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No son niñas de Inditex, son mujeres explotadas y lo han conseguido

Selma Tango

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Tengo que dar la enhorabuena a las mujeres que se han movilizado para conseguir el acuerdo en Inditex. Han sufrido presiones y han tenido miedo pues el sindicalismo está muy mal visto en el sector. He seguido este proceso de las “niñas de Inditex” en los medios de comunicación y he seguido las huelgas porque desde el principio me he sentido interpelada. Esta es la huelga que debimos hacer las dependientas en los dos mil y no ahora, pero bienvenida sea, pues más vale tarde. Parte de mi carrera laboral ha sido en tiendas de moda en retail, he pisado muchas de las grandes empresas de moda rápida y por eso quiero escribir para agradecer a las personas que trabajan en las tiendas de Inditex y han ido a la huelga pues han sido una inspiración en tiempos de inflación. También quiero escribir a las personas que trabajan en el resto de tiendas porque esto no va de Inditex, esto va de que todas estamos tocando fondo. 

Hui de ese perverso mercado laboral en 2006, lo reconozco, no pude encajar ni tengo tolerancia a esa presión que debería estar prohibida como aptitud a solicitar en las ofertas de empleo. Hui y creo que era buena en mi trabajo porque conseguí ser área manager y gestionar 11 tiendas, conservando aún la amistad de personas con las que trabajaba y que guardan un buen recuerdo de haber trabajado conmigo. Traté de que las personas que tenían sueños no se quedasen en ese “curro de mierda”, les pedí que volasen porque yo también quería volar, soñaba con ser escritora, pero había que comer y estudiar. No es un trabajo de mierda por el desempeño de tareas, trabajar en una tienda tiene cosas que te hacen ser muy creativa y te motivan, pero las condiciones son pésimas. En esos años me pasó de todo, cosas maravillosas y personas geniales de las que aprendí mucho porque, si algo hay en una tienda es talento, pero hablaré de las situaciones que me hicieron daño. 

Mi primer empleo serio como responsable de almacén duró algo más de dos años. Lo tuve que abandonar por desarrollar una hipersensibilidad a dos aprestos textiles, el formaldehído y la celulasa. Cuando tuve que plantearlo en la empresa me sugirieron que lo mejor era que me fuera por mi salud y, desde luego, era lo mejor, pero me lo había provocado trabajar allí, en aquel almacén sin ventilación abriendo miles de bolsas de plástico para sacar esas prendas, ponerles la alarma y percharlas en tiempo récord. Se generaba a nuestro alrededor una atmósfera irrespirable. Antes no había tenido ningún contacto con aprestos textiles, era joven e inexperta, necesitaba trabajar, estaba agotada después de varios meses acudiendo a urgencias a la salida del trabajo a ponerme oxígeno y me marché sintiéndome engañada. Años después vi un documental sobre moda tóxica de Greenpeace, mostraban algunos casos como el mío, una chica en Alemania incluso había denunciado a la cadena en los tribunales. Me sentí imbécil, pero ya era tarde.

Unos años después tuve una baja por ansiedad con un miedo horroroso a que me despidieran. Acababa de empezar este empleo como encargada, mi jefe de zona me manifestó el primer día que yo no fui nunca la persona que habría elegido, ya que tenía a la segunda encargada. Me hizo vacío, me quitó autoridad, yo no daba crédito a la falta de profesionalidad. No rivalicé en ningún momento, pero me parecía ridículo que me hubieran contratado si ya tenían a una persona. Empecé a experimentar ataques de pánico y a bloquearme por las broncas de este responsable de zona pero nunca fui capaz de contestarle. No podía entender porque me sentía tan torpe y no me defendía de ninguna acusación. Me levantaba con miedo a ir a trabajar y una noche conduciendo con un ataque de ansiedad acabé en urgencias. Al día siguiente recibí el burofax con mi despido. Nadie de la empresa me preguntó qué había ocurrido. Estaba dentro del periodo de prueba.

En otra empresa, al llegar a mi nuevo puesto tras un ascenso, me encontré desde el primer día con que mis compañeros no me dirigían la palabra y no lo hicieron en los nueve meses que aguanté la situación. Era su estrategia para protestar contra el director que había hecho varios cambios, como ascenderme. Pensé que esta vez no podía dejarlo pasar y perder mi empleo. Cuando me decidí a hablar con los responsables la respuesta fue que la persona instigadora era como de la familia y no podían decirle nada. Llevaba toda la vida con ellos. Supliqué ser despedida, no podía más y, afortunadamente, en recursos humanos, en un acto de caridad ante la imposibilidad de poder cambiar la situación, me despidieron. Debo decir que me encantaba ese trabajo, era como haber conseguido un sueño que se convertía en pesadilla cada mañana que atravesaba la puerta de la oficina y lo peor es que era consciente de que ni siquiera tenía que ver conmigo. Pero a mí me hizo daño y no fui consciente hasta que tuve que enfrentarme a otro empleo donde tuve que empezar una terapia. Nunca volví a trabajar en una tienda.

Esto ocurre con bastante asiduidad. Las jefas de zona, encargadas y dependientas trabajan con un nivel alto de estrés y cuando se enfrentan a la maternidad tienen un problema añadido, la conciliación con los horarios de las tiendas es imposible. Teniendo en cuenta que en muchas comunidades autónomas se trabaja los festivos, los contratos nuevos desde hace años se hacen de lunes a domingo para no pagarlos. Se han ido precarizando y flexibilizando las jornadas de manera que, si antes era habitual una plantilla estable a jornada completa, hoy por sistema los contratos son de muy pocas horas, pero se exige disponibilidad total. Las ampliaciones de jornada semanales o diarias sin preaviso son la norma. Esto hace imposible tener estabilidad, ni siquiera poder estudiar o hacer otras cosas.

En algunas de estas empresas la presión por conseguir los objetivos, en ocasiones inalcanzables, es enorme. Además, de ellos dependen en gran parte los pluses salariales, generando un estrés añadido a los ya de por sí estresantes momentos de alta demanda como rebajas, campañas, o de la propia gestión diaria de una tienda. Son trabajos con elevada carga que generan ansiedad y, en ocasiones, con mucha presión emocional. Son habituales los turnos partidos con horas fuera de jornada como el tiempo invertido en los cierres de tienda que pueden sobrepasar la hora de trabajo no remunerado. Es un trabajo exigente para el que hay que emplear muchas habilidades y con una intensidad elevada. Tienes que ser creativa, intuitiva, empática y rápida, muy rápida. No son solo dobladoras de camisetas, manejan cuentas de resultados de varios miles de euros al día, por lo que tienen enormes responsabilidades también con el dinero. Están disponibles siempre por un sueldo que no les da para vivir y por eso han tocado fondo por no poder pagar el alquiler trabajando todo el día.

No son las niñas de Inditex, son mujeres que hacen su trabajo cada día para que una marabunta destroce su tienda y las traten mal, mientras siguen colocando ropa con una sonrisa y disponibles para ayudarte cuando se lo pidas. Acaban de demostrar que se puede mejorar las condiciones laborales cuando se nos estaba olvidando que la huelga es un derecho. Un derecho que encargadas y jefes de zona en el sector suelen recordarte que no les gustan a los arriba. No les gustan las huelgas ni las sindicalistas, precisamente las que han conseguido las mejoras para las dependientas de Inditex. Cuando yo trabajé, en ninguna cadena excepto Inditex había sindicatos, o enlaces sindicales y si los hubo, nunca lo supe, por eso jamás pudimos plantearnos hacer huelgas. Nunca hice huelga y me arrepiento porque tenía mucho motivos para hacerla.

Ahora propongo al resto de dependientas de otras cadenas mirar hacia las mujeres de Inditex en un ejercicio de sororidad y de egoísmo propio. Vosotras también podéis. Lo propongo desde la empatía para que mejoren sus condiciones, para profesionalizarse a sí mismas, para ocupar el lugar en el que tiene que estar una persona a la que se exige tanto a escala laboral. El resto de personas consumidoras también deberíamos reflexionar evitando comprar en domingos y festivos, o acudiendo a horas más conciliadoras, para que no tenga sentido que una tienda esté abierta hasta las 10 de la noche. En tiendas del Reino Unido, a las seis de la tarde cierran los centros comerciales y la vida sigue, la gente puede hacer sus compras y el personal de tiendas tener mayor calidad de vida. Con el crecimiento del comercio electrónico, además, están desapareciendo tiendas y, por lo tanto, los empleos de las tiendas físicas, con lo que es el momento de repensar el sector. Un sector que en cifras va realmente bien.

Lo importante es que esto va de haber tocado fondo en la precariedad, después ya está el abismo. Cuando estás a punto de perder tu casa o no puedes pagar el alquiler, no queda otra que protestar. Ellas lo han hecho, han tenido la valentía que antes no tuvimos. El miedo a perder el empleo paraliza, pero ver la trayectoria de precarización en los últimos 30 años debería sacarnos de la parálisis. Todo lo que se ha perdido a nivel laboral nos está poniendo ante las puertas de lo insostenible y los parches no son suficientes. Admitir que el empleo ya no es suficiente para salir de la pobreza es la ausencia total de esperanza en el futuro. Mejorar las condiciones laborales es mejorar las condiciones de vida y nos afecta a todas y a todos. Las mujeres y hombres que trabajan en las tiendas de Inditex pidieron un aumento de sueldo y mejores condiciones en un año con un récord de un 24% más de beneficios (3.095 millones) para la empresa, y ahora podrán seguir trabajando en mejores condiciones. Que nos sirvan de ejemplo de que podemos hacer muchas cosas y sobre todo, como dice Yolanda Diaz, entre todas podemos mejorar la vida de la gente. Y esto lo cuenta una autónoma precaria, que en ocasiones no le llega ni para pagar la cuota de autónomas. Yolanda del alma mía, tú que a veces nos escuchas, tenemos tanto que contarte…

Tengo que dar la enhorabuena a las mujeres que se han movilizado para conseguir el acuerdo en Inditex. Han sufrido presiones y han tenido miedo pues el sindicalismo está muy mal visto en el sector. He seguido este proceso de las “niñas de Inditex” en los medios de comunicación y he seguido las huelgas porque desde el principio me he sentido interpelada. Esta es la huelga que debimos hacer las dependientas en los dos mil y no ahora, pero bienvenida sea, pues más vale tarde. Parte de mi carrera laboral ha sido en tiendas de moda en retail, he pisado muchas de las grandes empresas de moda rápida y por eso quiero escribir para agradecer a las personas que trabajan en las tiendas de Inditex y han ido a la huelga pues han sido una inspiración en tiempos de inflación. También quiero escribir a las personas que trabajan en el resto de tiendas porque esto no va de Inditex, esto va de que todas estamos tocando fondo. 

Hui de ese perverso mercado laboral en 2006, lo reconozco, no pude encajar ni tengo tolerancia a esa presión que debería estar prohibida como aptitud a solicitar en las ofertas de empleo. Hui y creo que era buena en mi trabajo porque conseguí ser área manager y gestionar 11 tiendas, conservando aún la amistad de personas con las que trabajaba y que guardan un buen recuerdo de haber trabajado conmigo. Traté de que las personas que tenían sueños no se quedasen en ese “curro de mierda”, les pedí que volasen porque yo también quería volar, soñaba con ser escritora, pero había que comer y estudiar. No es un trabajo de mierda por el desempeño de tareas, trabajar en una tienda tiene cosas que te hacen ser muy creativa y te motivan, pero las condiciones son pésimas. En esos años me pasó de todo, cosas maravillosas y personas geniales de las que aprendí mucho porque, si algo hay en una tienda es talento, pero hablaré de las situaciones que me hicieron daño.