Sánchez arenga a la movilización progresista para que el auge de Vox no tumbe a su Gobierno
“Subidos a la ola llegaremos a la playa los primeros”. La frase la pronunció un dirigente territorial en el ecuador de la campaña y describe el ambiente en el PSOE desde que Pedro Sánchez anunció el anticipo electoral. Los socialistas se ven desde hace muchas semanas ganadores de unas generales por primera vez en once años, pero el espíritu de victoria convive con el temor –cercano al pánico en los últimos días, tras los dos debates– a que el resultado sea insuficiente para conservar el Gobierno.
La posibilidad de que se reedite el pacto PP, Ciudadanos y Vox en Andalucía es el verdadero enemigo de Sánchez, que ha mantenido una campaña conservadora planeada al milímetro para no cometer errores, en la que la movilización del electorado progresista ha sido el primer objetivo. La llamada al voto útil se ha reforzado en la recta final en la que Sánchez también ha ido perfilando discretamente su política de pactos: el último día abrió la puerta del Gobierno a Unidas Podemos, que se lo reclamaba desde el principio, tras habérsela entornado previamente a Albert Rivera y subido el tono paulatinamente contra los independentistas hasta la conclusión: “No quiero que la estabilidad descanse en las fuerzas independentistas”.
Es la primera vez desde 2008 en que el PSOE hace una campaña con el viento a favor y la ilusión que le dan las encuestas favorables desde la moción de censura que llevó a Sánchez a Moncloa. Atrás había quedado ya la amenaza de sorpasso de Unidos Podemos que les persiguió en las anteriores generales y que nunca llegó a producirse. Recuperar el Gobierno y gestionar estos diez meses fue lo que les dio la primera posición, igual que la salida abrupta de Rajoy condujo al PP al descalabro.
Es la suma de las derechas y la incógnita de Vox lo que preocupa al PSOE después de lo que sucedió en Andalucía tras 36 años ininterrumpidos de poder. Sobre ese “riesgo real” de que los “tres temores” se hagan con la mayoría ha pivotado el discurso de los socialistas durante toda la competición, con especial énfasis en la recta final. “Es una amenaza real y bastante grave”, advierten en Moncloa. “Si no gobernamos no ganamos”, clamó Sánchez en el pre-cierre de campaña en Madrid antes de volar a Valencia.
“Podemos ganar y amanecer el lunes con un Gobierno de derechas”, alertó en sus últimos actos de la campaña en los que puso ejemplos más allá de Andalucía, como la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, así como la segunda posición que logró la extrema derecha en Finlandia. En el PSOE ha aumentado la preocupación por el auge de Santiago Abascal en los últimos días, cuando Vox ha desbordado sus actos en Sevilla o Valencia.
“Vox es imprevisible, ese es el problema”, comenta una colaboradora del Gobierno sobre las encuestas que se siguen haciendo aunque no publicando por la prohibición de la ley electoral. Algunos socialistas consultados por eldiario.es no descartan que Vox acabe superando a Ciudadanos, lo que daría una oportunidad más a Sánchez de recibir su apoyo en una investidura, según esas fuentes consultadas.
Perfil moderado para hacerse con el voto de centro
El escoramiento de Ciudadanos a la derecha ha dejado al PSOE todo el centro político, donde en España se ganan las elecciones. Sánchez ha explotado su perfil moderado y ha tratado de robarle votos a Albert Rivera señalándole constantemente junto a la extrema derecha. “En vez de combatir con argumentos a la ultraderecha han abrazado sus postulados”, ha repetido hasta la saciedad el presidente, que asegura que los socios liberales de Rivera en la UE no aprueban esa conducta. En Andalucía Rivera no se sintió cómodo y trató de distanciarse del pacto de Gobierno, pero ahora no ha disimulado que se pueda reeditar: “Prefiero que Vox no se incorpore”, es lo máximo que ha llegado a decir.
Enfundado en su traje de presidente, Sánchez ha tratado de ganarse al voto moderado haciendo apelaciones a la necesidad de tranquilidad política y económica en España. “Hay que reconstruir el Estado del bienestar, garantizar un horizonte de concordia nacional y hay que erradicar la corrupción”, expresó en un mitin en Toledo este viernes. “Este país se merece cuatro años de estabilidad y caminar hacia la justicia social”, apostilló Sánchez, que ha mantenido un perfil presidencialista, sin salirse del guión, durante toda la campaña. En el sprint final le han dado un espaldarazo periódicos internacionales, como The Economist o Finantial Times, nada sospechosos de ser izquierdistas, que han pedido el voto para el PSOE como garantía de estabilidad económica y financiera en Europa. La recomendación apoya a Sánchez en su pugna por el voto de centro.
Los poderes económicos a los que apelan esas dos publicaciones fueron los que Sánchez denunció que habían estado en contra de su candidatura al Gobierno en el año 2016, tal y como denunció entonces y Pablo Iglesias ha reiterado en esta campaña. Con Unidas Podemos, la competición ha sido de guante blanco. El PSOE ha obviado prácticamente al que ha sido su socio preferente en toda la campaña salvo en la recta final, cuando la remontada de Iglesias a partir de los debates hizo a Sánchez salir a por su votante con la tradicional estrategia del voto útil.
Equilibrios con Podemos para no arañarse demasiado
Sánchez ha evitado prácticamente hasta el final desvelar sus cartas sobre los pactos postelectorales para seguir 'pescando' votantes de Ciudadanos y Unidas Podemos. Pero la insistencia de Iglesias de situarle al lado de Rivera llevó al candidato socialista a entornar esa puerta: “No está en mis planes pactar con quien ha puesto un cordón sanitario al PSOE”. Tras esa afirmación, volvió a insistir en la necesidad de hablar “con todos dentro de la Constitución” a partir del 29 de abril y, en el último segundo, abrió la puerta del Gobierno a Unidas Podemos: “No es ningún problema”, dijo en una entrevista en El País. “Ni Podemos va a ser un problema para el PSOE ni el PSOE va a ser un problema para el PSOE”, explica uno de los colaboradores de Sánchez, que considera que “no está mal que ese mensaje llegue”.
La primera parte de la campaña Sánchez fue un presidente encapsulado, con mítines y actos de Gobierno por toda España con especial énfasis en el mundo rural –la España vaciada– donde se juegan importantes escaños, pero que el PSOE cree que tiene salvados. Los quince días de pelea oficial el candidato socialista salió a la palestra en los medios de comunicación y se lanzó a por el voto urbano –que calculan que es más indeciso–. El objetivo de fundamental de Sánchez ha sido no cometer ningún error y centrarse en movilizar a los suyos porque, según los cálculos de su equipo, una participación superior al 70% juega, a priori, a su favor.
La celebración de los dos debates consecutivos en RTVE y Atresmedia fue el único tropiezo que ha tenido Sánchez en su campaña controlada al 100%. El presidente quería un único debate y se decantó –tal y como le recomendó su jefe de gabinete, Iván Redondo– por el de La Sexta y Antena 3 que incluía a Vox. La prohibición por parte de la Junta Electoral de que estuviera Abascal cambió la posición de Moncloa, que optó entonces por la cadena pública, pero la presión del resto de partidos y el mantenimiento del enfrentamiento por parte de Atresmedia llevó a Sánchez a aceptar finalmente dos debates a los que se había resistido y llegando a poner en riesgo el nombre de RTVE.
Distancias con los independentistas
La principal preocupación en las filas socialistas sobre esos debates era el daño que la derecha pudiera hacerle a costa de su relación con el Govern y los hipotéticos indultos a los líderes independentistas. El asunto solo salió en el primer programa y Sánchez se defendió: “No puede haber indulto preventivo ni negación preventiva del indulto”, fue la respuesta. “En un sector muy determinado del electorado debería ser más contundente”, reconoce un dirigente territorial. El presidente aragonés, Javier Lambán, que se la juega en un mes, se encargó de dejarlo claro para su electorado: “Yo no los indultaría y, por conversaciones que he tenido con Sánchez, me atrevo a decir que él tampoco lo haría”.
Sánchez salió vivo de las dos televisiones y las posiciones volvieron entonces a la casilla de salida. “El poso que dejan los debates es que la pareja de la izquierda salió menos arañada que la de la derecha”, expresan en Moncloa. No obstante, la preocupación es que Iglesias comenzó una cierta remontada a su costa. También consideran que el ataque virulento de Rivera les ayudó por el centro. Además de lanzarse a por el voto útil de Unidas Podemos y Ciudadanos, Sánchez también ha hecho desde entonces un último gesto al electorado más moderado reconociendo que no quiere depender de los independentistas.
“No quiero que le estabilidad descansa en las fuerzas independentistas”, dijo en una entrevista en la Cadena SER como guiño definitivo al electorado de centro. El tono había ido subiendo paulatinamente a lo largo de la campaña desde que Sánchez acusaba a ERC y PdeCAT de impedir los presupuestos hasta que dijo que “no son de fiar” en una entrevista en eldiario.es pasando por la recuperación de su “no es no” esta vez dedicado a la independencia y la celebración de un referéndum. “Se han dedicado a reducir la política al insulto y la falacia -expresó sobre las derechas-. Dicen que hemos vendido España, pero ¡si nos sentimos orgullosos de ser españoles! Yo me siento orgulloso de ser español, pero de una España en la que quepamos todos y no solo los del trío de Colón”.
Sánchez arrancó la competición quitándose el tradicional complejo de la izquierda de reivindicarse español con el lema 'La España que quieres' de una campaña ñoña que cambió el puño y la rosa del PSOE por un corazón, pero que le permitió situarse en el perfil moderado que buscaba. “Este partido no es propiedad de nadie. Aquí tiene que caber mucha gente que tiene claro la España que quiere y sobre todo la España que no quiere. Somos un contenedor que tiene que resultarle amable a la gente”, dijo el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, uno de los barones más alejados de Sánchez por su posición respecto a la España plurinacional, que ha desaparecido de la campaña y también del programa. El PSOE ha dejado atrás las rencillas internas, al menos hasta el 27 de mayo.
Sánchez, que ni siquiera quiso arriesgar en su programa electoral -en el que no hay ninguna novedad e incluso desaparecen medidas que pueden resultarle controvertidas-, ha cerrado la campaña en Valencia, tras 'mitinear' en Toledo y Madrid este mismo viernes. Ahora pasará por primera vez la jornada de reflexión y electoral en Moncloa mientras el PSOE contiene la respiración para que los números no le den a PP, Ciudadanos y Vox.