Los barones del PSOE se conjuran para no entrar en el marco de la lista más votada que trata de imponer la derecha

Para entender la relación actual entre Felipe González y el PSOE es necesario distinguir entre oír y escuchar. Lo primero indica tan sólo que se percibe el sonido. Lo segundo supone que se presta atención a lo que se oye y se procesa. Hace tiempo que lo que dice el expresidente del Gobierno se oye cual zumbido más o menos molesto pero no se escucha entre los cuadros dirigentes. Tampoco  surte demasiado efecto entre la inmensa mayoría de la militancia. González quizá no sea un jarrón chino porque siempre encuentra un púlpito desde el que lucir sus reflexiones y a un público que toma apuntes de todo lo que dice, aunque no precisamente entre las filas socialistas. 

Quizá por eso, y porque su relación con Pedro Sánchez nunca fue de confianza mutua sino todo lo contrario, quien fuera jefe de Gobierno durante 14 años declinó la invitación de la dirección socialista de participar en la campaña electoral del 28M. En la que precede al 23J ni siquiera se lo han planteado porque conocían de antemano la respuesta. De ahí la importancia que desde Ferraz se ha dado en estos días a los manifiestos impulsados por ex ministros y dirigentes de la generación de González en apoyo a Pedro Sánchez. Así, las palabras del ex presidente sobre qué hacer el día después de las elecciones generales –apoyar a la lista más votada– se han asumido simplemente a beneficio de inventario. El debate a este respecto puede estar fuera del socialismo, pero en estos momentos no lo está dentro. No es el sentir de la organización. Ni de los cuadros ni de la militancia. 

Cuestión distinta es que la derecha y su trompetería mediática llevan semanas intentando arrastrar al PSOE a ese mismo marco que propone González ante la tesitura de que la suma de PP y Vox no diera mayoría absoluta. Feijóo ha llegado a decir que se dirigirá a los barones socialistas para que le permitan gobernar. “Si gano las elecciones llamaré al líder del PSOE, sea quien sea, para que me deje gobernar. Y si no lo hace, llamaré a todos los barones para que le convenzan”, ha dicho. 

El primero en responder al líder del PP de forma rotunda fue el extremeño Guillermo Fernández Vara: “Apelar a la conciencia del PSOE mientras se están pactando con Vox en sitios donde el PP no ha sido la lista más votada es una indecencia”. Se refería a la propia Junta de Extremadura, donde los socialistas fueron primera fuerza, pero también a los ayuntamientos de Guadalajara, Valladolid, Toledo, Burgos, Gijón, Elche o Alcalá de Henares, entre otros. “El PP no puede estar cerrando acuerdos para gobernar en sitios donde no ha ganado las elecciones y que le pida al PSOE que sí lo haga”, añadió.

Lo pida González, lo suplique Feijóo o lo repiquen los medios de la derecha, no es algo que inquiete, al menos hoy, en los diferentes territorios, donde rechazan de plano la doble vara de medir de la derecha y mucho más que se inmiscuya en la vida interna de su partido. Hasta el siempre crítico con la actual dirección federal Emiliano García Page ha hablado alto y rotundo en contra de la propuesta. No en vano, el PP rechazó hace unas semanas la oferta del castellano-manchego para que gobernase la lista más votada en seis de los siete ayuntamientos principales de Castilla-La Mancha y arrebató varias alcaldías de la región al PSOE aún siendo primera fuerza. Más allá de la propuesta concreta, Page respondió a Feijóo que su partido “no fiará su autonomía política a los intereses de ningún otro partido” y que si el PSOE “tiene que pedir opinión o consejo a alguien, lo hará a sus militantes”, pero nunca “pensando ni en el PP ni en el propio PSOE, sino en España”.

Que las palabras de González –en un artículo del último número de Nueva Revista, editada por la Universidad Internacional de La Rioja– hayan coincidido en el tiempo con la proclama de Feijóo no parece fruto de la casualidad, a tenor de la opinión de otros líderes territoriales del PSOE, conscientes algunos de que la presión irá en aumento en función de los resultados del 23J. Aún así, todos están hoy por conjurar el escenario de la lista más votada en sintonía con la respuesta de Sánchez para no dejarse engañar por un PP cuyos principios cambian en función del tiempo y de las mayorías. Recuerdan, además, que el PSOE se abstuvo en 2016 –González ya defendió entonces esa posibilidad– para dejar gobernar a Mariano Rajoy y “eso no pasó” en 2019, cuando Sánchez ganó las elecciones y se tuvieron que repetir. 

El valenciano Ximo Puig no olvida lo ocurrido recientemente en Elche y considera que el planteamiento de Feijóo es “un insulto a la inteligencia”. Si el líder del PP tuviera una mínima convicción en sus palabras, “las hubiera puesto en práctica allí donde ha cerrado pactos con Vox delante de un crucifijo”. Lo que pase tras el 23J dependerá, a su juicio, del resultado que salga de las urnas, de si la suma PSOE-Sumar es inferior a la de PP-Vox y de si se produce o no una situación de bloqueo institucional. Lo que sí tiene claro es que hay quien está detrás, no sólo de una abstención para que gobierne el partido más votado, sino de una especie “de gran coalición” en la que se plantearan acuerdos de gobernabilidad en asuntos nucleares, algo que con las dinámicas actuales no considera en absoluto viable y que sólo sería posible si la liderara la actual dirección y suscitase una posición unánime de la dirigencia del partido. Más impensable aún.

El aragonés Javier Lambán, en línea con el resto de barones, considera incoherente la posición de un Feijóo que pide para el PP lo que no ha dado para el PSOE, pero apunta además la inviabilidad de la decisión en un marco político en el que desde hace años “sólo hemos cavado trincheras que impiden ahora cualquier gesto de buena voluntad”. Tampoco olvida que en 2016, él fue uno de los barones del PSOE que empujó al partido a la abstención que permitió a Rajoy gobernar y provocó la mayor fractura interna de su partido en democracia y que, tres años después, Casado no lo hizo con el PSOE. De aquellos polvos, estos lodos. Lambán no suscribe como principio democrático institucionalizado dejar gobernar a la lista más votada, pero sí cree que sería una opción a explorar ante situaciones de bloqueo o repetición electoral, si bien es consciente de que ni el PSOE está hoy en ese escenario ni cree que lo vaya a estar tras el 23J en los términos en los que discurre la dinámica de la política actual. 

Mucho más rotundo es el asturiano Adrián Barbón, que avisa: “Nunca me voy a dejar enredar por planteamientos que no tienen ningún recorrido. En el PSOE, la política de acuerdos y pactos, así como permitir gobiernos de otros partidos, lo decide exclusivamente la militancia. Así ha quedado establecido en el 39 congreso del PSOE y es algo que yo defiendo”. También se suma a la denuncia de incoherencia de Feijóo por pedir lo que él mismo ha impedido en las comunidades autónomas de Extremadura y Canarias y en cientos de Ayuntamientos en toda España.

Si Feijóo fía su llegada a La Moncloa a una hipotética rebelión de los barones del PSOE se equivocará. O suma con Vox y hace vicepresidente a Abascal o no gobernará. Ni hay ni habrá insurrección.

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