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Atención Barrio Sésamo: Abascal no conoce la diferencia entre dentro y fuera

Los reyes saludan a Echenique después de la sesión.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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La sesión de apertura de la legislatura con la presencia del rey es uno de esos momentos singulares en el Congreso. Es el único en que los diputados no se dedican a consultar el teléfono móvil durante los discursos. Tampoco se le ocurre a nadie insultar a un rival desde el escaño. Hay una especie de armisticio, como una tregua de Navidad en una guerra, en el que se interrumpen las hostilidades.

No este año. La extrema polarización en que viven varios grupos parlamentarios hizo que algunos de ellos se movieran antes del inicio de la sesión para lanzar sus cargas de profundidad. 49 diputados independentistas catalanes, vascos y gallegos no asistieron al pleno y además leyeron un comunicado al que llamaron manifiesto. “No tenemos rey”, decía el texto. En realidad, sí lo tienen, pero no reconocen su legitimidad.

Quizá por esa intervención sin preguntas en la sala de prensa, Santiago Abascal hizo algo que no es costumbre. Aparecer en el patio del Congreso para pronunciar unas palabras ante los periodistas. Empezar a rajar antes del discurso es un poco descortés en el plano institucional. Le roba titulares al monarca. Pero Abascal tenía ganas de marcar paquete –esa es una de sus principales funciones– y denunció que estamos presenciando “una batasunización de la política”. Solución: comenzar a ilegalizar partidos para que sólo queden los buenos.

De forma teatral, pero sin desmayarse por el horror, comparó la negativa de esos diputados a asistir a la sesión con los incidentes provocados por la izquierda abertzale en la Casa de Juntas de Gernika en 1981 con ocasión de una visita del rey Juan Carlos. Abascal tiene problemas para detectar la diferencia entre dentro y fuera, porque en esa ocasión los parlamentarios de Herri Batasuna sí estaban en el edificio, por lo que pudieron interrumpir el acto, no como ahora. Resulta más civilizado no asistir a un acto que no te gusta que boicotearlo.

Después, Inés Arrimadas se animó a imitar a Abascal con más declaraciones improvisadas, pero no necesitadas. Cuando Arrimadas ve un micro salta hacia él con la determinación de Uma Thurman en 'Kill Bill'. No es muy conveniente interponerse.

Pablo Casado tuvo el detalle de esperar a después del acto para soltar el discurso. No podía esperar al martes para decir que “va a ser una semana decisiva” por la reunión de Pedro Sánchez y Quim Torra. Decisiva por lo peligrosa y preocupante que es esa cita para él.

El PSOE también sabe disparar

No fue la derecha la única que tenía prisa. La portavoz socialista Adriana Lastra hizo unas declaraciones a los periodistas antes del inicio de la sesión para anunciar que promoverá contactos con otros grupos y exigir al PP su responsabilidad política por una información de la Cadena SER, según la cual el Gobierno de Rajoy gastó 500.000 euros de los fondos reservados de Interior en beneficio de la Operación Kitchen, la maniobra para destruir pruebas sobre el caso Bárcenas y el uso de una caja B en las cuentas del partido.

Si el PP ha decidido poner la diana en José Luis Ábalos en el inicio de la legislatura por su reunión con la vicepresidenta venezolana en Barajas, el PSOE ya cree tener materia prima suficiente con la que responder elevando la apuesta. En términos de gravedad, hay una diferencia entre emplear fondos reservados para cometer delitos y una chapucera visita nocturna al aeropuerto con la intención de frenar a una dirigente chavista empeñada en crear problemas al Gobierno de coalición.

Frente a todo este espectáculo de gran agresividad, los discursos del monarca y la presidenta del Congreso bajaron al apacible mundo institucional en el que todo es maravilloso, pluralista y democrático, y no pierdan la cabeza si no quieren perder la cabeza. “España no puede ser de unos contra otros”, dijo Felipe VI. “Debe ser de todos para todos”.

Pocas veces unas palabras del rey han fallado tanto al describir el panorama político, hay que decir que desgraciadamente. El esquema guerracivilista está firmemente asentado en estos momentos. Las discrepancias son tantas y tan fundamentales que los partidos no pueden dejar de disparar en modo ráfaga. Hacerlo tiro a tiro, apuntando con cuidado, sería desperdiciar un tiempo precioso.

“En el Parlamento no existe el enemigo”, dijo Meritxell Batet desafiando el estilo político de los tiempos que nos esperan. Los diputados acariciaban la munición mientras escuchaban a la presidenta de la Cámara.

Felipe VI no habló de los problemas de los españoles, sino de los problemas de los políticos y de lo que se espera de ellos en un sistema parlamentario. No parece que los receptores del mensaje vayan a hacerle mucho caso. En las formas, sí que se esmeraron. Le respondieron con una ovación de tres minutos y 50 segundos.

Entre ellos, estaban los ministros de Unidas Podemos, que decidieron asumir la responsabilidad institucional de aplaudir al monarca (sus diputados tenían permiso para ponerse en pie pero sin unirse a los aplausos). Había que ver la desgana con que Alberto Garzón –autor del libro 'La Tercera República. Construyamos ya la sociedad del futuro que necesita España'– e Irene Montero juntaban las manos a cámara lenta en un gesto que, más que aplaudir, consistía en ir acercando las palmas de los manos de forma rítmica.

Si París bien vale una misa, un Gobierno de coalición vale más que unos aplausos al hombre al que Garzón siempre le ha gustado llamar “Ciudadano Borbón”.

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