- El duro discurso pronunciado por Felipe VI el pasado 3 de octubre fue el más polémico de los últimos años y abrió distancia entre Casa Real y el Gobierno de Rajoy
Lo que el rey dice, el Gobierno lo aprueba con días de antelación. En esa premisa se mueve la gestión de los mensajes políticos que lanza el jefe del Estado. Todo se basa en una conexión pactada desde los tiempos de la transición: el Gobierno debe conocer las palabras del monarca antes de ser pronunciadas. No importa si se trata del discurso en una Feria de Turismo o del tradicional mensaje de navidad: todo pasa antes por La Moncloa que debe dar su aprobación.
La Constitución es clara sobre las funciones polítcas del monarca: ninguna sin el Gobierno detrás. Según la Carta Magna, el rey “no está sujeto a responsabilidad”. “Los actos del rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno y, en su caso, por los ministros competentes”, reza el artículo 64 de ese texto. En el artículo 56, la Constitución dice que el monarca es “un símbolo de unidad y permanencia” del Estado y le reserva como funciones primordiales las de “arbitrar y moderar el regular funcionamiento de las instituciones”. Atribuciones genéricas y sin capacidad efectiva para manifestar una opinión política o ejecutiva.
En esa clave tan limitada es en la que se mueven los mensajes emitidos cada navidad por el jefe del Estado. Fuentes conocedoras del modo de cómo se negocian esos textos aseguran que lo habitual es que el Gobierno se limite a pedir variaciones “sobre expresiones” o a “pedir que se incluya alguna referencia a un colectivo concreto”. Las mismas fuentes aseguran que “no se suele pedir cambiar la forma de un discurso”.
Lo que no aclara la Constitución es cuándo habla el rey y quién decide si puede hacerlo. El 3 de octubre de 2017 Felipe VI decidió comparecer ante las cámaras para dar su opinión sobre las consecuencias del 1-O. Avisó al Gobierno y en un durísimo discurso, acusó a la Generalitat de haberse situado “al margen de la democracia”. Las palabras del jefe del Estado supusieron una fractura con el equipo de Rajoy que “dejó hacer”, según señalan fuentes del PP de entonces. Esos días, Felipe VI recibió llamadas desde varios ámbitos, pero mostró firmeza en su decisión de lanzar el mensaje más duro.
Con el paso de los meses, aquel discurso se convirtió en objeto de crítica por parte del mundo independentista, que situó al monarca como la némesis política del Procés. También fue muy criticado en ámbitos de la izquierda. Nunca desde entonces, el rey ha vuelto a mostrar opiniones políticas tan abiertamente y sus discursos, tras el 3 de octubre, han recobrado el tono clásico de llamar a la cordialidad, defender de la Constitución y señalar la bondad de lo que nos une, por encima de lo que nos separa.
El discurso de esta navidad, al igual que los de otros años, fue enviado hace unos días al director del gabinete de la presidencia del Gobierno. En Moncloa no aclaran si han aportado mucho o poco al texto que finalmente ha leído el monarca. Se limitan a asegurar lo siguiente: “Estamos satisfechos”.
A nivel político, el entorno de Pedro Sánchez considera las palabras del rey como “un espaldarazo” a la línea política de su ejecutivo, tendente a buscar diálogo con todos bajo el paraguas constitucional.
Quienes han trabajado sobre los textos de Felipe VI aseguran que el monarca actual tiene una diferencia fundamental con su padre: “Se escribe sus propios discursos”. Quizás por ello, el Gobierno también revisaba los textos del actual rey, cuando era Príncipe de Asturias.
El discurso de esta navidad ha gustado en el entorno del Gobierno. Siete veces repite la palabra “convivencia” y en el Ejecutivo apuntan que esa línea es la que explora Sánchez desde que llegó a La Moncloa.