El coleccionismo profascista se autocensura en la feria No sólo Militaria
Algunos expositores deciden tapar los símbolos nazis y fascistas tras el escándalo de Quijorna y el asalto de la librería Blanquerna
“Solo vendo por coleccionismo”, se lee subrayado en el folio. La hoja pende de una vitrina con antigüedades bélicas alemanas en la feria No sólo Militaria, celebrada este fin de semana en el Pabellón de Convenciones de la Casa de Campo de Madrid. Tras el cristal se ve una gorra de oficial nazi. La esvástica está tapada con cinta americana. También la cara de Hitler en la portada de un ejemplar de Mein Kämpf está cubierta.
“Eso es porque son unos tocapelotas, hay que tapar la esvástica, las caras... no se puede hacer nada, parece que no se puede hablar. Estamos como en tiempos de Franco, como ellos se quejan. Lo prohíben todo”, comenta el dependiente, un alemán afincado en Málaga. Desde el mostrador de al lado, un cliente interviene esporádicamente: “Con Franco se prohibía menos”, dice mientras finaliza su compra. La cruz gamada impresa en un montón de cascos de otro de los expositores también está cubierta con celo.
La feria del coleccionismo militar, organizada por la Fundación Don Rodrigo, se ha autocensurado después del evento celebrado el pasado septiembre en un colegio público de Quijorna, en el que se exhibían símbolos nazis y que motivó que se abriera una investigación judicial por un delito de discriminación y odio. La fundación fue uno de sus organizadores.
La cautela entre los coleccionistas, centrados en el periodo nazi, no abarca sin embargo lo que tiene que ver con el fascismo español. Multitud del centenar de puestos muestra el yugo y las flechas de la Falange, banderas preconstitucionales, parches, imágenes de Franco y literatura variada sobre el régimen que eluden cualquier tipo de pudor.
Los asistentes se interesan sobre todo por piezas originales, cartucheras, prendas, condecoraciones y miniaturas. Entre los puestos deambula también alguno de los soldados con los que el Ministerio de Defensa contribuye en la feria, además de con un par de vehículos, sin que la parafernalia de apología a la dictadura represente ningún problema. Edición tras edición, el fascismo español permanece, aunque en está última edición sin tanta ostentación.
En el centro del recinto, una gran cola de visitantes espera junto a la exhibición de las asociaciones de recreación histórica. Varios vehículos del Ejército alemán, cada uno custodiado por un miembro de la asociación perfectamente uniformado. “¿Qué haces sentado? Un soldado de las SS nunca se sentaba”, le espeta uno de los vendedores a uno de los uniformados que se toma un descanso.
La posición principal está comandada por un tanque norteamericano con soldados alemanes. Un gran número de familias espera con sus hijos a hacerse una foto en el tanque con un euro como donativo. Otros posan junto a los uniformados. Entre compra y venta se escuchan conversaciones sobre la actualidad como la suspensión de la doctrina Parot. El ambiente general es lúdico y familiar, extrañamente inocuo estando rodeado de objetos relacionados con uno de los períodos más terribles de la historia, en el que los libros sobre las divisiones nazis no incluyen los horrores que causaron y la figura de los soldados se ve sin hoja de servicio.
El evento, de carácter semestral y del que se celebra su decimoséptima edición, cuenta con cierto reconocimiento de las instituciones. La participación de Defensa ha sido continuada en sus últimas ediciones y publicitadas desde la web oficial del Ministerio, cosa que no ha ocurrida con la última. La feria se celebra en un espacio del Ayuntamiento de Madrid, gestionado por Madrid Espacios y Congresos, que ya acogió la anterior el pasado junio. La entrada a la feria, cinco euros, se anuncia como donativo a la Fundación y el evento está concurrido hasta el final. Los expositores se retiran, se enrollan banderas y las imágenes de la dictadura y el nazismo censurado que no han encontrado dueño se guardan hasta la próxima cita.