José Luis Martínez-Almeida y Begoña Villacís cerraron hace ahora tres años, el 15 de junio de 2019, uno de los pocos acuerdos de coalición entre PP y Ciudadanos que todavía sobrevive y que ambos se esfuerzan en calificar de “sólido” y “cohesionado” o incluso de “matrimonio bien avenido”. El Gobierno municipal celebra su tercer aniversario marcado sin embargo por las tensiones constantes, con una formación naranja en grave decadencia a nivel nacional que el PP, por su parte, ha aprovechado para lanzarle una opa y fichar a varios de sus líderes.
El pacto de gobierno que devolvió el Ayuntamiento a la derecha tras el paréntesis de Manuela Carmena sirvió para consolidar el deseo del entonces líder de Ciudadanos, Albert Rivera, de vetar cualquier acuerdo con el PSOE de Pedro Sánchez, y convertirse en la ‘muleta’ de un PP entonces en franca decadencia. Junto al de la capital, los conservadores y Ciudadanos acordaron coaliciones en la Comunidad de Madrid, en la Región de Murcia y en Castilla y León, así como en varios ayuntamientos, como habían hecho poco antes en Andalucía.
Almeida, un concejal del PP entonces prácticamente desconocido, perdió las elecciones frente a Carmena, pero las fuerzas de izquierda –que se habían presentado muy divididas– no lograron sumar mayoría. PP y Ciudadanos llegaron a un acuerdo, pero necesitaron para una suma alternativa el apoyo de Vox, que ya por entonces empezaba a emerger con cierta fuerza. Aunque Villacís huyó de la foto con la extrema derecha, Almeida no tuvo ningún empacho en firmar por su cuenta un acuerdo de investidura con la formación que capitaneaba en la ciudad Javier Ortega Smith. Gracias a ese apoyo lograron hacerse con el bastón de mando de la capital.
En el tercer aniversario de la coalición, el alcalde de Madrid ha afirmado que su deseo es "volver a gobernar", pero "en solitario". “Aspiro a gobernar con mayoría, no con bloques”, ha sostenido en declaraciones a la prensa. Mientras tanto, la vicealcaldesa sí que se ha mostrado “dispuesta” a reeditar la coalición.
Una unión en la que en estos tres años, Almeida y Villacís se han esforzado en ofrecer la imagen de un tándem que funcionaba, de un Gobierno “sólido, fuerte y cohesionado”. Y así fue durante un tiempo: una coalición que se ponía de ejemplo frente a la que Isabel Díaz Ayuso mantenía en la Comunidad de Madrid con el entonces líder regional de Ciudadanos, Ignacio Aguado, al que nunca soportó y del que se zafó en cuanto pudo.
En la mitad del mandato llegó la pandemia, que aparcó muchos de los planes del Gobierno. Luego Filomena puso la puntilla y destapó las muchas deficiencias de los servicios públicos de la capital, a pesar de que Almeida se colgó muchas medallas por la gestión. Fue un paréntesis en el que el alcalde y la vicealcaldesa se afanaron por sacar a Madrid del atolladero y lograron pactar con la oposición los históricos Acuerdos de la Villa, un pacto de 352 medidas firmado por todos los grupos del Ayuntamiento de Madrid para la recuperación de la ciudad.
Pasado lo peor, pronto se constató que ese aparente idilio entre los dos regidores capitalinos no era tal. Aunque personalmente se aprecian y, según dicen, siempre se han respetado, los roces y las discrepancias políticas comenzaban a ser frecuentes aunque de puertas hacia afuera lo negaran. Sobre todo desde que en agosto de 2020 Almeida fuera designado por deseo de Pablo Casado portavoz nacional de su partido. Tanto los grupos de la oposición como sus propios socios de Gobierno consideraron que el regidor estaba más preocupado por los asuntos nacionales y por confrontar con Pedro Sánchez que por solucionar los problemas de Madrid.
Ruptura de Ayuso con Ciudadanos
Pero si hay una fecha señalada en la historia de estos tres años es la del 10 de marzo de 2021. La ruptura de PP y Ciudadanos en la Comunidad de Madrid como último efecto colateral de la fallida moción de censura en Murcia, pero sobre todo debido al deseo de Ayuso de capitalizar el desgaste de la formación naranja, precipitó la convocatoria adelantada de elecciones. La presidenta salió reforzada de las urnas y formó un gobierno en solitario con el apoyo parlamentario de Vox. Mientras, los de Inés Arrimadas se quedaron sin los 26 diputados que tenían en la Asamblea, lo que avivó las rencillas entre ambos partidos. Con Ignacio Aguado fuera de combate, todas las miradas se dirigieron entonces hacia Villacís y su pacto con Almeida. Pero los dos vendieron que lo ocurrido en la Comunidad no iba a afectar para nada a su acuerdo. Un escenario lejos de la realidad.
Los momentos de tensión entre los dos regidores fueron in crescendo. No solo como consecuencia de la opa hostil contra Ciudadanos que Génova ya había puesto en marcha. En la gestión del día a día también mantuvieron sus diferencias por algunas de las medidas adoptadas por la Junta de Gobierno. Por ejemplo, por los permisos concedidos a los hosteleros por la pandemia para poder prolongar el tiempo de permanencia de las terrazas, a pesar del perjuicio a los vecinos por las plazas de aparcamiento invadidas y el ruido que generan. Ciudadanos apostaba por alargar el plazo alegando que “hay cosas que llegan para quedarse”, pero el PP se oponía.
Otro de los choques más sonados lo protagonizó la vicealcaldesa al adelantarse al regidor para anunciar que Madrid iba a ser candidata para albergar los Juegos Olímpicos de 2036. Almeida, muy molesto por el “protagonismo” que había querido otorgarse su número dos, la desmintió. Horas después, él mismo ratificó la noticia.
También se generó tensión cuando el año pasado Almeida decidió no colocar la bandera del Orgullo en la sede del Ayuntamiento. Villacís anunció que era posible hacerlo, pero el alcalde se escudó en una interpretable sentencia del Tribunal Supremo que impide colocar otras banderas junto a la española en los edificios públicos.
Con todo, y a pesar de esos roces, los dos mandatarios continuaron aparentando “armonía”, lanzándose incluso guiños en público para ahuyentar los rumores de un ‘divorcio’ que podría desembocar en una moción de censura de Ciudadanos y el PSOE contra el regidor del PP. Rumores que una y otra vez la propia Villacís ha ido despejando, asegurando que ella es “leal” al alcalde y no “traiciona” a su socio a pesar del maltrato que ellos les han dispensado en el resto de las comunidades y en algunos ayuntamientos donde cerraron alianzas en 2019. Desde ambas partes del Gobierno insisten en que se trata de discrepancias “puntuales” y “normales” entre una coalición formada por “dos partidos diferentes”.
Ruptura con Vox y acercamiento a los disidentes de Más Madrid
Otro momento que ha marcado estos tres años de Gobierno ha sido la ruptura de Almeida con Vox, sus socios prioritarios durante los dos primeros años de mandato. La negativa de la extrema derecha a aprobar la ordenanza de movilidad que enterraba Madrid Central, uno de los proyectos estrella de Manuela Carmena, abrió la puerta a Villacís para explorar un acercamiento con los escindidos de Más Madrid, aglutinados en una nueva plataforma, Recupera Madrid, liderada por Marta Higueras. La decisión del PP y Ciudadanos de apoyar la formación del Grupo Mixto para dar cobijo allí a estos ediles díscolos desató la guerra en Cibeles. Más Madrid acusó a Almeida de pagarle así “el favor” y recurrió ante los tribunales la decisión, como también hizo Vox. Pero gracias a esa inopinada alianza, Almeida y Villacís se garantizaron poder cerrar también los presupuestos para 2022 y la nueva ordenanza de terrazas.
A poco más de un año para las nuevas elecciones municipales todo parecía encauzado para Almeida y Villacís. Sin embargo, la aparente calma interna se truncó al estallar el escándalo del supuesto espionaje a Isabel Díaz Ayuso por los contratos sanitarios concedidos a empresas vinculadas a su hermano Tomás. El caso provocó que los de Higueras se revolvieran contra el alcalde, y también resucitó la desconfianza por parte de Villacís. La vicealcaldesa no ocultó su enfado al enterarse por la prensa de todo y lamentó que el regidor no le hubiera informado “de nada”.
La dirigente de Ciudadanos aceptó entonces el reto lanzado por Más Madrid y el PSOE de presidir una comisión de investigación para esclarecer los hechos, mientras, dolida, exigía a Almeida “transparencia”, pidiéndole además que su partido, el PP, “no metiera las manos en el Ayuntamiento de Madrid”. Los rumores de una posible moción de censura volvieron a resurgir, pero Villacís volvió a descartarla a pesar de las presiones del Grupo Mixto, que no ha dejado en todo este tiempo de demandársela. Una de las teorías difundidas fue que la vicealcaldesa pidió la cabeza del coordinador general de la Alcaldía, Ángel Carromero, a cambio de no desbancar al alcalde. Ella lo desmintió. “Nunca amenacé con una moción de censura. Antes de que se cesase a Carromero ya dije que esa posibilidad no estaba en la mesa”, se defendió la dirigente de Ciudadanos. En pleno lío por este caso Almeida y Villacís fueron vistos comiendo juntos en una terraza de Madrid para limar asperezas.
Villacís pacta con Más Madrid y PSOE el dictamen de la comisión de investigación
Desde entonces todo ha ido de mal en peor. El estallido de la estafa de las mascarillas y las millonarias comisiones cobradas por los empresarios Luis Medina y Alberto Luceño, que investiga la Fiscalía, no ha hecho más que agravar la tensión entre un Almeida acorralado por la oposición y Villacís. Máxime, después de que la vicealcaldesa se aviniera a pactar con Más Madrid y PSOE las conclusiones de la comisión de investigación del supuesto espionaje a Ayuso, en las que se señala a dos concejales de la máxima confianza del alcalde –Borja Carabante y Álvaro González- por su “mala praxis”. En la última rueda de prensa en la que compareció Almeida, no estuvo Villacís. El edil lo justificó en que “tenía otro acto ”y “no se puede estar en dos sitios a la vez”. Pero el mal ambiente en la Junta de Gobierno se palpó tras esta decisión de la vicealcaldesa. Fuentes municipales reconocen que Carabante y ella se intercambiaron algunos reproches en aquella reunión porque el responsable de Movilidad y Medio Ambiente no había encajado nada bien que la dirigente de Ciudadanos se uniese a la oposición para señalarle.
Curiosamente, un día antes de que se conociera ese acuerdo de Más Madrid, PSOE y Ciudadanos, en un desayuno informativo organizado por Europa Press, Almeida se deshacía en elogios hacia Villacís, a la que agradecía el trabajo conjunto en estos “tres años turbulentos políticos y de gestión” para situar a la capital “en el lugar que le corresponde, la liga de las mejores ciudades”. “Tengo el matrimonio que no he tenido en mi vida real”, ironizó el regidor, para confesar a continuación que estaba “muy cómodo” gobernando con los de Arrimadas.
Atrás quedan ahora las bromas y también los desmentidos de la dirigente de Ciudadanos sobre los supuestos ofrecimientos del PP para que vaya en las listas de Almeida. “En broma, sí, me lo han pedido, pero no en serio”, ha llegado a confesar Villacís, que siempre insiste en que “no se va a ir al PP”, aunque al mismo tiempo ha reconocido que pese a sus desengaños, “a día de hoy, repetiría un Gobierno con Almeida”.
El problema es que la dirigente de Ciudadanos se enfrenta a un negro panorama, con su partido al borde de la desaparición en Andalucía y posiblemente en el Ayuntamiento de la capital, donde algunas encuestas le otorgan ahora cuatro concejales frente a los once actuales. La mejor baza con la que cuenta Villacís es que es una de las dirigentes mejor valoradas por los madrileños.
Almeida ya ha sido ratificado por Feijóo para repetir como cartel municipal de Madrid. Ahora la única incógnita que queda por despejar es si Villacís aceptará el reto de volver a ser la candidata en 2023 de Ciudadanos, como a buen seguro le va a pedir Arrimadas, si se irá a su casa para volver a la 'vida civil' o si traiciona su palabra y se une al partido de su socio de gobierno, algo que siempre ha negado.