Las discrepancias de los barones, la guerra de Vox y el tono de oposición al Gobierno ponen a prueba el giro al centro de Casado

Iñigo Aduriz

1 de noviembre de 2020 21:44 h

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El giro al centro que la dirección del Partido Popular anunció tras el “punto de inflexión” que para Génova 13 supuso el 'no' de la formación conservadora a la moción de censura de Vox chocó en la última semana con la durísima labor de oposición al Gobierno que está tratando de elaborar Pablo Casado ante la segunda oleada de la pandemia. A ello se han sumado las diferentes estrategias con las que los presidentes autonómicos del partido afrontan la segunda oleada de la pandemia que, en el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso –una de las principales apuestas de Casado y cuya gestión el líder del PP asume como propia–, trata de colocar en primer plano la defensa de la actividad económica, a costa incluso de aparcar medidas para la contención de la pandemia, postulados políticos que también enarbola la extrema derecha.

Frente al discurso de “partido de Estado”, abierto al diálogo y pactista que, según la lectura interna del propio PP, pronunció Casado durante la moción de Vox del 22 de octubre, en los últimos días el líder de los populares ha vuelto a lanzar nuevas acusaciones sobre el supuesto autoritarismo y la falta de legitimidad del equipo de Pedro Sánchez, por el estado de alarma de seis meses que propuso el presidente del Gobierno el pasado domingo y que fue respaldado el jueves por una amplia mayoría del Congreso.

Con durísimas acusaciones contra el Gobierno, el PP optó por la abstención después de que Moncloa rechazara su propuesta de limitar la excepcionalidad a solo ocho semanas, y de que los populares no consideraran suficiente la solución intermedia que les planteó Sánchez el miércoles, durante la sesión de control al Ejecutivo. Esta alternativa pasaba por que el estado de alarma pudiera finalizar en cuatro meses si así lo acordaba el Consejo Interterritorial de Salud que reúne a los consejeros de sanidad de las 17 comunidades autónomas.

En el Pleno del miércoles, Casado tildó de “cacicada” la aprobación por parte del Gobierno de un estado de alarma de seis meses “sin control judicial ni parlamentario” y que “desborda el Estado de Derecho”. “Ha tropezado dos veces con la misma piedra, pero en vez de rectificar, ser humilde y dejarse ayudar, arremete contra todos”, le dijo a Sánchez, a quien reclamó que abandone el “cesarismo del ordeno y mando”.

“Abandone la radicalidad y escuche menos a la extrema izquierda. Mi mano sigue tendida, por mí no quedara”, expresó el líder del PP una semana después de rechazar la moción de censura de Vox, que fue interpretado en el Gobierno como la apertura de una puerta para llegar a acuerdos, como la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en situación de interinidad desde 2018 precisamente por el bloqueo de la dirección de los populares.

Sin avances para la renovación del Poder Judicial

En la última semana Casado no se ha movido en cambio un ápice de su negativa a negociar dicha renovación si no se cumplen sus tres condiciones: que PSOE y Unidas Podemos retiren la propuesta de reforma para reducir la mayoría necesaria para renovar el máximo órgano de los jueces (formalmente aparcada), que la coalición que lidera Pablo Iglesias ni participe ni condicione las conversaciones entre populares y socialistas, y que Sánchez se abra a aceptar la “despolitización” de la Justicia.

El jueves, durante el debate de la prórroga de la alarma, el líder del PP endureció su discurso contra el Gobierno. Casado cargó contra la “imprevisión, la incompetencia y los engaños” del Ejecutivo, al que acusó de “querer gobernar a golpe de decreto, sin contrapeso legislativo, sin control judicial” y de tratar de perpetrer un “atropello legal” por la alarma de seis meses, avalada finalmente por el Parlamento. “Les gusta gobernar como quieren porque gobiernan muy mal y porque la eficacia se ha visto demostrada en el número de contagios y de fallecidos en esta pandemia”, señaló Casado, volviendo a responsabilizar al Ejecutivo de los muertos por coronavirus.

“A lo mejor les gusta mucho gobernar en la excepcionalidad constitucional en la que aprovechan para meter a Pablo Iglesias en el CNI, cesar a generales de la Guardia Civil, o para no tener que concursar en esos contratos públicos en los que, por cierto, a ver si explica las comisiones que se han dado al entorno del PSC para comprar material defectuoso y test falsos”, añadió.

A la estrategia de la dirección del PP para presentarse como una fuerza moderada que atraiga a nuevos votantes –fugados a Ciudadanos e incluso “descontentos” con el PSOE–, tampoco ha contribuido la falta de unidad manifestada por los presidentes autonómicos del partido a la hora de afrontar la emergencia sanitaria, sobre todo por la actitud de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que en medio de una caótica gestión se ha erigido en el principal contrapunto del Ejecutivo progresista, negándose a adoptar restricciones que sí han aprobado sus colegas de otras comunidades, con un discurso similar al de la extrema derecha que pide priorizar la economía a la salud pública.

El giro de Feijóo

A ella se sumó esta semana el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, considerado hasta ahora como el principal dirigente del ala moderada del partido que, a diferencia de otros presidentes autonómicos del PP que celebraron y acataron la aplicación del estado de alarma, se mostró muy crítico con la decisión del Gobierno, refrendada por una holgada mayoría parlamentaria. Madrid y Galicia fueron las comunidades del PP más reticentes a decretar cierres perimetrales de sus autonomías para frenar la expansión del virus, aunque finalmente Ayuso accedió el jueves a cerrar la región aunque solo durante los días de puente –y no durante 15 días como la mayoría de las comunidades autónomas–, y Feijóo adoptó el viernes una medida aún más laxa, limitando el cierre a las siete principales ciudades gallegas y también solo hasta el lunes, festivo en ambas comunidades.

En paralelo a esta postura de Ayuso y Feijóo, el líder del PP defendía esta semana una posición contradictoria a la de dos de sus principales barones contrarios a los cierres alabando la gestión del presidente francés, Emmanuel Macron, cuya principal medida frente al virus ha sido decretar un confinamiento total de la población.

Además de los problemas internos que generó el rechazo a la moción de Vox, con un nuevo sector encabezado por la exportavoz parlamentaria Cayetana Álvarez de Toledo que criticó a la dirección de su partido por no abstenerse, Casado afronta ahora los ataques del partido de Santiago Abascal y sus terminales mediáticas que, en una suerte de guerra psicológica, han empezado a situar al PP dentro de la órbita del Gobierno “social comunista” por su 'no' a la moción de censura, tratando así de desplazarlo como la fuerza hegemónica de la derecha española.

En su discurso del jueves, durante el debate de la prórroga del estado de alarma en el Congreso, Abascal repartió sus críticas entre el Gobierno y el Partido Popular, denunciando la “tiranía” del Ejecutivo y a la vez acusando al líder de los populares, Pablo Casado, de “servil oposición” con su abstención. “Hay más oposición ahí fuera que en sus palabras”, le afeó el líder de Vox al del PP, recordando las declaraciones del expresidente Felipe González criticando el estado de alarma.

Casado, un “traidor” para la extrema derecha

A esa guerra de Vox contra el PP se han sumado medios de comunicación afines a la formación de extrema derecha y algunos de los tertulianos que acuden a los programas de debate, que han cargado contra la estrategia de Casado llamándole “traidor” y “mentiroso” y defendiendo a Santiago Abascal.

Quien más ha arremetido contra Casado ha sido el periodista Federico Jiménez Losantos, de Libertad Digital, que ha atribuido a la FAES de José María Aznar el discurso del líder del PP: “La estrategia, típica del peor Aznar, el de la mayoría absoluta, no es, pues, reagrupar la derecha, sino destruir a los dos partidos que flanquean al PP, tarea más fácil que derrotar a la Izquierda en el Poder”, escribió Losantos esta semana.

“Aparentemente, la operación es sencilla: si Ciudadanos está medio destruido y Vox aún no asentado, hay que destruir a Vox con la ayuda de la izquierda política y el sector mediático maricomplejines. Y el votante de Vox, de poca cabeza pero buenos sentimientos, volverá al voto útil, que es el PP. A los indignados mediáticos, los pocos que quedan, ya se les pasará. Nosotros, a la Sexta”, añadió el periodista que, a renglón seguido, iba a más allá y sentenciaba: “Para que la izquierda creyera que la apuesta de Casado contra Vox va en serio, debía dar la prueba de sangre del que entra en la mafia: matar a un amigo, signo de obediencia a la Organización. Y Pablo se doctoró en Prisharvard con un tiro en la nuca a su amigo Santi. La verdad: como prueba de sangre, la mafia no podía pedirle más”.

El mensaje de todos estos frentes mediáticos confluye en uno solo: “El PP y Casado han renunciado a ocupar el centro derecha” y se han lanzado en brazos del Gobierno, como Ciudadanos. Por lo tanto, la única oposición “real y verdadera” que queda ahora en el Congreso, según los cargos de la formación de extrema derecha, es Vox.