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El pasado 8 de agosto, el copresidente de la candidatura olímpica de París, Tony Estanguet, realizó unas declaraciones para Associated Press que dejaron los dientes largos a todos los aficionados a los esports. A la pregunta de si se podrían incluir los esports en el programa de París 2024, el expiraguista dejó la puerta entreabierta: “Tenemos que mirarlo porque no podemos decir 'no nos va, no serías olímpicos'. Vamos a intentar si podemos encontrar algunos puentes”.
Es la primera vez que un representante olímpico institucional, en este caso de una candidatura de un país, comenta la posibilidad de incluir los esports en el evento deportivo más antiguo de la historia. Pero, ¿qué hay más allá de estas declaraciones? ¿Sería posible ver a un toplaner de League of Legends recibir una medalla a la par que un maratoniano?
Sergi Mesonero, presidente de la Liga de Videojuegos Profesional, cree que son simplemente “declaraciones institucionales que indican que los esports han entrado en el debate público”. Y continúa: “De ahí a ver un posible guiño al futuro de los Juegos Olímpicos...”.
El primer problema que se enfrentaría el COI en el hipotético caso de que estuvieran ampliamente de acuerdo en incluir los esports en unos JJOO es la búsqueda de interlocutores. “No puede hablar con nadie. No hay referencia internacional más allá de quien tiene la última palabra en los juegos, los creadores de estos”, explica Mesonero. Esto, detalla el fundador de la LVP, es lo que diferencia principalmente a los deportes tradicionales de los electrónicos: la licencia del deporte en cuestión.
Alfonso León, experto en legislación deportiva y en esports, cree que esto es “gran parte del problema: que los derechos de promoción, difusión y explotación son de una empresa privada”. Aunque para él, una posible, pero difícil solución, sería que se llegara “a un acuerdo vía cesión de la explotación pero únicamente cada cuatro años”.
Para Fernando Arrechea, doctor en Ciencias del Deporte, el problema no es tanto la esencia de los esports y la forma en la que se practican, ya que “el mismo concepto de deporte está cambiando”, esgrime, sino el hecho de que “cada videojuego es propiedad de una marca, de una empresa sin libre competencia ni igualdad para todos”. “Pero que entren en los JJOO en los próximos años es harto complicado, tendría que cambiarse la Carta Olímpica”, apunta.
Arrechea recuerda como en la Era Moderna (1912-1948) se incluyeron Competiciones Artísticas como pintura, literatura, escultura y música para ejemplificar que la inclusión de los esports no tendría por que ser incongruente.
Una de las necesidades para la hipotética inclusión de los esports sería “la existencia de una federación internacional reconocida por todos los Comités”, explica Arrechea. Y esto es algo bastante complicado, según opina Mesonero: “Para empezar, tenemos que decir qué es federación. ¿Qué modalidad incluyes? ¿Esports en general o el deporte en concreto?”.
Uno de los modelos que el fundador de la LVP ve sería el de la NBA, que es un “sistema económico, privado, cerrado” y se asociaría mejor con los videojuegos, que son “un producto comercial”. “Hay muchos ecosistemas diferentes, meter a todos los videojuegos en un saco... no va a suceder”, señala.
Es imprescindible que cualquier deporte que se incluya como modalidad olímpica esté inscrito y sometido a las exigencias y el código de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). León, que forma parte de la Esports Integrity Coalition, comenta que uno de los objetivos de su fundación es “sacar adelante un código antidopaje que refleje aquellas sustancias que puede mejorar el rendimiento de un deportista electrónico”.
Por ahora, tal y como lo confirma el jurista, ni el Comité Olímpico Internacional ni la AMA “han querido abrirse y proporcionar una solución a medida para los esports, y hasta que esto no se dé es imposible”.
Que el copresidente de la candidatura olímpica declare institucionalmente que hablarían la posibilidad de incluir los esports en París 2024 es un premio para aquellos que llevan tanto peleando por profesionalizar un sector imberbe. Pero de ahí a verlos como futuro deporte olímpico, todavía queda un trecho enorme. Como diría Sergi Mesonero, “son mundos demasiado diferentes, tienen puentes y similitudes, pero lo que les separa es un abismo”.
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