CRÓNICA

Ayuso y su mascota, el calamar, hacen horas extra con las urgencias sanitarias

0

Cuando eres un martillo, todo lo que tienes delante te parecen clavos. Esa ha sido la norma de conducta de Isabel Díaz Ayuso desde que llegó a la presidencia del Gobierno de Madrid. Ve clavos por todas partes, clavos comunistas fundamentalmente. ¿Críticas de la oposición? Martillazo. ¿Denuncias de falta de fondos en la sanidad pública? Martillazo. ¿Artículos en los medios con los problemas causados por su gestión? Doble martillazo.

Lo que ocurre es que no todos los clavos son iguales en política. Los hay muy grandes y los hay de goma. Es decir, es posible que cuanto más fuerte les golpees, más daño te harán cuando el martillo rebote y te dé en la cara. Por eso, la presidenta de Madrid debería tener mucho cuidado con las críticas al personal sanitario. Pero, claro, si hiciera eso, no sería Díaz Ayuso.

La profesión médica cuenta con altos índices de aceptación en casi todo el mundo. En EEUU, las enfermeras han encabezado el ranking de las profesiones con mayor nivel de ética y honestidad que realiza Gallup en los últimos veinte años con un nivel de apoyo del 81% el último año. Detrás van los médicos con un 64%. En la cola están lobistas, vendedores de coches y congresistas.

Una encuesta mundial de Ipsos en 2021 coloca también a los médicos en la posición más alta con un 54% que dice que es la profesión que les inspira más confianza. En segundo lugar, los científicos. En el último, los políticos. Los españoles son incluso más entusiastas: un 68% la apoya por completo, aunque aquí los científicos disfrutan de tres puntos más.

Después de una pandemia, estos números se han consolidado o mejorado. Por eso, hay que preguntarse si la visión conspirativa de la historia que Ayuso aplica a casi todo le beneficia en el caso de que la emplee para ajustar cuentas con médicas y enfermeras. Apuntarles con su martillo con mira telescópica es un error que un político inteligente no cometería.

Los votantes del núcleo duro del PP en Madrid la jalearían aunque se dedicara a poner zancadillas a los ancianos que andan con muletas. Pero con ellos solos no se ganan unas elecciones. En algunas situaciones es mejor esconder el martillo y adoptar una actitud menos agresiva. No resulta obvio que Ayuso sepa manejarse de esa manera.

La crisis de la Atención Primaria y de las urgencias hizo que su Consejería de Sanidad decidiera recuperar las urgencias extrahospitalarias de forma realmente perjudicial para su personal y sin tener gente para cubrir todos los puestos. Imagina que recibes un mensaje del trabajo por la noche y te dicen que tu horario de mañana ha cambiado, que tu centro de trabajo será otro y que el nuevo está situado a decenas de kilómetros de distancia.

Eso es precisamente lo que ocurrió hace unas semanas, con lo que muchos renunciaron a esos nuevos puestos por manifiesta imposibilidad de cambiar toda su vida en tan breve espacio de tiempo.

La respuesta del Gobierno de Ayuso fue enviar a la inspección laboral los expedientes con los que se habían justificado esas bajas de los profesionales. Una acusación velada de que eran fraudulentas. “Si las bajas normales, habituales, son del 10%, y ahora son del 60%, y se comunican con muy poco tiempo para poder reaccionar, todos podemos valorar de qué estamos hablando. No hace falta que yo lo diga”, dijo el portavoz del Gobierno, Enrique Ossorio.

Ossorio no dijo que había sido la Consejería de Sanidad la que había enviado los cambios de destino “con muy poco tiempo para poder reaccionar”.

Ayuso no ha parado de desdeñar las protestas del personal sanitario al definirlas como “políticas” o “electoralistas”. Lo volvió a hacer este jueves. “Esto no va de sanidad. Va de encuestas y de que quedan pocos meses para las elecciones”, dijo en la sesión de control de la Asamblea de Madrid.

Para desmentirla, el Colegio de Médicos de Madrid, el sindicato médico Amyts, que ha iniciado una huelga indefinida, y otras asociaciones del sector hicieron público ese mismo día un comunicado que critica los cambios impuestos y reclama una negociación para que la reapertura de esas urgencias se haga de forma consensuada, porque los centros se están abriendo sin el personal necesario y el “mínimo material indispensable”.

Además, condenan las declaraciones del Gobierno madrileño que denunciaban un supuesto boicot de los profesionales, porque han podido favorecer un “clima de animadversión hacia los facultativos”. Si la sanidad funciona mal, quienes dan la cara ante los pacientes son lógicamente los integrantes del personal sanitario.

En el pleno del jueves, Mónica García, de Más Madrid, comparó los mensajes de Díaz Ayuso con la realidad. “Lo que dice: 'Faltan médicos en España'. Lo que hace: poner de patitas en la calle a 6.000 sanitarios en marzo. Lo que dice: 'Estamos poniendo todos los medios a nuestro alcance'. Lo que hace: sustituir a los médicos por tablets. ¡Esto es una chapuza!”.

Para Ayuso, todo es una conspiración contra ella. “¿34 médicos dan para una huelga, un boicot y manifestaciones? ¿Ya estamos con el No a la guerra?”, dijo con su inconfundible estilo inspirado en el calamar que lanza el chorro de tinta cuando se siente amenazado. ¿La guerra de Irak? Sí, aquí hay heridas que nunca han dejado de sangrar.

El calamar ha hecho horas extraordinarias en noviembre. Ayuso ni siquiera se defiende muy bien, pero sabe cómo atacar. No hay más plan B que volver al plan A. De ahí que haya acusado al Gobierno de Pedro Sánchez de los problemas de la sanidad madrileña –cuya gestión es responsabilidad suya– o a la oposición en la Asamblea de Madrid, en especial a Mónica García, que obviamente no gestiona ningún organismo público autonómico.

Todos son culpables, menos ella, dice el calamar subido a su hombro cuando le dejan coger el micrófono.

Hablar de gestión resulta a veces un poco forzado para Ayuso. A ella le va más buscar la frase con la que hacer rabiar a la izquierda y convencer a sus votantes de que nadie mejor que ella para hacer precisamente eso. Así ya justifica la mitad de su sueldo.

El jueves, tuvo la oportunidad de soltar una bien gorda relacionando la emergencia climática con el comunismo. Si lo hubiera dicho en la cumbre del clima que está teniendo lugar en Egipto, habrían llamado a seguridad para que sacaran de la sala a esa impostora que se estaba haciendo pasar por la representante de un Gobierno.

No conocen la política madrileña.