Hace unos años, Francisco Umbral, en un programa de Mercedes Milá en Antena 3, dijo una frase mítica de la televisión española: “He venido a hablar de mi libro”. El libro se titulaba ‘La Década Roja’. Como en Piedras de Papel tratamos asuntos diversos, hoy vengo a ‘hablar de mi libro’. Con mi colega de la City University de Hong Kong, Diego Fossati, acabamos de publicar uno breve, de 70 páginas: ‘The Meaning of Democracy in Southeast Asia’, ‘El Significado de la Democracia en el Sudeste Asiático’. Es un estudio sobre qué entienden por democracia los ciudadanos de Indonesia, Filipinas, Malasia, Tailandia y Singapur. Las poblaciones combinadas de estos cinco países suman más de 490 millones de personas, 50 millones más que la Unión Europea.
Ciertamente cuando pensamos en democracias referentes, estos países no son los que nos vienen a la cabeza. No son equiparables a Dinamarca o Noruega, por ejemplo, pero intuitivamente tampoco los clasificaríamos a la altura de China o Arabia Saudí. Si clasificáramos los países en un rango de 0 a 1 por índice democrático, tal vez los pondríamos en la mitad de la tabla. Indonesia es el más democrático de los cinco y donde la democracia ha sobrevivido durante dos décadas a pesar de tener altos niveles de fraccionalización étnico-lingüística, corrupción y desigualdad económica. Tailandia está en el otro extremo, pues en 2014 un golpe militar apoyado por la monarquía depuso a un gobierno elegido por las urnas. En medio, Filipinas, que ha sufrido una erosión de su democracia evidente, y Malasia y Singapur, dos regímenes iliberales. No es sorprendente, por tanto, que en la clasificación que hace el proyecto de investigación más completo hoy en día, Varieties of Democracy, estos países estén en mitad de la tabla dentro de los 179 que son evaluados, con puntuaciones similares a las de México, Colombia o Polonia.Tal vez por esto, porque no son los que están arriba en la clasificación, merezca la pena detenerse en ellos: no en vano, es en estos casos donde la democracia está menos consolidada o establecida, donde más debemos estudiar qué entienden los ciudadanos por democracia. A mi modo de ver, es en los niveles medios donde la incertidumbre es mayor y pueden ser más fundamentales para el devenir de la democracia desde una perspectiva global. Adicionalmente, desde una perspectiva geo-estratégica y de relaciones internacionales el área del Pacífico es una de las más candentes.
Hoy, el concepto de ‘democracia’ tiene una gran aceptación normativa. Políticos de casi todos los regímenes, sean autoritarios o demócratas, se definen como ‘demócratas’ y se adhieren a una retórica democrática para justificar y legitimar sus actuaciones. Es más, muchos políticos que promueven agendas autoritarias -tanto en nuevas como en viejas democracias- justifican sus decisiones para preservar o profundizar la democracia.
Para la gran mayoría de los ciudadanos, por su parte, vivir en una democracia es deseable; algo a lo que aspirar y perfeccionar. Sin embargo, en muchos lugares en los que que se observan altos grados de apoyo popular a la democracia, vemos que los valores liberales no se consolidan. Por ejemplo, autores como Helen Kirsch y Christian Welzel muestran cómo, en varios países, una parte importante de los ciudadanos entienden la democracia de forma ambigua y, aunque manifiestan apoyar a la democracia, lo hacen a la vez que muestran actitudes autoritarias. Tanto es así, que las ideas autoritarias superan a las liberales.
Otra de las cosas que sabemos de una gran parte de la investigación publicada es que, si bien la mayoría estamos de acuerdo en establecer que las elecciones libres y justas son un prerrequisito para la democracia, lo que es democracia y lo que ésta conlleva va más allá de dicho requisito electoral básico. Qué es lo que compone la democracia, además de la dimensión electoral, sigue siendo sujeto de debate tanto normativo como empírico. Por nombrar algunas posibilidades, para muchos la democracia también debe ser liberal; esto es un régimen político que limita los poderes de las mayorías electorales con pesos y contrapesos para proteger los derechos individuales y de las minorías. Otras acentúan la noción participativa, en la que se refuerza la importancia de que los ciudadanos se involucren en la política más allá de los canales formales para elegir a los representantes. Y aún hay otros que enfatizan la importancia de un concepción social o igualitaria de la democracia, concentrándose en la importancia material e inmaterial de las desigualdades y se cuestionan si todos los ciudadanos están igualmente equipados para participar y beneficiarse de la política democrática. Como queda claro, estas etiquetas son orientativas y, en ocasiones, la frontera entre una y otra es difusa.
Partiendo de la base que, en democracia, la dimensión electoral es automática, nos preguntamos cuales son las dimensiones más presentes en Indonesia, Filipinas, Malasia, Tailandia y Singapur. Para ello partimos de un análisis histórico de cada país y también realizamos una serie de encuestas. Los principales resultados son dos. El primero es que, como en otros lugares del mundo, los ciudadanos de estos países tienen concepciones de la democracia multidimensionales y complejas. Vemos que la idea liberal de la democracia está muy asentada junto con la igualitaria. En este sentido, más que una dicotomía entre estas dos dimensiones, los resultados nos indican que son complementarias. Desde una perspectiva conceptual, las dos dimensiones son objetivamente distintas y puede haber una tensión entre ellas que, en ocasiones, sea difícil de resolver. Pero en la práctica valores liberales e igualitarios son compatibles, al menos para la población que hemos encuestado. También vemos que los principios liberales están asentados en una parte importante de la población, lo que no deja de ser curioso pues en la región, como repasamos en la parte histórica, las ideas liberales han sido tradicionalmente relegadas a un segundo plano.
El segundo resultado es la presencia, en todos los países que hemos estudiado, de una perspectiva participativa de la democracia. Aunque está menos asentada que la concepción liberal, tiene consecuencias relevantes para el comportamiento político. Más allá de que, obviamente, los demócratas participativos tienden a participan más en actividades políticas, este grupo es consistentemente más crítico con el estado de la democracia y las instituciones gubernamentales en sus respectivos países. Y es más crítico que los demócratas liberales. Nuestro resultado es novedoso porque, por norma general, los estudios de cultura política en el sudeste asiático suelen argumentar que es la baja consolidación de los valores liberales del público general lo que hace muy difícil profundizar en las democracias de la región. Nuestros resultados, en cambio, sugieren que, además, hay que tener en cuenta las interpretaciones participativas de la democracia pues son las que están más estrechamente asociadas con las evaluaciones críticas hacia esta.
En las conclusiones abordamos… no, mejor, no hago un destripe completo. No vivimos de los libros vendidos, pero si lo compras nos haces un favor.
Hace unos años, Francisco Umbral, en un programa de Mercedes Milá en Antena 3, dijo una frase mítica de la televisión española: “He venido a hablar de mi libro”. El libro se titulaba ‘La Década Roja’. Como en Piedras de Papel tratamos asuntos diversos, hoy vengo a ‘hablar de mi libro’. Con mi colega de la City University de Hong Kong, Diego Fossati, acabamos de publicar uno breve, de 70 páginas: ‘The Meaning of Democracy in Southeast Asia’, ‘El Significado de la Democracia en el Sudeste Asiático’. Es un estudio sobre qué entienden por democracia los ciudadanos de Indonesia, Filipinas, Malasia, Tailandia y Singapur. Las poblaciones combinadas de estos cinco países suman más de 490 millones de personas, 50 millones más que la Unión Europea.
Ciertamente cuando pensamos en democracias referentes, estos países no son los que nos vienen a la cabeza. No son equiparables a Dinamarca o Noruega, por ejemplo, pero intuitivamente tampoco los clasificaríamos a la altura de China o Arabia Saudí. Si clasificáramos los países en un rango de 0 a 1 por índice democrático, tal vez los pondríamos en la mitad de la tabla. Indonesia es el más democrático de los cinco y donde la democracia ha sobrevivido durante dos décadas a pesar de tener altos niveles de fraccionalización étnico-lingüística, corrupción y desigualdad económica. Tailandia está en el otro extremo, pues en 2014 un golpe militar apoyado por la monarquía depuso a un gobierno elegido por las urnas. En medio, Filipinas, que ha sufrido una erosión de su democracia evidente, y Malasia y Singapur, dos regímenes iliberales. No es sorprendente, por tanto, que en la clasificación que hace el proyecto de investigación más completo hoy en día, Varieties of Democracy, estos países estén en mitad de la tabla dentro de los 179 que son evaluados, con puntuaciones similares a las de México, Colombia o Polonia.Tal vez por esto, porque no son los que están arriba en la clasificación, merezca la pena detenerse en ellos: no en vano, es en estos casos donde la democracia está menos consolidada o establecida, donde más debemos estudiar qué entienden los ciudadanos por democracia. A mi modo de ver, es en los niveles medios donde la incertidumbre es mayor y pueden ser más fundamentales para el devenir de la democracia desde una perspectiva global. Adicionalmente, desde una perspectiva geo-estratégica y de relaciones internacionales el área del Pacífico es una de las más candentes.