Dos años de virajes de Casado sobre Vox: de la foto de Colón y los pactos autonómicos al cordón sanitario en su moción de censura

Iñigo Aduriz

22 de octubre de 2020 22:05 h

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Después de que, en julio de 2018 lograra la Presidencia del Partido Popular durante el Congreso Nacional, Pablo Casado asumió “la responsabilidad de reconstruir el centro derecha y recuperar los miles de votos perdidos” hacia Vox y Ciudadanos. Han pasado 27 meses de esa promesa y la derecha sigue partida en tres, el PP no logra despegar en las encuestas y Casado está muy lejos de consolidarse como el líder de ese espacio político. Vox marca la agenda, es un socio incómodo y a la vez una amenaza latente para el Partido Popular. Solo así puede entenderse el golpe de mano de este jueves 22 de octubre en que Pablo Casado pasó al otro lado del cordón sanitario que tejió el Congreso de los Diputados a la extrema derecha. La ruptura con Vox, anunciada en el solemne marco de una moción de censura que Vox planeó a mayor gloria de su jefe se fraguó en un durísimo discurso que vapuleó al propio Abascal.

Para la dirección de los populares, la intervención de Casado supone “un punto de inflexión” en la relación entre el PP y Vox. El tiempo dirá si se trata del enésimo viraje del máximo dirigente de la formación conservadora ante la extrema derecha, gracias a la cual el PP logró gobernar en coalición con Ciudadanos primero Andalucía, luego Madrid, la Comunidad y el ayuntamiento de la capital, y la Región de Murcia. Además de su socio desde fuera Vox es también su principal contrincante, con el que pugna por el mismo electorado y batalla tanto por la hegemonía de la derecha en España como por ser la principal fuerza de la oposición al Gobierno progresista.

Nada más ganar las primarias, Casado trató de atraer hacia el PP a los votantes de Vox poniendo en valor la “excelente relación” que le unía a Abascal, con quien coincidió en las Nuevas Generaciones del PP cuando el actual líder de los populares lideraba la organización juvenil en Madrid y el presidente de Vox la encabezaba en Euskadi. En ese momento, en el otoño de 2018, Casado se refería a Vox como la “nueva” derecha y evitaba calificarla como “extrema” en cada una de sus intervenciones en las que se le preguntaba por la nueva formación.

El “cinismo de la izquierda”

El 3 de diciembre de ese año, al día siguiente de las elecciones andaluzas en las que el PSOE perdió por primera vez su mayoría absoluta y el PP vio la oportunidad de llegar a la Junta de Andalucía de la mano de Ciudadanos y con el apoyo de Vox, Casado realizó un ejercicio de blanqueamiento de la extrema derecha con el fin de asegurarse esos votos para la investidura de Juan Manuel Moreno Bonilla. En rueda de prensa, el líder del PP insistió en que, hasta entonces, Vox no había gobernado “en ningún sitio”, a diferencia de Podemos que, según él, había “defendido la historia criminal etarra, defiende a la dictadura de Maduro” o “justifica a quienes llevan mochilas explosivas y a los independentistas”.

“Qué va a decir la izquierda con la radicalidad, si están gobernando con el partido más radical”, sostuvo. “El cinismo de la izquierda en España que tiene superioridad moral para definir que es extremo no se va a tolerar”, añadió, rechazando que se calificara a Vox como de extrema derecha. En ese momento, la dirección del PP defendía que la formación de Abascal no era “Alternativa para Alemania, porque ellos contemporizan con el nazismo, ni tampoco es el UKIP, que contemporiza con el Brexit”.

Génova 13 llegó a sostener que a pesar de su discurso xenófobo, que relaciona a la inmigración con la delincuencia, la formación de derecha extrema “no criminaliza” a los inmigrantes, sino que estos “son criminalizados por las mafias”. Y, respecto a la exigencia de Vox de derogar la ley contra la violencia machista, el entorno de Casado aseguraba que lo que buscaba el partido de extrema derecha era luchar “contra las denuncias falsas” de mujeres víctimas del maltrato.

En febrero de 2019, Casado se alineó por primera vez con Vox en la concentración de la Plaza de Colón de Madrid en la que las derechas –también asistió Ciudadanos– reclamaron a Pedro Sánchez que convocara elecciones generales. Allí se dio la famosa 'foto de Colón' que retrató por primera vez juntos al líder del PP, a Abascal y al entonces presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, hoy un retirado de la política tras el batacazo que sufrió su partido en la última cita con las urnas. Casado consideró que esa concentración junto a la extrema derecha había sido “histórica”.

“La influencia que ellos quieran”

Tras lograr el apoyo de Vox en Andalucía, Casado intentó repetir la jugada de cara a las generales de abril de 2019. El día antes de la jornada de reflexión, en el cierre de campaña, el candidato que no conseguía despejar en las encuestas, se abrió por primera vez a que miembros de Vox entraran en su Gobierno, en caso de llegar a la Moncloa aupado por las otras dos derechas. “Vox o Ciudadanos, tengan diez escaños o tengan 40, van a tener la influencia que ellos quieran tener para entrar en el Gobierno”, aseguró, en una entrevista en EsRadio.

Estas palabras no gustaron nada a los principales barones del partido como el gallego Alberto Núñez Feijóo o al propio Moreno Bonilla –a pesar de que él gobierna gracias a Vox– y forzaron a Casado a elevar el tono contra la formación de Santiago Abascal tras el batacazo que sufrió el PP en las generales del 28A, donde solo obtuvo 66 diputados, el peor resultado de su historia. En un recordado giro de guion, el líder de los populares ofreció una rueda de prensa el 30 de abril. Solo cuatro días después de haber ofrecido ministerios a Vox, Casado se refirió por primera vez al partido de Abascal –que entró por primera en el Congreso con 24 escaños– como la “ultraderecha” y la “extrema derecha”.

“Es falso que en España haya tres derechas, era un tópico, falsario, no hay tres derechas: el PP es el único partido de centro derecha. Hay un partido de extrema derecha, que es Vox, y uno socialdemócrata, que es Ciudadanos”, dijo entonces. El líder del PP también aludió directamente a Abascal –al que hasta entonces le unía una “excelente relación”–. Recordó que su rival “debe mucho al PP, del que ha estado cobrando de fundaciones chiringuitos y mamandurrias, como él dice, hasta antes de ayer”. Se refería a los organismos y fundaciones en los que la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre –una de las madrinas políticas de Casado– enchufó al hoy líder de Vox que, por ejemplo, ejerció de director de la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocino Social creada por la Comunidad de Madrid y de la que, solo en 2013, cobró más de 82.000 euros.

Las autonómicas y municipales del 26 de mayo volvieron a propiciar otro acercamiento de Casado hacia Vox. El PP necesitaba sus votos para conseguir gobiernos regionales y autonómicos y Casado se pasó toda la campaña poniendo como ejemplo lo ocurrido en Andalucía. Una vez pasados los comicios, el máximo jefe de los populares ya no llamaba extrema derecha al partido de Abascal: “La definición de cada partido la ha ido haciendo cada uno. Y la definición que yo he hecho de Vox es la que ellos han hecho siempre. Es un partido que se sitúa a la derecha del partido popular, y esa no es una calificación peyorativa”, dijo.

“Votar a Vox es votar a Vox”

Casado logró después acuerdos con Ciudadanos y Vox para controlar ayuntamientos y comunidades autónomas, llevando a las instituciones su plan para “reconstruir el centro derecha” y materializar la 'foto de Colón' en acuerdos de gobierno. Gracias a la extrema derecha, el PP gobierna tres comunidades autónomas –Madrid, Andalucía y Murcia– y varias capitales como Madrid o Zaragoza. El partido de Abascal había sido clave para camuflar la debacle en votos del PP, al que permitió recuperar el poder en distintas administraciones, empezando por el Ayuntamiento de la capital de España. Y el hecho de acceder a esos gobiernos dio una bola extra a Casado, al que por entonces ya se empezaba a cuestionar puertas adentro.

Poco antes de las generales del 10 de noviembre de 2019, Casado también trató de evitar los ataques directos al partido de Abascal, y se limitó a presentar al PP como el voto útil de la derecha. “Votar a Vox es votar a Vox y votar a Ciudadanos es votar a Ciudadanos, pero votar al PP es echar a Sánchez de la Moncloa”, repetía entonces el líder de los populares.

Tras esa nueva derrota en las urnas –el PP mejoró su resultado del 28A aunque tan solo obtuvo 88 escaños, su segunda peor cifra en toda su historia–, el líder del partido dio paso a un periodo de cohabitación con la extrema derecha, evitando criticar su radicalidad y considerándola como un socio factible para hacer política. Ese reconocimiento se evidenció en las negociaciones para conformar la Mesa del Congreso, el pasado diciembre, cuando los populares pactaron con los de Abascal su entrada en el órgano de gobierno de la Cámara Baja. Se bautizó entonces a Vox como partido “constitucionalista”. “No vamos a tejer ningún cordón sanitario frente a partidos constitucionalistas como Vox”, dijo entonces Casado.

Las críticas hacia la extrema derecha resurgieron en la cúpula del PP cuando el pasado julio Vox anunció la presentación de una moción de censura contra el Gobierno de Sánchez sin habérselo consultado a los populares, cuyo partido era el único aliado posible para lograr más votos a favor de la iniciativa. “No cuenten con nosotros para maniobras de distracción que refuercen al PSOE”, señaló entonces la dirección popular. Dentro de la formación de Casado fueron muchos los que vieron en ese movimiento un intento de desbancar al PP como partido hegemónico de la oposición.

El 'no' de Casado “a ese engendro antiespañol”

Casado mantuvo el suspense, soportó presiones internas y desde los aledaños del partido, y este jueves obró la ruptura ya en la primera de sus intervenciones, donde avanzó que el voto del PP a la moción sería un 'no'. El anuncio vino acompañado de un durísimo discurso contra Abascal. “Votaremos 'no' a su candidatura para presidir el Gobierno de España. Votaremos 'no' porque decimos no a la ruptura que usted busca, 'no' a la polarización que usted necesita, como Sánchez. 'No' a esa España a garrotazos, en blanco y negro, de trincheras, ira y miedo. 'No' a ese engendro antiespañol, que también patrocinan ustedes, esa antipolítica cainita de izquierda o de derecha destinada a hacer que los españoles se odien y se teman. Decimos 'no' a su moción porque decimos 'no' a Sánchez y a sus socios, los visibles y el que está en la sombra, que es usted”, zanjó.

Rememorando de nuevo la etapa en la que Abascal formó parte del PP, Casado le decía al líder de Vox que había presentado “una moción contra el partido que le ha dado trabajo durante 15 años”. “Usted ya tenía cargo público cuando yo estaba en el colegio”, añadió. A Vox, Casado le acusó de pasarse “tres meses atacando al PP para nada. Mucho ruido y pocas nueces, como todo lo que hacen”.

Desde el atril, el líder del PP pidió a la extrema derecha que “no engañe a los españoles”, porque a su juicio las mociones “no son para censurar al Gobierno, para nombrar a uno nuevo, y ni siquiera para convocar elecciones”. “Quería cortar las dos orejas del PP y ha acabado como monosabio de Iglesias”, denunció. Además, lamentó que Sánchez, saliera del debate “a hombros de los diputados de Vox”. “Vaya capote le ha echado y vaya bajonazo con el que remata la faena”, le dijo a Abascal, al que llamó “pinza” y “bonus track” del Gobierno.

Una de las primeras consecuencias de los duros ataques de Casado a Abascal ha sido la decisión de Vox de replantearse su relación con el PP en Andalucía. Tampoco gustó el discurso del líder de los populares a Cayetana Álvarez de Toledo, la diputada por Barcelona a la que Casado destituyó como portavoz en el Congreso en agosto y que se había mostrado públicamente a favor de la abstención del PP en la moción de censura, aunque finalmente acabó acatando la disciplina de grupo.

“El PP se tenía que haber abstenido en la moción de censura”, aseguró Álvarez de Toledo en un vídeo en su canal de Youtube. Además, criticó a Casado por imponer la disciplina de voto en este asunto. “El PP no debía avalar con sus votos al Gobierno”, añadió. Y si bien reconoció que “Casado ha hecho una vibrante vindicación moral del PP frente a cualquier forma de populismo”, algo que comparte, Álvarez de Toledo considera que “su discurso era perfectamente compatible con la abstención”. Especialmente crítica se ha mostrado la parlamentaria con los durísimos mensajes que dirigió Casado a Abascal. “La impugnación ad hominem de Santiago Abascal fue una injusticia y un error y me pregunto con grave inquietud si el proceso iniciado conduce a la voladura de Vox o solo a la voladura de los puentes con los votantes de Vox”.

Fuentes de la dirección nacional del PP no creen que se vaya a producir tal voladura de la relación con la extrema derecha en aquellos lugares donde la necesitan para mantener sus gobiernos. En Génova 13 creen que Vox no romperá sus acuerdos con los populares, porque la alternativa sería dar el poder a la izquierda.