Los más ruidosos, cacerola en mano, sin distancia de seguridad y gritando el acostumbrado eslogan de “Gobierno dimisión”, han querido convertir el acto de homenaje a las víctimas de la pandemia, celebrado esta mañana en el Palacio Real, en una protesta contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez y el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias.
Sin embargo, entre las banderas de España, los pines de Vox y las vivas al rey, también ha habido muchos que se han acercado para recordar a los muertos. “Esto es para homenajear a las víctimas del COVID, no para hacer propaganda política, me parece muy mal”, afirmaba contundente Gabriel, de 12 años, cuyo abuelo falleció por el virus.
Una avalancha de gritos interrumpía sus palabras. En ese momento comenzaba a hablar Felipe VI y en el exterior, los asistentes, reconvertidos en manifestantes, izaban más alto sus pancartas y estandartes o trataban de colocarse en las primeras filas, como en el caso de una señora que llevaba la bandera como vestido, con dos tirantes y un crespón de luto como broche.
“Con la que está cayendo y la gente diciendo viva el rey, venimos a conmemorar a las víctimas”, se enfadaba en voz baja Eli, de 62 años, que también se ha acercado a las inmediaciones del Palacio Real. “Son cuatro gatos que tienen la nostalgia del franquismo”, sentenciaba.
Preguntados por los escándalos de corrupción que acorralan al rey emérito, Mariano, temerario de 80 años que no se pierde ninguna aglomeración —trató de entrar en la misa celebrada por la Conferencia Episcopal, lo que él considera el “verdadero acto” por las víctimas—, dice que eso es mejor dejarlo en manos de la Justicia.
Y Antonio, de 62 años, que se hizo una camiseta a medida con las palabras “Gobierno dimisión” y cuya principal razón para acudir esta mañana era mostrar su apoyo al monarca, aunque ha dudado en un primer momento ha terminado por echarle las culpas de todo a Iglesias, quien, según él, manda más que Sánchez y “es un republicano total”.
Así las cosas en la calle, dentro avanzaba el homenaje civil, breve y con una amplia presencia de líderes europeos —“Hay más políticos que españoles”, decía sobre esto la mujer disfrazada de bandera—. Con un amplio despliegue policial y la Plaza de la Armería cerrada e inundada de furgonetas de prensa, pasadas las diez de la mañana el cerca de medio centenar de personas que han acudido a los Jardines de Lepanto han comenzado a marcharse.
Los más ruidosos, de nuevo, han alargado el tumulto. Antonio ha sacado una olla pequeña y una cuchara de su mochila, y Rosa, también de 62 años, unos altavoces en los que ha reproducido el sonido metálico de las caceroladas. Salían los coches oficiales por la Puerta del Príncipe y el grupo aplaudía o abucheaba en función de quiénes fueran sus ocupantes.
No ha faltado el cartel acusando al Partido Comunista Chino de crear el virus, los panfletos que auguran la destrucción de España en manos del comunismo, y hasta una pancarta por el cierre de Nissan, que ha sacado Martín, de 84 años y superviviente de la Covid-19, después de repartir papelitos plastificados con un lazo negro de luto que había impreso y preparado en su casa.
Víctor se ha marchado a casa con mal sabor de boca. “La banderita, la banderita de España”, repite en todas las manifestaciones o actos de la derecha, donde trata de sacarse unas monedas vendiendo el atrezo necesario para estas convocatorias. “No debería ser así, esto es un momento de unión, es un sentido moral”, reivindicaban Fede y Sergio, valencianos de 18 años que han venido a Madrid después de hacer la selectividad, “estamos aquí por recordar a las personas que han muerto, en estos momentos necesitamos apoyo mutuo”.