Busquen a la ETA de los incendios y no pregunten por el cambio climático
Detengan a los sospechosos habituales. Alfonso Fernández Mañueco ya tiene una fórmula para escapar de la responsabilidad política de su Gobierno en relación a la oleada de incendios forestales que está castigando a Castilla y León. Estaba un poco acuciado por las circunstancias. En un tiempo en que los fenómenos climáticos extremos son la nueva normalidad y no mucho después de que España sufriera temperaturas cercanas a los cuarenta grados antes de que comenzara el verano, el Gobierno autonómico decidió no adelantar el inicio de la temporada de riesgo alto de incendios que cada año comienza el 1 de julio. Nada de medidas excepcionales, nada de reconocer que las amenazas climáticas son reales. Y nada de incomodar a Vox, socio del Gobierno de coalición, y su negacionismo.
Mañueco amplió el martes en una visita a Burgos su teoría sobre el enemigo interior que está causando todos estos percances. “La mayoría de los incendios en todo el país son presuntamente provocados por la mano del hombre”. Unos son “presuntamente imprudencias y otros presuntamente intencionados”.
No hacía más que repetir la palabra 'presuntamente' para que no se le pudiera acusar de estar ofreciendo una teoría de la conspiración sin pruebas. Por tanto, reclamó al Ministerio de Interior que ponga más policías y guardias civiles en el monte (¿uno junto a cada árbol?), como ya había hecho la semana pasada Pedro Rollán en nombre de la dirección nacional del PP.
El mensaje está claro: no se necesitan más guardas forestales ni más equipos para la extinción de los fuegos. Basta con llenar los montes de policías. Eso tendrá el efecto disuasorio necesario y así se acabarán los incendios.
El presidente de Castilla y León no se lo ha inventado todo. Se producen muchos incendios intencionados en España, además de accidentales, aunque no con la intención de quemar miles de hectáreas. Ganaderos que pretenden regenerar los pastos. Agricultores con parecidas intenciones. Alguien dice un día que no va a cumplir las normas que impiden utilizar maquinaria agrícola a ciertas horas o que el Gobierno no le va a decir lo que tiene que hacer con su tierra. También existen los pirómanos. Las condiciones meteorológicas ayudan a que los fuegos se conviertan en incontrolados.
Siempre han existido esas situaciones. Pero al final la responsabilidad es de los gobiernos que cuentan con las competencias. En la medida en que el riesgo sea mayor, cada Gobierno debe invertir en prevención y contar con los medios de extinción necesarios. Si se ve desbordado, puede pedir ayuda.
Mañueco no estaba simplemente describiendo una situación que se da en muchos veranos. Se dedicaba a denunciar una supuesta trama oscura cuyo objetivo final no es provocar un incendio en un sitio concreto o en otro: “Están intentando quemar Castilla y León”. Es una región muy grande –nueve provincias, 94.000 kilómetros cuadrados de superficie, 2.248 municipios–, así que el enemigo debe de ser muy poderoso.
En su alegato ante los periodistas, incurrió en un error revelador: “Estamos hablando de incendios provocados con intencionalidad política... (Mañueco hace una pausa, duda, parece que se ha equivocado de palabra y prosigue), con intencionalidad medioambiental”.
Ante un enemigo de intenciones tan siniestras, cómo acusar de nada a su Gobierno. Su consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez Quiñones, había ido antes más lejos al denunciar que las labores de prevención no se han podido hacer por culpa de “los ecologistas”. No se sabe de ningún incendio provocado por grupos ecologistas ni estos tienen poder sobre las decisiones que tome el Gobierno de PP y Vox.
Según el responsable de la campaña de bosques en Greenpeace, Suárez “es un consejero y una comunidad autónoma en la que, después de un verano anticipado con un mayo cálido, una sequía evidente y una ola de calor que no es sorpresa porque estaba anunciada, el operativo de extinción no estaba al cien por cien”.
Mañueco lo tenía todo muy claro, excepto aquello que están mencionando los medios de comunicación de toda Europa ante la proliferación de incendios este verano. Ni se le ocurrió hablar de cambio climático como un factor que aumenta los riesgos. Todo lo más, el martes se refirió a “anomalías climáticas”, que no se sabe muy bien qué significa. El pasado sábado, se refirió a territorios “sometidos a situación de estrés por fenómenos naturales”, lo que eleva a los eufemismos a una nueva categoría.
No es la primera vez que el PP alude a misteriosas tramas pirómanas cuando se ve cercado por las llamas. Fue precisamente el actual líder del partido, Alberto Núñez Feijóo, el que recurrió a un ignoto “terrorismo forestal” como causa de los incendios que hubo en Galicia en 2017. Nunca se aportó ninguna prueba que sustentara esa tesis. Tampoco importaba demasiado. Se trataba de descargar la responsabilidad de su Gobierno apuntando a un enemigo que nadie podría encontrar.
Antes del 1 de julio, ya hubo incendios en Castilla y León y se comprobó cómo había preparado el Gobierno el dispositivo. "El operativo de incendios en Castilla y León es patético, anacrónico e ilegal”, dijo el delegado de CCOO en la región semanas más tarde. La denuncia de este sindicato ha sido admitida a trámite por la Fiscalía. "Zamora está olvidada y la política de dejadez de la Junta con las condiciones climáticas que tenemos es un polvorín”, dijo un bombero hace unos días acusando por igual a la Diputación y al Gobierno regional.
En el apartado de imagen, el vicepresidente Juan García-Gallardo, de Vox, se fue con sus zapatos de ante a una zona quemada de Zamora para hacerse unas fotos que difundió en su cuenta de Twitter. Solo aparecía él con cara de pena. Hasta se agachaba para tocar con cuidado lo que quedaba de un arbusto quemado en un gesto se supone de solidaridad con todos los árboles.
Con tal socio, es normal que Mañueco no se atreva a hablar sobre el consenso científico sobre el clima y de ahí su predilección por los eufemismos. No está muy sobrado de valor y sí de estrés político, porque no puede referirse al cambio climático cuando su socio de extrema derecha sostiene que eso no existe. No es extraño que se haya inventado una Spectra de los incendios para acusarla de la catástrofe. Cualquier cosa, incluso los argumentos más disparatados, antes de que se hable de su gestión y de su socio.
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