Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
El jefe de la Casa Real incentiva un nuevo perfil político de Felipe VI
Así queda el paquete fiscal: impuesto a la banca y prórroga a las energéticas
OPINIÓN | 'Siria ha dado a Netanyahu su imagen de victoria', por Aluf Benn

¿Está el PP dejando atrás la corrupción?

El PP lleva tiempo confiando en un diagnóstico: la mejoría de la situación económica permitirá al gobierno recuperar a su votante indeciso y, gracias a ello, ganar las elecciones. Ciertamente, el pesimismo de los españoles tocó suelo a inicios de 2013 y desde entonces las encuestas del CIS indican que la ciudadanía percibe que España se encuentra en la senda de la recuperación económica.

Así pues, los estrategas del PP han trabajado con la hipótesis de que el ciclo económico juega a su favor. Aunque la primera mitad de la legislatura estuviera marcada por la crisis y las promeses incumplidas, el PP ha confiado en algo que casi nunca falla: la miopía de los votantes. Y es que el pasado acaba por olvidarse y al final lo que realmente influye son los logros económicos de los meses previos a las elecciones.

Sin embargo, tal diagnóstico ignoraba algo esencial: la crisis política. La desafección con las instituciones y principales actores políticos no era un patrimonio exclusivo de la izquierda. Un volumen casi tan importante de la derecha y del centro también se muestra altamente preocupado por la situación política y por los niveles de corrupción.

El PP decidió apostarlo todo a la crisis económica y desatendió la crisis política. ¿El resultado? La emergencia de Ciudadanos. Desde inicios de este año hemos presenciado la aparición del partido de Albert Rivera como nuevo invitado a la fiesta del fin del bipartidismo. La irrupción de Ciudadanos ponía en evidencia el fracaso de la estrategia del PP. Desde entonces, el gobierno observó cómo fallaban sus pronósticos, pues la mejoría de la economía no estaba provocando aumentos análogos en su intención de voto.

No hay duda de que al PP le hubiera ido mucho mejor de haberse tomado en serio la profunda y excepcional crisis política que sufre nuestro país. Aún con ello, algo parece estar cambiando en los últimos meses. Si bien a inicios de este 2015, el PP seguía estando castigado por los escándalos de corrupción y por la desafección ciudadana con la política, existen indicios de que estos factores están dejando de ser relevantes.

Así lo muestra el gráfico 1 (usando los barómetros del CIS): la probabilidad de dejar de votar al PP era sustancialmente mayor entre quienes consideraban que el primer problema del país era la corrupción, la clase política y los partidos. Las diferencias eran sustanciales. A principios de este año, dos de cada tres votantes del PP en 2011 preocupados por la corrupción no estaban dispuestos a volver a votar a ese partido. En cambio, las deserciones del PP eran sustancialmente menores entre quienes consideraban que España tenía otros problemas más importantes. Entre este último grupo, sólo uno de cada tres votantes del PP de 2011 se mostraba decidido a abandonar al partido.

Las cifras de enero mostraban de forma contundente que la corrupción estaba limitando la capacidad del PP de obtener réditos electorales de la mejoría de la situación económica. Pero algo fue cambiando durante la primera mitad de 2015. Desde entonces el efecto de la corrupción y la desafección política parece haber ido perdiendo relevancia entre la órbita del PP. De hecho, el barómetro de julio muestra indicios de que al PP le ha dejado de perjudicar la corrupción. En la última encuesta disponible del CIS, las deserciones del PP no estarían relacionadas con la percepción de que los principales problemas de España son la corrupción, los partidos y la clase política. Pesarían esencialmente las cuestiones económicas (que precisamente soplan cada vez más a favor del PP) pero la corrupción y la desafección política parece haber desaparecido de la escena. Nótese que esta evolución se producía esencialmente en el caso del PP, pues en el PSOE la preocupación por la corrupción y la clase política seguía siendo un factor que le resta votos (a costa de Podemos).

El escenario que se abría tras el verano era uno en el que la competición entre PP y C’s dejaba de centrarse en la crisis política. El segundo gráfico (figura de la izquierda) así lo muestra. El último barómetro del CIS indica que la decisión de votar a C’s o PP ha dejado de estar relacionada con la corrupción y la desafección política.

Aún no disponemos de la encuesta del CIS posterior a las elecciones catalanas (octubre), por lo que no podemos observar qué elementos explican la luna de miel que vive actualmente Ciudadanos. En todo caso, la evolución durante la primera mitad del año indica que quizás la competición entre estos partidos puede fácilmente dejar de estructurarse en torno a la corrupción.

De mantenerse esta tendencia, cabe preguntarse qué factores más allá de la economía pueden marcar estas semanas de (pre)campaña electoral. Una intuición: las elecciones catalanas y la victoria de las fuerzas soberanistas (con una hoja de ruta hacia la independencia en su programa electoral) podrían situar la cuestión nacionalista en primer plano. Actualmente, el sentimiento nacional no es un factor que esté detrás de las diferencias de voto entre estas dos formaciones (véase la parte derecha del gráfico 2). No obstante, si el nacionalismo emergiera como un elemento esencial de la agenda política, entonces la competición entre PP y C’s podría fácilmente situarse en ese frente. Y de ser así, el partido de Albert Rivera podría partir con ventaja pues goza de un importante pedigrí antinacionalista catalán y en la actualidad tiene la prima de visibilidad que le confiere encabezar la oposición en Cataluña.

En definitiva, los efectos que tendrán la luna de miel de Ciudadanos y la emergencia de la cuestión nacionalista sobre la competición partidista siguen en el aire. Para tener una idea más clara deberemos esperar hasta la encuesta del CIS de octubre (en Piedras de papel retomaremos este debate entonces). Hasta entonces, y a la espera de nueva evidencia, el titular es que el PP parece estar progresivamente librándose de los costes electorales de la corrupción.

____

Nota metodológica: El primer gráfico muestran las probabilidades estimadas de dejar de votar al PP entre quienes lo votaron en 2011. En este modelo la variable dependiente es: “Haber votado al PP en 2011 y tener una intención de seguir haciéndolo”=0 vs “Haber votado al PP en 2011 pero no tener intención de volverlo hacer”=1. El modelo incluye como variables independientes: edad, sexo, estudios, ideología, percepción de la situación económica y nacional y personal, sentimiento nacional y percepción del primer problema de España (“corrupción, partidos políticos, políticos” vs “resto de temas”). El segundo gráfico muestra las probabilidades estimadas de votar al PP vs Ciudadanos. La variable dependiente es: “intención de voto al PP” vs “intención de voto a Cs”. Las variables independientes del modelo son las mismas que en el primer gráfico.

El PP lleva tiempo confiando en un diagnóstico: la mejoría de la situación económica permitirá al gobierno recuperar a su votante indeciso y, gracias a ello, ganar las elecciones. Ciertamente, el pesimismo de los españoles tocó suelo a inicios de 2013 y desde entonces las encuestas del CIS indican que la ciudadanía percibe que España se encuentra en la senda de la recuperación económica.

Así pues, los estrategas del PP han trabajado con la hipótesis de que el ciclo económico juega a su favor. Aunque la primera mitad de la legislatura estuviera marcada por la crisis y las promeses incumplidas, el PP ha confiado en algo que casi nunca falla: la miopía de los votantes. Y es que el pasado acaba por olvidarse y al final lo que realmente influye son los logros económicos de los meses previos a las elecciones.