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Las 'amistades peligrosas' de Juan Carlos I: los personajes con los que se divirtió e hizo negocios desde la Transición

Elena Herrera

6 de agosto de 2020 22:14 h

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Magnates de medio mundo, empresarios y banqueros corruptos, altos mandatarios de países nada respetuosos con los derechos humanos e incluso traficantes de armas. La agenda de contactos del rey Juan Carlos I incluye amistades poco ejemplares, personajes que en ocasiones acabaron envueltos en turbios asuntos e incluso pisando la cárcel.  

El diplomático Manuel Prado y Colón de Carvajal —uno de sus grandes amigos y administrador de su dinero privado durante más de dos décadas—, el empresario Javier de la Rosa, los llamados Albertos —Cortina y Alcocer—, el banquero Mario Conde o el traficante de armas Adnan Khashoggi son algunos de los hombres que han formado parte del círculo de amistades del ahora rey emérito. 

Lo llevaban de caza, iban a navegar o le hacían regalos, incluidos varios yates y vehículos de motor de alta gama. Entre ellos, un lujoso Porsche 959 que el monarca estrelló en dos ocasiones. También hacían negocios. Varios medios de comunicación han publicado que Juan Carlos I llegó a presentar en Riad a la iraní Shahpari Azzany Zanganeh, exmujer de Kashoggi y sobre la que se ha difundido que es una de las grandes comisionistas del AVE a La Meca, como su “persona de confianza”. Zanganeh asegura, sin embargo, que nunca ha tenido ninguna relación personal de amistad con el monarca y que tampoco actuó como comisionista o intermediaria para lograr el contrato del consorcio español. Sí trabajó como “desarrolladora de proyectos” y “asistió” a varias empresas españolas en la preparación de la licitación y durante la ejecución del contrato, según un comunicado remitido a elDiario.es.

Años después las sospechas de corrupción en torno a la adjudicación en 2011 de esa infraestructura a empresas españolas han acabado poniendo la lupa judicial sobre él y forzando su salida de España. Sin embargo, la sombra de la corrupción no acecha únicamente a los negocios que el monarca hizo en su última etapa en el trono. Ya desde la Transición hay anécdotas que reflejan cómo Juan Carlos I movía muchos hilos en las potencias petroleras del golfo Pérsico.

Roberto Centeno, nombrado consejero delegado de la semipública Campsa en 1979, ha relatado cómo fue reprendido por el entonces ministro de Hacienda, Francisco Fernández Ordoñez, por comprar 150.000 toneladas de petróleo en Kuwait en 1979, en plena crisis por la escasez de crudos. Según relató él mismo en un artículo en El Confidencial, Fernández Ordoñez le dijo que Manuel Prado y Colón de Carvajal le había montando “un pollo” al enterarse de la transacción porque Arabia Saudí y los Emiratos eran su territorio y “nadie más que él podía negociar ni un barril”. “Ni se te ocurra volver a hacer nada parecido”, asegura Centeno que le dijo el ministro. 

Prado y Colón de Carvajal —padre del expresidente de Endesa, Borja Prado— no era un cualquiera. Fallecido en 2009, fue uno de los grandes amigos de Juan Carlos I y su administrador privado durante más de dos décadas. Según Centeno, cuando era él el que conseguía los barriles, Hacienda pagaba el precio que ponía en la factura sin hacer averiguaciones ni intentar conseguirlo más barato por otras vías.

Considerado uno de los hombres en España del fondo soberano kuwaití​ —conocido como KIA—, Prado y Colón de Carvajal acabó acumulando dos condenas por apropiación indebida. Llegó a ingresar en prisión cuando tenía 72 años, en 2004, pero por razones humanitarias se le concedió el segundo grado penitenciario dos meses después. 

A Prado y Colón de Carvajal y, en consecuencia, al emérito, aparece ligado también el nombre del financiero catalán Javier de la Rosa, intendente de los intereses kuwaitíes en España. De la Rosa acumula varias condenas. Una de ellas por apropiarse de más de 375 millones de euros de la sociedad kuwaití KIO y su filial española, Grupo Torras, y hacer perder sus ahorros a más de 10.000 pequeños accionistas. Según cuenta el periodista Álvaro de Cózar en uno de los capítulos del podcast XRey (Spotify), en uno de los juicios De la Rosa dijo que parte de ese dinero se lo había dado a Prado de Colón y Carvajal para conseguir apoyos para pagar la guerra del Golfo. 

En el círculo de amistades del emérito aparecen también los empresarios Alberto Cortina y Alberto Alcocer. Apodados coloquialmente como Los Albertos, eran los máximos accionistas del Banco Zaragozano cuando la entidad fue vendida al Barclays Bank en 2003. Ambos han vuelto al foco público después de que el británico The Telegraph publicara el pasado febrero que el primo y supuesto testaferro del emérito, su primo Álvaro de Orleans, cobró 39 millones de libras —más de 40 millones de euros— por ejercer como mediador en esa transacción. En una entrevista en El País, Orleans negó tener ninguna relación con los empresarios españoles ni con esa supuesta comisión. Los Albertos fueron condenados por estafa en otro de sus negocios, pero el Constitucional anuló la condena.  

Mario Conde y los saudíes

Entre la élite nacional destaca también la relación de Juan Carlos I con el expresidente de Banesto Mario Conde, a quien se atribuye la conspiración para retirar de su puesto a Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa del Rey entre 1990 y 1993. El predicamento de Conde sobre el emérito era tal que le acabó convenciendo de que había sido Fernández Campo quien había filtrado a la prensa su relación extramatrimonial con la decoradora balear Marta Gayá, según recoge el podcast XRey. Al igual que Corinna Larsen, Gayá también habría resultado beneficiaria en última instancia del dinero saudí, tal y como ha publicado recientemente la Tribuna de Ginebra

Sabino Fernández Campo no se fiaba de Conde ni del resto de 'amistades peligrosas' de Juan Carlos I. Y el tiempo le dio la razón. Muchos de ellos acabaron envueltos en turbios escándalos y varios pisaron la cárcel. La prisión de Alcalá Meco fue el destino de Mario Conde, que fue condenado a veinte años por apropiación indebida, estafa y falsedad por su gestión cuando era máximo responsable de Banesto. Apenas medio año antes de que estallara ese escándalo el rey había presidido el acto de entrega del doctorado honoris causa de Conde por la Universidad Complutense.

El banquero contó años después al periodista Carlos Dávila, según recoge el podcast XRey, que la mañana de la intervención de Banesto el rey le llamó por teléfono ofreciéndose a mediar con el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, pero que él se negó por “lealtad” a Juan Carlos I y a su padre. “Señor, aléjese de esto. Esto huele muy mal”, asegura el banquero que le dijo al emérito en presencia de testigos.

Mucho se ha escrito también sobre sus vínculos con la familia real de Arabia Saudí. Con esa monarquía –que tantas denuncias de derechos humanos acumula– Juan Carlos I ha mantenido una relación larga y especialmente fructífera para su bolsillo. El fiscal Yves Bertossa, que instruye la causa contra sus supuestos testaferros en Suiza, ha hallado evidencias de la utilización por parte del monarca de fundaciones offshore para recibir 100 millones de dólares de la casa real saudí en 2008. Tanto Bertossa como la Fiscalía española están intentando esclarecer si ese regalo tiene que ver con el pago de comisiones ilegales por las obras del AVE a La Meca. 

La periodista Rebeca Quintáns explica en el libro Juan Carlos I, biografía sin silencios (Akal) que Juan Carlos I mantuvo una relación especialmente estrecha con el rey Fahd bin Abdelaziz al-Saud, que falleció en 2005. “A él debía multitud de favores constantes y sonantes, como los 100 millones de dólares que le prestó durante la Transición y que el Borbón nunca entendió que tenía que devolver o el regalo de su segundo yate Fortuna, en 1979”. 

Este no fue el único yate con el que sus amistades agasajaron a Juan Carlos I. En el año 2000 empresarios turísticos, banqueros, hombres de negocios de éxito e incluso el Gobierno de Baleares —con Jaume Matas (PP) como presidente— reunieron más de 18 millones de euros para sufragar la construcción de otra embarcación llamada también Fortuna y rebautizada después como Foners. Tras ser utilizada durante varios años, la familia real renunció a su uso en 2013. La naviera del exministro del PP Abel Matutes la acabó comprando en 2014 por 2,2 millones de euros a Patrimonio Nacional. 

Conocida es también la pasión del emérito por la velocidad y los vehículos de alta gama, una afición que no ha pasado desapercibida para sus amigos en el golfo Pérsico. El jeque de Dubai Mohammed bin Rashid le regaló en 2011, cuando acudió al GP de Abu Dhabi, dos ejemplares del Ferrari FF valorados en más de 300.000 euros cada uno. Con el país inmerso en una profunda crisis económica, el monarca renunció a usarlos y Patrimonio Nacional acabó sacándolos a subasta. 

Cómo tapar un affaire

Las leyendas de los años noventa también dan cuenta de la relación extramatrimonial que Juan Carlos I mantuvo con la vedette Bárbara Rey, a la que conoció en los años de la Transición. Y, sobre todo, de los intentos de la seguridad del Estado por ocultar ese affaire, del que existe constancia documental a través de vídeos, fotos y cintas grabadas que ella se encargó de registrar.

Esa relación y el posible uso de fondos públicos para comprar el silencio de Bárbara Rey emergió en 2017 tras revelar OkDiario que agentes del Cesid (actual Centro Nacional de Inteligencia, CNI) depositaron entre 1996 y 1997 en un banco de Luxemburgo cantidades millonarias de dinero para la actriz. En las informaciones y libros publicados hasta la fecha no hay unanimidad sobre cuánto dinero llegó a recibir. Unas versiones hablan de un pago único de 500 millones de pesetas (tres millones de euros) y otras de pagos mensuales durante años. También está bajo sospecha la contratación de la actriz en televisiones públicas. 

Lejos de los escándalos que ahora ensombrecen su figura, Juan Carlos I fraguó estas amistades cuando la monarquía española apenas se cuestionaba, cuando nadie podía prever que sus últimos años de reinado dejarían tan tocada a la institución. Ellos eran también  empresarios y banqueros de éxito para los que estar cerca de un jefe del Estado era la mejor carta de presentación.

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