2015 y 2016.
Los sondeos ya dibujaban un panorama poco halagüeño para el nuevo Partido Popular de Pablo Casado. Este partido podía ver reducida su fuerza parlamentaria a la mitad. Ciudadanos amenazaba a los populares con el sorpasso. Y sus antiguos compañeros de filas, con una marca de VOX pujante y desafiante, podían 'robarles' muchos escaños. Pero los populares podían albergar la esperanza de sumar, en esa fragmentación de la 'derecha a tres', más escaños que el bloque de izquierda liderado por el PSOE.
Pero, tras el recuento de votos, las cuentas no les han salido, ni en conjunto, ni individualmente. Primero, la 'derecha a tres' acaba con un rotundo fracaso en su pugna con la el bloque de la izquierda. Mientras PP, Ciudadanos y VOX han sumado 147 escaños, PSOE y Unidas Podemos han llegado a los 165. Un saldo negativo de 18 escaños para el bloque conservador. Y aún más desfavorable si tenemos en cuenta que el balance en las generales de 2016 para el PP y Ciudadanos fue la suma de 169 escaños y una saldo positivo de 13 escaños sobre el cómputo PSOE-Unidos Podemos.
El 'bloque de derechas', con PP, Ciudadanos y VOX, acaba con una pérdida de 22 escaños, unas 200.000 papeletas menos y más de tres puntos porcentuales de retroceso respecto a 2016. 2016. Además, su porcentaje de voto final no llega al 43%, cuando muchas encuestas situaban al bloque por encima del 46%.
El principal 'socio' perdedor del bloque es el PP. Tras dejarse más de 3,5 millones de votos y 71 escaños, el único consuelo para los casadistas es haber evitado ser adelantados por Ciudadanos, aunque por una diferencia muy pequeña de apenas 9 escaños y menos de un punto porcentual en voto. La deserción en masa de los votantes del PP parece haber ido a las filas de VOX (con unas ganancias de más de 2,5 millones de votos) y de Ciudadanos (que ha sumado casi un millón más de papeletas que hace tres años).
En la sede naranja es donde la noche ha tenido un mejor final. El resultado está por debajo de las expectativas de hace un año, pero se sitúan en la franja alta de la horquilla que pronosticaban los sondeos (57 escaños, 25 escaños más que en 2016). La parte negativa es que no han logrado el sorpasso al PP ni están en condiciones de aplicar la fórmula andaluza para gobernar. Y ello pese a haber realizado una importante apuesta estratégica por posicionarse claramente en el bloque de la derecha y bajo la sombra de VOX. En el peor momento del PP, la suma de voto es mucho menor de lo que se podía llegar a esperar. No obstante, se colocan en posición inmejorable para terminar encabezando el centro- derecha. Ciudadanos ya supera al PP en lugares como la Comunidad de Madrid, Andalucía o Aragón
De 0 a 24 escaños, y de apenas contar con el respaldo de 47.000 votos en 2016 a lograr más de 2,5 millones es un gran resultado. Pero VOX competía con las expectativas creadas: las de los sondeos y las alentadas, en forma de reconquista, por ellos mismos. Todo podía ocurrir. Pero el 'ciclón VOX', al final, ha llegado, frenado por el sistema electoral, como 'tormenta electoral tropical', esto es, irrumpiendo en el Congreso como quinta fuerza política y con menos escaños de lo que muchos esperaban. En todo caso, la ultraderecha tendrá por primera vez grupo parlamentario propio en la próxima legislatura, y seguro que dará mucho que hablar dentro y fuera de España.
Los nacionalistas, al alza
Uno de los resultados más llamativos es el aumento de las fuerzas soberanistas en Catalunya y País Vasco. En el País Vasco, los nacionalistas suben casi diez puntos, sobre todo como consecuencia de la caída de Podemos, que fue primera fuerza hace tres años. En Catalunya, con un fortísimo aumento de la participación, los soberanistas suben más de un 7 puntos y alcanzan el 39,4% (también facilitado por la caída de En Comú Podem). La alta movilización, que de nuevo ha vuelto a favorecer a la izquierda en el conjunto del país, ha servido en estas comunidades autónomas para hacer crecer los apoyos de los partidos nacionalistas.
Además, PP, Ciudadanos y Vox, que han adoptado una agenda más recentralizadora durante esta campaña, han caído más en estas comunidades autónomas que en el conjunto del país. En el País Vasco han pasado del 16,5 al 12,7 por ciento de los votos, y la fragmentación y el pequeño tamaño de los distritos han provocado que no obtengan ni un solo escaño. En Catalunya caen del 24,3 al 20 por ciento de los votos, y de 11 a 7 escaños. Ciudadanos, que fue el primer partido en las últimas elecciones al Parlament de 2017, obtiene el 11,6% de los votos y es la quinta fuerza de Catalunya en estas elecciones.
El #28A, en perspectiva: el otro 82
29/4/1982. Tras la ruptura algo dramática pero pacífica de la UCD, el gran partido de la transición, que nos ha abocado a nuevas elecciones anticipadas, sus votos se han dividido a partes casi iguales entre sus dos herederos rivales en el espacio del centro-derecha y ambos han perdido las elecciones, pese a sus promesas de que separados iban a sumar más Las ha ganado el PSOE, aunque en realidad no aumenta sus votos sino que apenas los mantiene, cayendo ligeramente, por debajo de su nivel de 1979, lo que algunos analistas interpretan como el mínimo precio a partir de que en su Congreso Extraordinario terminara en tablas, con unas convulsas maniobras de dimisión y readmisión pactada de su secretario general, lo que parece beneficiar a la izquierda radical, que sigue incrementando poco a poco sus apoyos. También se refuerza el grupo más a la derecha de la cámara, que mejora el resultado del partido de Fraga en 1977 y absorbe los votos de los franquistas indisimulados. La participación ha rozado el 77% y, tras el bajón de 1979, se vuelve a acercar al de nuestras primeras elecciones democráticas (78,83.%) .
El sistema electoral aprobado por las Cortes y sancionado por la Constitución penaliza, como esperaban los conocedores de D'Hondt, la división del gran partido del centro-derecha, que pierde el impulso que este le dio hasta su escisión entre moderados y conservadores, y acompaña el impulso de los partidos extremos, premiando sus ascensos con unos grupos parlamentarios que ahora son mucho más relevantes.
El reparto de escaños y la competición por la herencia de UCD hará complicada la formación de un gobierno. Si los llamados moderados favoreciesen un gobierno socialista es posible que la España conservadora le dé la espalda en el futuro. La paradoja es que los socialistas se acomodarán en la izquierda, con el concurso necesario, activo o pasivo, de las minorías nacionalistas. Precisamente aquello que se pretendía evitar. El futuro de la transición sigue siendo incierto.
Las encuestas
No se suele decir, pero esta vez las encuestas han estado muy acertadas. Incluso el CIS, que además tenía un trabajo de campo realizado en marzo. El escenario central era que la izquierda necesitaría de fuerzas nacionalistas, pero también el independentismo, para formar una mayoría. Las encuestas han sido tozudas proyectando esa predicción. El resultado final lo ha confirmado.
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