Un café, cinco borradores y poco más de 24 horas para sellar el primer acuerdo de coalición de la democracia
Esta es la historia de un acuerdo que pudo ser, no fue y ahora es. Un Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez (PSOE) y con Pablo Iglesias (Unidas Podemos) de vicepresidente. Lejos quedan ya los vetos, las diferencias, los reproches, los desvelos... Dos partidos que siempre se habían mirado de reojo durante los últimos cinco años han decidido este 12 de noviembre que España no sea una excepción en Europa, sino una más de las experiencias compartidas de gobierno entre diferentes. Todo se ha pactado en menos de 48 horas desde que se cerraron las urnas. En menos de un día de negociación.
No había otra. El PSOE lo asumió la noche electoral y Unidas Podemos ha basado su campaña en intentar persuadir al electorado de que a la segunda sí se podía. Ahora faltan solo –que no es poco– los apoyos necesarios para sacar adelante la investidura. Pero a tenor de las señales que emiten desde otros partidos, está encarrilada.
El bipartito empezó a fraguarse con una llamada de teléfono entre jefes de Gabinete en la mañana del lunes, mientras las tertulias y editoriales alertaban sobre otro bloqueo. Iván Redondo llamó a Pablo Gentili para decirle que esta vez sí: Pedro Sánchez quería negociar un Gobierno de coalición con Iglesias. Pese a la campaña y los duros reproches que se habían intercambiado los dos partidos tras la investidura frustrada de julio, Redondo y Gentili siempre han mantenido buena relación después de las muchas horas perdidas en las duras e infructuosas negociaciones tras el 28 de abril.
El jefe de Gabinete del líder de Unidas Podemos no estaba en Madrid. Ni en España. Por asuntos personales está en otro continente. Pero la diferencia horaria no fue un problema para poner la maquinaria en marcha. Una señal de que, esta vez, unos y otros no querían dejar pasar la oportunidad.
Los antecedentes no eran nada halagüeños. El domingo por la noche, cuando el recuento electoral dejó claro que la izquierda perdía posiciones sobre los comicios de abril, el candidato de Unidas Podemos envió dos SMS al líder del PSOE. Uno, para invitarle a ponerse manos a la obra y otro, para trasladar su preocupación por el golpe militar que se estaba produciendo casi a la vez en Bolivia. El SMS es el método que Iglesias utiliza cuando quiere que el mensaje sea leído por sus interlocutores. El Telegram o el WhatsApp son sistemas más peligrosos ya que la posibilidad de dejar un mensaje sin leer es alta. Muy alta. Estaba fresca la experiencia de julio, cuando un mensaje de WhatsApp sin leer fue uno de los motivos que los socialistas esgrimieron cuando descarrilaron las conversaciones con Podemos.
Pero Pedro Sánchez no contestó la noche electoral a los mensajes de Iglesias. El secretario general del PSOE tampoco cogió el teléfono a Pablo Casado esa madrugada. A la mañana siguiente le respondió con un mensaje por WhatsApp. Mientras Iglesias se impacientaba por la respuesta, Sánchez aún celebraba su victoria en la sede socialista y esbozaba ante sus colaboradores más próximos las posibles alternativas para una posible investidura en la que prometió “generosidad y responsabilidad” al resto de partidos, lo mismo que les pedía a ellos. El candidato socialista tuvo claro la misma noche del 10N cuál sería la opción para tener gobierno. Y no pasaba por un acuerdo con la derecha española. Ni PP ni Ciudadanos. El camino esta vez iba a ser Unidas Podemos: la solución al bloqueo y el freno al avance de Vox debía ser desde la izquierda progresista.
El camino para iniciar la negociación con Iglesias lo abrió Redondo. El lunes, antes de poner rumbo a la calle Ferraz donde había convocado a la Ejecutiva del PSOE, el presidente en funciones telefoneó a su jefe de gabinete para poner en marcha la negociación. “Iván, activa. Llama a Podemos”.
Con la maquinaria en marcha, Sánchez presidió la Ejecutiva de su partido, realizó una intervención corta para valorar los resultados y evitó desvelar el plan para formar gobierno. La consigna era buscar la máxima discreción para evitar posibles filtraciones. Tanto en el PSOE como en Unidas Podemos defienden que parte del fracaso de las negociaciones tras las elecciones de abril vino por las publicaciones de la prensa que seguía prácticamente en directo cada cita de los equipos negociadores. Esta vez se trataba de salvar ese obstáculo y que la publicidad introdujese ruido en una negociación que se pretendía rápida. Ni los equipos habituales de los dirigentes que han intervenido en la gestación del preacuerdo estaban al tanto de lo que sucedía entre los dos partidos.
Iglesias, a su vez, había convocado al Consejo de Coordinación de Podemos, su ejecutiva. Y Alberto Garzón, a la de IU. Ambas se celebraron antes de que Redondo y Gentili hablaran. Iglesias sí informó “a un grupo muy amplio” de cómo estaban las cosas durante la tarde del lunes. En ese grupo estaban representantes de las diferentes confluencias del grupo confederal.
Desde el primer momento, Sánchez dio por hecho ante los suyos que esta vez habría gobierno y reclamó a la dirección confianza en unas gestiones que él mismo asumiría en primera persona sin ofrecer más detalles. Sus palabras se produjeron en una reunión en la que dos dirigentes afearon al secretario general que la dirección no estuviese en esta nueva era lo suficientemente implicada en las decisiones relevantes y cuando, en privado, cargos socialistas cuestionaban la estrategia de campaña ante la pérdida de tres escaños y cerca de 800.000 votos e incluso señalaban directamente a Redondo. En el PSOE también habían asumido en la noche electoral que la coalición a la que se resistieron en septiembre era esta vez inevitable, como publicó eldiario.es.
Iglesias acudió al Palacio de la Moncloa después de comer. Eran las cuatro de la tarde y allí le esperaba Sánchez. Tomaron un café que apenas duró una hora. El mínimo común denominador estaba claro y el acuerdo inicial se cerró rápido. No hubo vetos y tampoco problemas, según fuentes de la negociación, en el diseño del organigrama de la futura coalición que ambas partes se han comprometido a no hacer público hasta que llegue el momento ya que afectará, sin duda, a la continuidad de algunos de los ministros hoy en funciones.
Sánchez ya se había comprometido en campaña a formular un “plan antibloqueo” 48 horas después de que se cerrasen las urnas. El líder de Unidas Podemos había dejado claro que esta vez quería pilotar las negociaciones directamente con el líder socialista. Tras el fiasco en la investidura de julio, Iglesias aseguró que no hacerlo había sido su gran error.
Tras el encuentro de los dos líderes en La Moncloa, Sánchez deja en manos de Lastra la negociación. La portavoz socialista se puso en contacto con su homóloga de Unidas Podemos, Irene Montero. Ambas mantienen una buena relación, pese a la negociación fallida del pasado julio. Las dos se pusieron a trabajar en el documento del preacuerdo que este martes han rubricado Sánchez e Iglesias con la solemnidad del Congreso de los Diputados. No partían de cero porque había trabajo hecho por las comisiones negociadoras de julio. Y además ambos partidos habían pactado unos presupuestos el pasado otoño que nunca se aprobaron por el rechazo de PP, Ciudadanos y los partidos independentistas.
Hasta cinco borradores se cruzaron las portavoces parlamentarias. A media mañana, Lastra le envió la última versión del texto a Redondo que se encargó de darle “un lenguaje menos frío”, según fuentes de la negociación. El documento volvió a la número dos del PSOE, que se lo remitió a Montero. “OK a la última versión”, fue el último mensaje que Lastra remitió a Redondo a las 12:42 del mediodía una vez que desde Podemos se le dio el visto bueno.
¿Cambios? Se modificó el orden de los diez puntos con el propósito de que el primero fuera sobre el crecimiento económico y el empleo. Y hubo que incluir también en el punto 6 un añadido sobre el fomento del deporte, que no aparecía en versiones anteriores.
Sobre Catalunya, Unidas Podemos entendió desde el primer momento que tenía que asumir la posición del PSOE, como había dicho durante las negociaciones de julio. Ni “la igualdad entre todos los españoles” ni la búsqueda de fórmulas de “entendimiento y encuentro” con el subrayado “siempre dentro de la Constitución” supusieron un obstáculo en las conversaciones. Tampoco el punto diez sobre la “justicia fiscal y el equilibrio presupuestario” que tantas veces Iglesias ha cuestionado desde la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución pactada entre PP y PSOE durante la crisis económica y que se llevó por delante la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero. Desde Podemos se ha defendido durante toda la campaña que, si llegan recortes, esta vez habrá que hacerlos “por arriba”. Ese equilibrio, sostienen, se puede conseguir por la vía de los ingresos en lugar de por los gastos.
A las 12:59 horas eldiario.es reveló que Sánchez e Iglesias habían avanzado en las negociaciones para una coalición y todo se precipitó. Los dos equipos mantenían una discreción absoluta. La cúpula de Podemos informó después de los avances en una reunión con la mesa confederal. El líder socialista no había trasladado ninguna información a la dirección de su partido, que se ha enterado de los detalles por este diario. Al trascender la noticia, los integrantes de la Ejecutiva socialista lo festejaron en el grupo de WhatsApp que utilizan para comunicarse.
La confirmación oficial llegó después en forma de comunicado y sobre todo a través de la televisión que retransmitió en directo la rúbrica de Sánchez e Iglesias en una comparecencia conjunta al filo de las 14:30 horas en el Congreso, a la que solo estaban convocados los medios gráficos.
“El proyecto político es tan ilusionante que supera cualquier tipo de desencuentro que haya entre nosotros”, ha dicho el presidente en funciones al prometer un gobierno “rotundamente progresista”. “Pedro Sánchez sabe que puede contar con toda nuestra lealtad y que vamos a dar lo mejor de nosotros mismos”, expresó el futuro vicepresidente. Como testigos en primera fila estaba el reducido grupo de dirigentes que fraguaron el acuerdo. Adriana Lastra e Irene Montero se cogieron del brazo y salieron juntas del comedor de gala del Congreso después de que Sánchez e Iglesias se abrazasen ante los fotógrafos.
Lo que no pudo ser ni en abril ni en 2016 se había logrado en unas pocas horas. Ahora queda conseguir los apoyos suficientes para que la investidura triunfe: a los 155 escaños de PSOE y Unidas Podemos se tienen que sumar Más País, PNV y PRC –unos números que dan por hecho en el PSOE–, algunos partidos minoritarios y que Ciudadanos vote 'sí' o ERC se abstenga. De momento, Ciudadanos ha dicho no, y los republicanos se muestran duros. La de Esquerra es la opción que menos gusta en las filas socialistas, pero que ven más factible. Sánchez da por hecho que en Navidad será presidente con plenas funciones e Iglesias que logrará su objetivo de ser vicepresidente del primer gobierno de coalición de la democracia española.