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La crisis de la socialdemocracia: ¿qué crisis?

Ignacio Urquizu

Es difícil saber en qué momento se comenzó a hablar en los últimos años sobre la crisis de la socialdemocracia. Para algunos, el punto de partida es la publicación del libro de Tony Judt, Algo va mal, que recoge una conferencia pronunciada por el autor en 2009. Este ensayo ha tenido un gran impacto en el debate público actual. En cada una de sus páginas denuncia los modelos social, económico y político que nos han llevado a la situación que vivimos estos días. Al final del texto invita a las actuales generaciones a luchar por aquellos ideales que siempre habían iluminado a la socialdemocracia. Se trata, por lo tanto, de recuperar unos valores que la izquierda parece haber perdido.

Otros, en cambio, situarán el punto de partida de la supuesta crisis de la izquierda en las elecciones europeas de 2009. Los resultados electorales pusieron de manifiesto que la socialdemocracia tenía un problema. No solo el Partido Popular Europeo superó en 14 puntos porcentuales y 103 escaños al Partido Socialista Europeo, sino que además “de los nueve Gobiernos progresistas, ocho sufrieron una derrota en las urnas –88,9 por ciento–, mientras que entre los 18 conservadores solo cinco [fueron] superados por la oposición –27,7 por ciento– ”(Urquizu, 2009: 55). Por lo tanto, la derrota electoral sufrida por la izquierda europea fue muy dura.

Sea cual sea el punto de partida de este debate, lo cierto es que en los últimos años la crisis de la socialdemocracia se ha convertido en un argumento muy repetido en numerosos foros. Pero si echamos la vista atrás, la verdad es que no es la primera vez que se habla de ella. De hecho, si hay una constante a lo largo de la historia de la izquierda, es su capacidad para hacerse autocríticas muy severas.

En 1875, en el Congreso de Gotha, la Asociación General de Trabajadores alemanes, dirigidos por Ferdinand Lassalle, se unió con los marxistas del Partido Obrero Socialdemócrata, creando el Partido Obrero Socialista de Alemania. Una vez que Karl Marx tuvo conocimiento de los principios ideológicos acordados, se dirigió de esta forma a sus compañeros: “tengo el deber de no reconocer, ni siquiera mediante el silencio diplomático, un programa que es, en mi convicción, absolutamente inadmisible y desmoralizador para el partido” (Marx y Engels, 2004: 21). Engels no tenía mejores palabras para sus compañeros. En una carta dirigida a August Bebel decía: “habría que criticar casi cada palabra de este programa, redactado además sin jugo ni brío. Hasta tal punto que, caso de ser aprobado, Marx y yo jamás podríamos militar en el nuevo partido erigido sobre esta base y tendríamos que meditar seriamente qué actitud habríamos de adoptar frente a él, incluso públicamente [...] yo estoy convencido de que la unión hecha sobre esta base no durará ni un año” (Marx y Engles, 2004: 52-53). Si se revisa la correspondencia de Marx y Engels en aquellos años, se observa la dureza con la que se critican los programas ideológicos de la socialdemocracia alemana. Hay un argumento que se repite constantemente en sus textos: el principal partido de la clase obrera que hay en esos momentos en Europa ha abandonado la idea original del marxismo.

Años más tarde, en 1916, Rosa Luxemburgo escribe un ensayo que lleva por nombre La crisis de la socialdemocracia. ¿Qué origina esta crisis para la autora? El 4 de agosto de 1914 el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) aprueba los créditos especiales para la Primera Guerra Mundial. Para los defensores de los principios fundadores de la izquierda, esta decisión era una traición: se abandonaba el internacionalismo del movimiento obrero, dando prioridad a los intereses nacionales de la burguesía. Rosa Luxemburgo lo resumía así:

“Hasta en las cuestiones de la lucha contra el militarismo y la guerra siempre era decisiva la opinión de la socialdemocracia alemana. ”Para nosotros, alemanes, esto es inaceptable“, esto bastaba, por lo general, para determinar la orientación de la Internacional [...] ¿Y qué presenciamos en Alemania cuando llegó la gran prueba histórica? La caída más profunda, del desmoronamiento más gigantesco. En ninguna parte la organización del proletariado se ha puesto tan completamente al servicio del imperialismo, en ninguna parte se soporta con menos oposición el estado de sitio, en ninguna parte está la prensa tan amordazada, la opinión pública tan sofocada y la lucha de clases, económica y política de la clase obrera, tan abandonada como en Alemania” (Rosa Luxemburgo, 2006: 10-11).

Pero no es necesario remontarse a tiempos tan lejanos para encontrar continuos debates sobre por qué la izquierda abandona sus principios fundacionales. En 1979, los laboristas británicos abandonaron el Gobierno tras el invierno del descontento. Las bases de apoyo de la izquierda británica cuestionaban duramente la política económica seguida por el ejecutivo laborista de James Callaghan, convocando numerosas huelgas. El resultado fue la victoria conservadora de Margaret Thatcher y 18 años de oposición. La izquierda británica recuperó el poder en 1997 de la mano de Tony Blair.

Por aquellas fechas, una suerte parecida corrió el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). La dimisión de Helmut Schmidt en 1982 fue recibida por parte de su partido con alivio. Las políticas de ajuste que tuvo que adoptar el producto del enorme aumento del déficit no fueron bien recibidas por una parte del SPD. De nuevo, el resultado final fue 16 años de oposición y la vuelta al Gobierno bajo el liderazgo de Gerhard Schröder.

En ambos casos, las travesías en el desierto se interpretaron como la oportunidad de recuperar las esencias del socialismo. Pero, paradójicamente, tanto laboristas británicos como socialdemócratas alemanes acabaron en brazos de dos proyectos políticos de escaso contenido ideológico: la Tercera Vía y el Nuevo Centro.

En definitiva, cuando uno echa la mirada atrás, observa en la historia de la izquierda un continuo debate sobre la recuperación de las esencias y la renovación de las ideas. Hay ocasiones en las que a esta discusión se le llama crisis, pero no deja de ser un debate ideológico. Es decir, si algo define a los principios programáticos de la socialdemocracia es su capacidad de adaptarse a las circunstancias. Para algunos, esta adaptación era una traición, para otros, una modernización. Pero, al margen de opiniones y valoraciones, nos podemos preguntar: ¿por qué la izquierda cambia? O ¿por qué hay diferencias entre los distintos partidos socialdemócratas? Quizá, si entendemos el cambio de las ideas, podamos huir de algunos conceptos como crisis o refundación.

El objetivo de este libro es analizar estas cuestiones. Para ello, se estudiará cómo la izquierda ha cambiado sus propuestas programáticas a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI, prestando especial atención a los factores que explican estos cambios. Pero este texto se aleja completamente de dos enfoques muy frecuentes en la literatura: una visión normativa y la perspectiva histórica. En cambio, se abordará la principal cuestión del libro desde la teoría política positiva.

Los textos normativos hacen especial énfasis en cómo debería ser el mundo, estableciendo juicios de valor. Por su lado, las obras históricas abordan el relato de los acontecimientos, sin entrar a construir teorías que los expliquen. La teoría política positiva, en cambio, estudia un acontecimiento prestando especial atención a las decisiones de sus protagonistas dentro de un marco institucional (Alt y Shepsle, 1990). Por lo tanto, en las explicaciones que se elaboren en esta obra habrá dos partes fundamentes: los actores y las instituciones.

Esto no significa que los acontecimientos históricos no sean relevantes. De hecho, la presentación de datos que corroboren muchas de las ideas que aquí se desarrollarán, será fundamental. Pero es una visión distinta a muchos de los trabajos que podemos encontrar sobre socialdemocracia.

La estructura del libro es la siguiente. En el primer capítulo, analizaré la evolución ideológica de la izquierda en su conjunto, prestando atención a su moderación a lo largo de los años. Partiendo de los trabajos ya existentes, veremos dos cosas. Por un lado, hasta qué punto es cierto que la izquierda es más moderada que hace 60 años y, por otro, qué factores explican este viaje hacia el centro ideológico.

El capítulo siguiente se centrará en su dimensión más económica. Cómo ha cambiado el programa económico de la socialdemocracia y qué explica estos cambios serán algunas de las cuestiones que se analizarán. Y, finalmente, el capítulo tercero responderá a preguntas muy similares, pero en este caso relacionados con el Estado del bienestar.

En definitiva, se trata de abordar la evolución programática de la izquierda tanto desde una visión muy general como desde dos de sus cuestiones más relevantes: las propuestas económicas y su visión del bienestar. Seguramente, algún lector eche de menos otras materias relevantes de la socialdemocracia, como pueden ser sus propuestas sobre la democracia o sobre las relaciones internacionales. Puesto que uno de los objetivos prioritarios es poder realizar un análisis empírico de la evolución ideológica de la izquierda, los datos que aquí se van a utilizar, lamentablemente, no incluyen indicadores sobre estas cuestiones. Por ello, se queda para trabajos posteriores analizar este tipo de cuestiones.

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