La crisis de la COVID-19 está empujando a las empresas a adaptarse a ritmos forzados a la nueva realidad. En muchas industrias será el catalítico que acelere procesos de cambio tecnológico que ya estaban en marcha. Este artículo discute tres tendencias relacionadas con la tecnología en el trabajo y sus consecuencias para el empleo.
Sustitución por automatización
La primera tendencia es la aceleración de la automatización, es decir, la sustitución de trabajadores humanos o parte de las tareas realizadas por estos por capital tecnológico, como robots físicos, asistentes virtuales o software. Las ventajas son evidentes. Las máquinas no enferman, ni contagian, ni tienen dependientes a cargo, por no hablar de que no hacen huelga. La pandemia acelerará la adopción de tecnologías ya existentes en ámbitos variados como la industria, logística y cadenas de distribución, el comercio, transporte o quizás robots limpiadores y cuidadores que no contagien a los mayores.
Ante la necesidad de cumplir con las nuevas normativas sobre espaciación y el deseo de reducir la vulnerabilidad a la disrupción, tiene sentido para las empresas automatizar. Es cierto que puede resultar caro invertir en la tecnología necesaria, pero en algunos casos no habrá otra opción y la investigación apunta a que dichas inversiones en tecnología se realizan especialmente en momentos de crisis. Según la consultora EY, el 41% de los directivos encuestados dijeron que estaban acelerando los procesos de automatización a raíz de la pandemia. Una vez realizadas las inversiones necesarias, es previsible que los puestos de trabajo sustituidos no retornen.
Este tipo de automatización debería producirse, en primera instancia, en ocupaciones rutinarias con tareas más sencillas de programar y para las que las tecnologías adecuadas ya existen.
Teletrabajo y deslocalización
El teletrabajo es uno de los grandes protagonistas de la pandemia. Las empresas y otras instituciones se adaptaron con una rapidez pasmosa. Transiciones que en otras circunstancias hubieran requerido largos debates y formación se llevaron a cabo en días. Por ejemplo, la institución en la que trabajo desarrolló la capacidad de mover toda la docencia online de forma exitosa en un fin de semana.
Una vez puesta en pie la infraestructura requerida para el teletrabajo, es cuestión de tiempo que esta se use para reducir costes laborales contratando a trabajadores cualificados en otros países, pagándoles menores salarios. Si una empresa de ingeniería tiene los sistemas internos para teletrabajar, ¿por qué no despedir a ingenieros autóctonos con salarios altos y contratar a ingenieros indios o chinos?
La madurez de la tecnología para la traducción simultánea automática de textos contribuirá a esta tendencia. Comentaba un amigo hace poco cuánto han mejorado las apps que permiten utilizar los auriculares del teléfono como traductor simultáneo. Seguro que ayuda al clima laboral poder hacer bromas en lengua materna, que los equipos de trabajadores tengan fluidez en la misma lengua será menos imprescindible y, en algunos casos, la ventaja de contratar a trabajadores con salarios bajos se impondrá. Los tipos de trabajadores afectados en este ámbito tocan de lleno a las clases medias como informáticos, técnicos y creativos.
Datos y futuros usos de inteligencia artificial
Hace años que muchos analistas señalan la inteligencia artificial como la tecnología con más capacidad disruptiva en los próximos años. Aunque la palabra evoque imágenes de ciencia ficción, cualquier aplicación útil se basa en el uso de datos para reconocer patrones, poder hacer predicciones y mejorarlas a medida que se obtienen más datos. Y aunque parezca que hay ya muchos datos, a menudo estos son difíciles de usar porque están en distintos formatos, o existen regulaciones que no los permiten, o las cantidades para una tarea en concreto son demasiado pequeñas.
Si China es pionera en inteligencia artificial se debe en buena parte a que el gobierno recopila datos de forma sistemática, como por ejemplo imágenes registradas por cámaras, y los facilita a través de contratos a empresas, con objetivos como el reconocimiento facial de clientes en tiempo real.
La gestión de la pandemia acelerará la creación de enormes bases de datos en formatos útiles, que permitan recopilar y relacionar información personal, por ejemplo para rastrear contactos. Las empresas dispondrán de un rastro mayor de datos generados por los empleados que teletrabajan. Además, es previsible una reducción de los estándares de protección de datos a favor de la efectividad y la urgencia. A medida que haya más bases de datos en formatos tratables y útiles para entrenar modelos, las máquinas imitarán mejor a los humanos, los irán desplazándolos, también en tareas cognitivas.
¿Un aumento masivo del paro tecnológico?
Todo esto no implica un futuro catastrófico con masas de desempleados o pobres. En paralelo a estos procesos, habrá también sectores en crecimiento o totalmente nuevos y muchos trabajadores desplazados podrán reciclarse. Quizás habrá menos comercio internacional, incrementando la producción local de cosas que ahora se importaban. Las incógnitas principales son tres: si el número de nuevos empleos compensará o no los que se pierdan; si estos nuevos empleos serán precarizados (como los repartidores de paquetes a domicilio) o de calidad; y si la velocidad y escala a la que se producen los cambios dará tiempo a los trabajadores para formarse y reciclarse.
La intervención de los poderes públicos será clave. Podemos imaginar políticas de repartición del empleo, jubilaciones anticipadas, empleo público, o una red de seguridad que mitigue el impacto social. Como siempre, que se adopten políticas adecuadas dependerá del apoyo ciudadano, la capacidad del sistema político, y del dinero disponible. Mientras tanto, vayámonos preparando porque el futuro del trabajo ya está aquí.
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