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Por la cara: la política de los retratos de los expresidentes

Retratos de los presidentes del Gobierno en el Palacio de la Moncloa.

Peio H. Riaño

1 de noviembre de 2022 22:35 h

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Presume de haber pintado “a todo el mundo” y es cierto: ahí están Gregorio Marañón, Jesús de Polanco, Alicia Koplowitz, José Ortega Spottorno, Plácido Arango, Elías Masaveu, Norman Foster, Francisco González, Íñigo Oriol, el rey Juan Carlos I, la reina Sofía, el rey Felipe VI, varios presidentes y muchos ministros. Banqueros, empresarios, aristocracia, políticos, reyes… En el estudio que Hernán Cortés (Cádiz, 1953) tiene frente al parque del Retiro ha inmortalizado a todo el mundo que es parte del 1% de la población española. Es el retratista de los todopoderosos. 

En los próximos días también pasará el expresidente Mariano Rajoy, que lo ha elegido por la misma razón que los anteriores. Cobrará 82.500 euros de los presupuestos del Ministerio de Presidencia por la imagen que colgará en Moncloa, junto al resto de los retratos oficiales de los presidentes del Gobierno que se encargan desde la entrada en vigor de la Constitución española, en 1978.

El de Adolfo Suárez lo realizó Daniel Quintero (por 5,5 millones de pesetas) y el artista repitió con Leopoldo Calvo Sotelo (por 4,4 millones de pesetas). Felipe González y José María Aznar son obras de Hernán Cortés. Por la del primero facturó 69.600 euros y por la del otro, le pagaron 82.600 euros. El año pasado, el fotógrafo Pierre Gonnord retrató a José Luis Rodríguez Zapatero y cobró 38.500 euros. 

El cuadro que pinte Hernán Cortés del expresidente será el cuarto retrato oficial que exista de Mariano Rajoy, porque acumula otros tres de sus anteriores vidas políticas con el PP como ministro de Administraciones Públicas, de Educación, Cultura y Deporte y de Presidencia. Ninguno de estos tres superó los 22.000 euros. 

“El carácter personalísimo y artístico del servicio objeto de este contrato conlleva que el mismo únicamente pueda ser realizado por el licitador elegido por Mariano Rajoy, puesto que es costumbre que sean los propios expresidentes los que elijan el artista que haga su retrato”, se aclara en los pliegos del Ministerio de la Presidencia. Es un concurso a dedo, sin competencia. 

El precio es negociable, aunque las tarifas de Hernán Cortés son las más caras del mercado. El valor medio de su trabajo ronda los 80.000 euros. Sin embargo, con Méndez de Vigo, ex ministro de Cultura con el PP, hizo una excepción y no llegó a los 20.000 euros. En 2019 entregó el retrato de Felipe VI que le había encargado del Congreso de los Diputados. Cobró 88.000 euros, después de que la Cámara Baja le tumbara el primer presupuesto que envió por considerarlo excesivo. 

El rey, su mejor producto

El del rey Felipe VI es uno de los retratos más caros de todos los tiempos, aunque iba a ser superado por el escandaloso encargo que hizo Francisco Álvarez Cascos (PP) en 2010. Con la crisis financiera ahogando al país y las políticas de austeridad, Cascos pidió a Antonio López que lo inmortalizara para colgar el cuadro en el Ministerio de Fomento. Por ese retrato se iban a pagar 190.000 euros de los presupuestos públicos, pero el contrato se rescindió y el disparate no se cometió. Aunque en 1993 Patrimonio Nacional pagó 300.000 euros a López por el retrato de La familia de Juan Carlos I. Quizá Hernán Cortés sea el elegido por Casa Real para realizar el de La familia de Felipe VI, cuando el monarca se atreva a crear una imagen propia. 

Felipe VI no tiene retrato oficial desde hace ocho años, pero Hernán Cortés ha realizado casi una decena de ellos en este tiempo para diferentes organismos públicos y privados, como el mismo Congreso de los Diputados, la Real Maestranza de Caballería de Ronda, el Consejo de Estado, Tribunal Constitucional, Real Maestranza de Caballería de Sevilla o el Tribunal Supremo. 

“Que todo un rey venga a tu estudio a posar, impresiona, desde luego. Pero la experiencia te enseña que el retratista debe actuar como un entomólogo, analizando en la distancia las particularidades humanas. Concretamente los reyes –ambos han posado para mí– saben perfectamente crear las condiciones para generar un ambiente cordial que propicia la labor del artista”, explicaba Cortés en el catálogo de su exposición en Fundación Telefónica, en 2018. Este periódico se ha puesto en contacto con el artista y ha preferido no comentar el encargo de Rajoy.

El rey es su mejor producto. En todos los cuadros que ha firmado con el monarca como protagonista ha ido construyendo una imagen interesante de Felipe VI, muy próxima a la línea que trabajó Antonio López con Juan Carlos I y los suyos, aunque nunca campechano. El retratista andaluz aclaró cuando entregó el cuadro al Congreso que quería crear una imagen de respeto y cercanía, de confianza y sobriedad. Retratos donde ya no hay pompa real, ni oropeles ni terciopelos. No aparece el Toisón de Oro, el rey se presenta en traje, sentado a una mesa, como si estuviera trabajando. 

Son más reconstrucciones de la imagen ideal que retratos reales, aunque sean realistas. Hernán Cortés comentó que había perseguido la imagen de un rey más cordial, aunque sin olvidar su autoridad. Real, trabajador y cercano. Tampoco está envarado ni rodeado por los atributos tradicionales del género. Es un extraordinario dibujante, especialista en sacar lo mejor de los mandatarios y capaz de resolver el nuevo conflicto del retrato tradicional: sobrevivir a la imagen fotoperiodística. 

La cara auténtica

Así como Velázquez tenía el monopolio de la imagen de Felipe IV y solo él podía recrear al rey, ahora los retratistas chocan con los medios de comunicación de masas, el bombardeo de noticias y de instantáneas que destacan más la vulgaridad del personaje que su solemnidad. El pintor Rafael Cidoncha, autor del retrato de Cristina Cifuentes (por el que cobró algo más de 16.000 euros), contaba a este periódico hace unos días lo complicado que había sido retratar a Esperanza Aguirre por el continuo cambio de imagen que interpretaba cuando era un personaje público. ¿Cuál es la auténtica imagen del político? 

El lado más humano de los retratados los hace mucho más monstruosos. Por eso los retratos en palacio, en el ministerio o en el Parlamento son imágenes deshumanizadas, aligeradas de todo acontecimiento o noticia. Por eso José Bono, como expresidente del Congreso de los Diputados, gastó 82.600 euros para que el artista Bernardo Torres construyera el ideal que le hubiera gustado ser y le colocara unas banderitas de España en los gemelos de sus camisas. 

Así ocurrió también un siglo antes en los Jardines de la Granja, en el verano de 1907. Allí retrató Joaquín Sorolla al todavía príncipe Alfonso XIII. “Está muy guapete”, escribió en una carta el pintor a su amigo Pedro Gil. “Arrogantemente colocado y muy español”, añadió. “Que es lo que yo quería”. Al comparar una foto con el cuadro, se entiende perfectamente la intervención divina del artista valenciano en el carácter apocado del monarca. Lo pintó con el uniforme de húsar, construyó el mito de la arrogancia española, y el pintor lo llamó “principito”. 

Un retrato arriesgado

Por eso, llama tanto la elección que José Luis Rodríguez Zapatero eligiera al fotógrafo Pierre Gonnord (Chalet, Francia, 1963) para inmortalizarle. El artista francés se ha dedicado a desvelar el alma de sus personajes con la verdad por delante. Eso es algo poco habitual en un retratista oficial. Leonardo da Vinci dejó escrito que “el buen pintor tiene especialmente que representar dos cosas: el personaje y el contenido de su pensamiento”. Gonnord lo consigue. El fotógrafo ha centrado su interés creativo a lo largo de casi tres décadas de trabajo con los invisibles de la historia. Presos, mendigos, marginados. No son los elegidos ni los privilegiados, son los ignorados por el poder. Gonnord no retrata al 1%, sino al resto. 

Sin embargo, el fotógrafo entregó el año pasado la imagen de José Luis Rodríguez Zapatero, pero todavía no se ha hecho pública. Este periódico ha tratado de conocer el estado del retrato y el Ministerio de Presidencia confirma que ya cuelga en la Moncloa. 

En el año 2014, el diputado de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, preguntó al Gobierno de Rajoy cuánto dinero había desembolsado España en pintar a sus cargos. Algo más de 1,3 millones de euros, aunque fue una cifra aproximada porque en algunos ministerios no constaba la información del desembolso. 

Un buen retrato

“En un retrato hay tres partes que deben confluir: el retratista, el retratado y el espectador. Si el artista halaga al retratado, puede que este quede contento, pero no satisfará las expectativas del espectador. Si se cargan demasiado las tintas sobre el personaje, puede que el retrato entre en el terreno de la caricatura y que divierta a algunos espectadores, pero no será veraz, no habrá cumplido su función. Y, por último, si el artista se pliega a las exigencias del retratado o del público, es difícil que haga un buen retrato”, ha apuntado por su parte Hernán Cortés.

El pintor que dice haber pintado a todo el mundo, también aseguró que “la Transición fuimos todos”. Eso apuntó en el momento de presentar un enorme retablo compuesto por 34 retratos –de 50x33 centímetros, cada uno– que homenajeaba a los personajes decisivos que hicieron posible el tránsito a la democracia. El Senado le abonó en 2011 casi 420.000 euros por esta composición que recordaba a los que el Senado decidió que fueron protagonistas de la Transición. Este gran retablo múltiple está compuesto por cinco presidentes del Gobierno, ocho presidentes del Senado y 21 senadores. Entre ellos, Rodolfo Martín Villa comparte espacio con José Luis Sampedro... De los 34, cuatro mujeres.  

Dos años antes hizo el otro gran retablo de la Transición cuando retrató a los siete “padres” de la Constitución, que preside la sala Constitucional del Congreso de los Diputados. La Cámara Baja es el mejor cliente de Hernán Cortés desde los años ochenta: ha retratado al menos a once ministros, entre ellos Joaquín Almunia, Javier Solana, Carlos Solchaga, Esperanza Aguirre o Rodrigo Rato, al que el Ministerio de Economía y Empresa retiró el retrato tras su ingreso en prisión, en 2018. Había costado a los españoles casi 90.000 euros. 

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