Cinco meses. Es lo que ha aguantado la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sin revolverse ante su jefe de filas, Alberto Núñez Feijóo. El apaciguamiento interno tras la guerra que condujo a la salida forzada de Pablo Casado ha durado menos de medio año y, a la vuelta del verano, Ayuso ha retomado su agenda propia con constantes intervenciones en los debates de política nacional, se ha desligado de algunos actos de partido y ha acentuado públicamente hacer sus diferencias ideológicas y de formas con el líder del PP. “No puedo esperar al teletipo del presidente para opinar”, avisó en una reciente entrevista, por si no quedaban claro su plan de confrontar en todo con Pedro Sánchez antes de que Feijóo fije la posición del partido. Nada muy diferente a lo que hizo durante la etapa de Casado, pese a que este fue quien la aupó a la candidatura de Madrid. Pero frente a sus choques públicos con Casado ahora hay una novedad: Díaz Ayuso ya no limita su carrera política a Madrid.
En las últimas semanas, Ayuso ha dejado entrever que ocho años son más que suficientes al frente de la Comunidad de Madrid y ha comenzado a perfilar su futuro fuera de la Puerta del Sol para 2027. “Dos legislaturas y el salto a la política nacional”, se le planteaba hace un par de domingos en una entrevista en La Razón. La presidente madrileña no lo confirmó, pero tampoco lo negó. “Sobre mi futuro, soy consciente de que hay que saber estar el tiempo necesario porque esto es muy sacrificado. Hay que estar mientras mantienes las ganas para dar las batallas de cada día y, para eso, hace falta una tensión y una concentración que es evidente que te exige un esfuerzo”, dijo.
En el PP son muchos los que piensan que Feijóo quizá solo tenga una bala contra Sánchez, la de 2023, y desde el entorno de Ayuso hay quien desliza ya que si el dirigente gallego no Gobierna en 2024 lo que estará en juego es otra sucesión. Como ya había hecho Esperanza Aguirre desde el palacio de La Puerta del Sol la actual presidenta madrileña ha mantenido el suspense cada vez que es preguntada sobre dónde están sus límites. Descartar cualquier movimiento a estas alturas es arriesgado. Más aún con la experiencia reciente de un partido que hace apenas medio año convulsionó y descabalgó al que fue su primer líder elegido por primarias. Aparte de las acusaciones de corrupción a Ayuso con las que cavó su tumba política, en el caso de Pablo Casado también se dirimía cuántas oportunidades iba a tener de presentarse a unas generales. Esa duda fue resuelta en una operación en que participaron no solo Ayuso, también los barones más aclamados del partido entonces, Feijóo y el líder andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla.
Consciente de la guerra interna que vivió su antecesor, Feijóo fue el primero en mover ficha nada más ser aclamado como nuevo líder, el pasado mes de abril, y nombró una dirección para achicar el espacio a Ayuso. Feijóo ha tejido una alianza política con su, además, amigo Juan Manuel Moreno: Galicia y Andalucía se reparten el poder orgánico y a cambio dejan a la presidenta madrileña el control total de su región, algo a lo que se oponía Casado. El plan era que estuviese ocupada en montar una organización a su medida y se apartase de la política nacional. Su tirón entre los medios y el electorado más conservador de Madrid serviría además para reportarle unos votos muy necesarios para el PP y cortar la sangría hacia Vox.
El plan funcionó unas semanas. Feijóo y Ayuso se dejaron ver durante la primavera en diferentes actos en los que mostraron sintonía estratégica, aunque no personal ni política. Son diferentes, lo saben y la dirección nacional lo veía como una una oportunidad para abarcar a un electorado más amplio.
Pero a medida que fueron pasando los meses, la distancia entre ambos líderes se acrecentó. Primero con mensajes que sonaban a advertencia. “Somos una retaguardia, un equipo de soldados que te vamos a acompañar en este momento crítico. Pero un equipo que tiene poca paciencia para las tonterías, poco aguante para las imposiciones”, dijo Ayuso en su presencia durante un acto en Madrid cuando ni él ni ella eran, todavía, líderes de sus respectivas organizaciones y Feijóo recorría España para legitimarse ante un partido donde eligieron los barones. Después, Ayuso se posicionó contra cualquier tentación de acuerdo con Pedro Sánchez: “Si no somos una oposición real al desastre, nos iremos todos por el barranco. Y yo me niego”.
Las aguas estuvieron calmadas hasta bien entrada la primavera. En el congreso del PP de Madrid él marcó su perfil económico y ella azuzó la batalla cultural. “El PP ha de dejar su sello, el de sus convicciones e ideas en la construcción y la defensa de la realidad”, dijo ella. Una frase relevante ante lo que estaba por venir durante el verano.
La guerra de Ucrania, como la pandemia hace dos años, ha trastocado todos los planes de los países occidentales, que anticipaban ya una recuperación económica que se ha visto lastrada por la invasión rusa y el encarecimiento de la energía. Los dogmas neoliberales, esas “convicciones” que defendía Ayuso, son ahora y a diferencia de lo que sucedió tras la crisis financiera de 2008 desechados en todo el continente. La Europa actual promueve el ahorro energético, el Gobierno de coalición lo convierte en real decreto ley y Ayuso vio su oportunidad de volver a crecer políticamente como contrapunto a Sánchez.
La presidenta madrileña se opuso con vehemencia al plan de ahorro, por mucho que estuviera avalado por liberales y conservadores en Bruselas. Feijóo lo hizo al principio con la boca pequeña, consciente de que algunas de las medidas del plan Sánchez las había planteado él mismo unas semanas atrás. Pero Ayuso acabó arrastrando a su jefe de filas a la confrontación total con el Gobierno, pese a que desde la UE se avisaba sobre los riesgos de un invierno sin gas ruso.
La dirección nacional se apresuró a negar que existiera “ningún tipo de conflicto entre Feijóo y Ayuso”. Pero las discrepancias entre ambos a cuenta de la crisis energética se han hecho más patentes en los últimos días. O, más bien, las ha hecho evidentes la presidenta madrileña. Ha sido ella, en su cruzada fiscal, quien ha criticado abiertamente el plan energético impulsado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, que incluye una tasa a las eléctricas que había defendido el líder del PP. “Me parecen [estas medidas] un tremendo error, porque no van al problema de fondo y lo único que hacen es, al final, repercutir en el bolsillo de los ciudadanos”, dijo sin medias tintas.
Von der Leyen es una de las dirigentes del PP Europeo más destacada, especialmente con el partido en retroceso en países tan importantes como Alemania, Portugal, Francia o, más recientemente, Italia.
No ha sido este el único tema en el que han chocado. Preguntada sobre las discrepancias entre ambos, Ayuso no las negó pero aseguró que eran “las mínimas” y en “matices”. A continuación dejó otra frase de las suyas y advirtió que ella no es “un producto de marketing ni una veleta que va buscando el mensaje según el momento”. Es decir, que ella no va a cambiar su discurso en función de lo que le digan desde Génova. “Me hace gracia cuando me intentan cambiar el rumbo y la forma de pensar de una u otra manera por que haya habido cambios en el PP”, insistió durante una entrevista en Cope. Y recordó: “Yo ya estaba aquí”. Una sentencia donde “aquí” es la Presidencia de una Comunidad Autónoma, que para un sector del PP es la más importante, por encima de Galicia, donde Feijóo ha estado gobernando con mayoría absoluta estos últimos 13 años y de Andalucía, donde ahora lo hace Moreno Bonilla.
Plantón en Toledo… y en el Palace
El lunes 19 de septiembre, en una entrevista en esRadio con Federico Jiménez Losantos, uno de sus principales aliados mediáticos, le preguntaban sobre la manifestación en Catalunya por el 25% de las clases en español, a la que acudió la número dos del PP, Cuca Gamarra. Feijóo había defendido la convivencia cordial entre el español y el catalán, algo que no había gustado a los tertulianos habituales. Ayuso, menos cordial en sus batallas, corrió a interpretar las palabras de su jefe de partido. “Entiendo lo que quiere decir y es también que muchos independentistas utilizan el simple hecho de reclamar el cumplimiento de la Constitución en Catalunya como un ataque directo al catalán. Lo que dice el presidente Feijóo es el derecho a poder utilizar libremente las dos lenguas y el decir esa convivencia, pero él no está en ningún caso diciéndolo en detrimento del español”, aseguró.
Esa entrevista se produjo el mismo día que Moreno se presentó en el hotel Palace de Madrid para anunciar una rebaja fiscal que ha eliminado definitivamente el Impuesto de Patrimonio. Feijóo hizo de telonero del presidente andaluz ante una destacada audiencia de empresarios y políticos entre los que no estaba Ayuso. La excusa dada fue, precisamente, su presencia en esRadio.
La idea fue aplaudida por Ayuso, y Moreno puso como ejemplo la política fiscal madrileña. Pero la ausencia de la presidenta no fue más que el epílogo de un fin de semana en el que se autoexcluyó de buena parte de la Interparlamentaria que el PP celebró en Toledo para lanzar la precampaña de las autonómicas de mayo del año que viene. Un evento en el que ella tenía encargado dirigir una de las mesas a puerta cerrada que sirven para que la dirección nacional marque las líneas generales que diputados autonómicos, estatales y europeos deben seguir.
A Ayuso le tocaba hablar de economía, pero no lo hizo. Tras un breve discurso ante el Plenario en el que se salió del guion previsto y se lanzó al ataque contra Pedro Sánchez, la presidenta regional se volvió a Madrid. No solo no presidió la mesa que le correspondía, tampoco se quedó a la comida que Feijóo celebró con los principales dirigentes del PP y a la que estaba invitada.
Al día siguiente regresó a Toledo con su entrevista en La Razón debajo del brazo, asistió al discurso final de Feijóo y se volvió a Madrid. Tras lo ocurrido en esos pocos días se entendió mucho mejor por qué el presidente del PP había hecho el viernes anterior un alegato en favor de la unidad del partido ante la Junta Directiva del partido en Murcia.
El lunes, mientras Moreno le robaba la bandera fiscal, lanzó con Jiménez Losantos un mensaje que excede sus competencias: “El Partido Popular tiene que ser claro. Si no lo está siendo lo suficiente, tendrá que repetirlo y dejarlo así de nítido, pero desde luego es nuestra obligación cumplir las sentencias judiciales y la Constitución en Catalunya”, aseguró antes de confirmar su “absoluta confianza” en Feijóo. “Está cumpliendo el 100% de todo lo que está comprometiéndose a hacer y a decir”, afirmó para pedir por él un voto de confianza: “Hay que darle un margen, una tregua a una persona que lleva cinco meses al frente del partido”.
Sin embargo, en algunos asuntos parece ser ella quien no da tregua. Ayuso comenzó el curso enmendando la política del PP sobre el aborto. Feijóo mantiene ante el Constitucional el recurso que presentó el exministro conservador Federico Trillo en 2010 contra la ley de Zapatero que eliminaba el consentimiento paterno en el caso de las menores de 16 y 17. En 2015, Mariano Rajoy recuperó ese requisito, que la reforma del Gobierno de coalición plantea tumbar. “Que su hija haga lo que quiera”, afirmó contra la posición oficial del partido.
En la cúpula del PP es vox populi que el anuncio de Moreno Bonilla estaba pactado con Feijóo y muchos lo interpretan como una forma de evitar que sea Ayuso quien capitalice el mensaje de las bajadas de impuestos en el partido.
“Quiero que cuando el PP llegue a la Moncloa…”
Este lunes, Ayuso ha vuelto a poner deberes a su presidente nacional. “Quiero que cuando el Partido Popular llegue a la Moncloa no solo se centre en gestionar y arreglar el desaguisado económico, que lo hará; que haga una reducción drástica del gasto público, de los impuestos y que flexibilice el mercado, que erradique toda política sectaria que solo divide”, reclamó en un encuentro organizado por el periódico El Mundo, en el que apenas mencionó en un par de ocasiones a Feijóo.
El presidente del PP le devolvió el plantón de la semana anterior y no asistió a un evento en el que, por otro lado, no tenía más participación prevista que la de aplaudir a Ayuso y salir en las fotos con ella.
“Hay que defender un modo de ver la vida, que une en realidad a todos los ciudadanos, a la inmensa mayoría de los ciudadanos, que están ahora mismo presos de intereses sectarios y de odiadores profesionales de España. Y eso hay que corregirlo con todas las leyes sectarias que han dividido a los ciudadanos y que se están escorando a la izquierda y la ultraizquierda para que cuando ahora llegue el PP a las instituciones, que es lo que va a suceder, no tenga margen para corregirlo”, insistió la madrileña.
En la misma intervención, Ayuso reclamó “muchas reformas y proyectos políticos” y pidió “fomentar la hispanidad”. “Nuestra mayor obra como país y que hemos abandonado a lo largo de las décadas y que lo pagaremos en un mundo cada vez más globalizado, en el que Asia no para quieta y Europa se mira a sí misma sin darse cuenta de que tiene problemas específicos”. Precisamente, la bandera de la hispanidad es una de las que la presidenta ondea con mayor vehemencia, mientras Feijóo está más centrado en esa gestión que ella considera una tarea menor.
Unas horas después, el presidente del PP defendía que “gestionar requiere preparación, dedicación y experiencia” y aseguraba ante el Comité Ejecutivo Nacional del partido que “la frivolidad no es buena. La política es algo serio y complejo, necesita dedicación y estudio”. Otro de esos mensajes en clave que acostumbra a enviar el presidente gallego y que según el público pueden entenderse como dirigidos a Sánchez o a la propia presidenta madrileña. Díaz Ayuso no acudió a esa reunión porque tenía en su agenda la apertura del curso académico de las universidades españolas, a la que acudía el rey Felipe VI.
Pese a los mensajes que envía Feijóo, Ayuso, flanqueda por un sector de la prensa madrileña, ha decidido no arredrarse ante el líder. Y avisa de que seguirá dando todas las batallas: “Yo hablo del discurso nacional porque Madrid va de lo local a lo universal”. Feijóo mira de reojo y sigue construyendo un partido en el que Ayuso pinta entre poco y nada en las estructuras donde Andalucía y Galicia se reparten todo el poder orgánico.