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Edmundo Bal, el abogado del Estado que aspiró a quedarse con los restos de Ciudadanos, renuncia a la política

Carmen Moraga

21 de abril de 2023 22:25 h

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Edmundo Bal (Huelva, 1967) dejará la política al terminar la legislatura. Así lo ha anunciado este viernes a The Objective, tras confesar que había decidido no presentarse a las primarias para ser el candidato de Ciudadanos a la Presidencia del Gobierno, algo que hace tan solo un mes el aún portavoz adjunto del grupo parlamentario no descartaba. Su decisión, no obstante, no sorprende en estos momentos dada su situación dentro de la formación y el hundimiento que sufre el partido que desde enero dirigen la balear Patricia Guasp y el eurodiputado Adrián Vázquez. El abogado del Estado volverá a ejercer en su plaza, de la que estaba en excedencia voluntaria, y descarta totalmente concurrir a las próximas elecciones generales bajo las siglas de otro partido. Mucho menos en el PP, adonde siempre ha asegurado que “jamás” se iría. “No voy a fichar por ningún partido y no parece que vayamos a tener representación”, ha asegurado en conversación con elDiario.es.

Aunque parece que Edmundo Bal llevaba en Ciudadanos una eternidad, la realidad es que aterrizó en la formación que ahora se denomina “liberal” hace menos de cuatro años de la mano de Albert Rivera, que le fichó a bombo y platillo para las elecciones de abril de 2019 junto a un lote de independientes –sin ser militantes– entre los que figuraba el empresario Marcos de Quinto. Su principal baza fue explotar que había sido una víctima más del 'sanchismo', un papel que el propio Bal recordaba en todos los mítines de campaña, en los que se jactaba y daba todo tipo de detalles de cómo se rebeló ante la decisión del presidente del Gobierno de que la Abogacía del Estado cambiara la acusación de rebelión por la de sedición contra los líderes independentistas catalanes, lo que le llevó a renunciar a su cargo. Fueron unos meses de vino y rosas para Ciudadanos.

Pero en la repetición de las generales, celebradas en diciembre de ese mismo año, el partido se estrelló pasando de 57 a tan solo 10 diputados. Bal no logró revalidar su escaño. La debacle obligó a Rivera a dimitir y esto propició su regreso al Congreso al ser el siguiente de la lista por Madrid.

Una vez que Inés Arrimadas cogió la riendas del partido, Bal se convirtió en su más fiel escudero. La jerezana le metió en su dirección como vicesecretario general y le nombró portavoz adjunto en el Congreso, cargo en el que ya tenía experiencia. La llegada de la pandemia y la decisión de la nueva dirigente de Ciudadanos de pactar con Sánchez los estados de alarma y de intentar negociar los presupuestos generales del Estado abrió la primera gran crisis en su etapa de lideresa. Marcos de Quinto dejó su escaño y todos sus cargos dando un portazo, muy enfadado por el giro de Arrimadas, a la que acusó de entregarse al Gobierno y sus socios.

El fracaso de esa negociación presupuestaria, sin embargo, volvió a situar a Ciudadanos en la casilla de salida y donde había estado con Rivera: junto al PP y en la derecha. Arrimadas y Bal se emplearon a fondo desde entonces en atacar al Gobierno en una dura competición por el 'quién da más'. Su sintonía llegó a ser tal que cuando Isabel Díaz Ayuso decidió repetir las elecciones en Madrid tras el fracaso de la moción de censura en Murcia contra el propio Gobierno de coalición del PP y Ciudadanos, la entonces líder del partido fulminó de un plumazo a Ignacio Aguado y puso como candidato a Bal en un desesperado intento de salvar los muebles en Madrid. El experimento no funcionó a pesar de sus apariciones en moto en los mítines con pantalones de pitillo, un perfil 'marchoso' y juvenil que utilizó en sus spots electorales

Bal se estrelló y no consiguió mantener ni un solo escaño de los 26 que había logrado Aguado en los anteriores comicios. El abogado del Estado terminó aquella incursión electoral con muy mal sabor de boca, dado que estaba convencido de que su figura brillaba lo suficiente como para haber conseguido al menos una mínima representación. Tras aquel fracaso –que se sumaba a los anteriores cosechados en Catalunya y Andalucía y posteriormente en Castilla y León–, Bal volvió al Congreso, un cargo al que no quiso renunciar y en el que confesó que se sentía “muy a gusto”.

Pero su sintonía con Arrimadas se fue deteriorando poco a poco una vez que la líder del partido decidía emprender una huida hacia adelante y, sin asumir ninguna responsabilidad por los fracasos, anunciaba el denominado proceso de “refundación” que culminaría en la celebración de una asamblea extraordinaria en enero para renovar también la dirección. Arrimadas creó un equipo para pilotar ese proceso del que excluyó a Bal. Y ahí ambos empezaron a chocar. El abogado del Estado acusó a la dirección de ocultar información sobre las decisiones que tomaba mientras discrepaba con algunas de ellas, como de que el partido se rigiera en el futuro con una bicefalia. Los roces se fueron sucediendo. Arrimadas, por su parte, le reprochó que no advirtiera de las consecuencias de la ley del 'solo sí es sí' que el grupo apoyó en un principio. Y es en ese momento en el que el abogado del Estado creyó que había llegado su oportunidad de hacerse con las riendas del partido frente a Arrimadas, a la que terminó acusando de ser “un problema” para la formación y de querer seguir controlándolo todo por “la puerta de atrás”, por lo que le pidió que diera un paso a un lado.

Después de intentar cerrar sin éxito una lista de consenso, el pasado mes de diciembre se consumaba la ruptura. Bal declaró la guerra a su compañera y presentaba una lista alternativa para competir por la presidencia de Ciudadanos. El portavoz adjunto en el Congreso abogó por dar un giro a la estrategia del partido para abrirse a pactos “a derecha e izquierda” y no seguir siendo unos “subalternos” del PP. La contienda fue sumamente agria y enconada y acabó con la victoria de la candidatura auspiciada por Arrimadas, que encabezaban Guasp y Vázquez.

Pero las heridas abiertas en ese proceso fueron muy profundas y se trasladaron al grupo parlamentario, en el que la mayoría de los nueve diputados que le quedan al partido apoyaron a Bal. La nueva dirección ha mantenido como portavoz a Arrimadas sin atreverse a remover a Bal, quien teóricamente sigue ejerciendo como 'número dos'. La tensión que se instaló entre ambos les llevó entonces a no dirigirse apenas la palabra. Sin embargo, desde hace algunas semanas la situación ha mejorado. “Me dejan hacer ruedas de prensa, hago intervenciones y me lo paso fenomenal”, confesaba a este diario el miércoles pasado en tono jocoso el abogado del Estado.

Bal admite ahora su “decepción” con lo vivido en ese proceso y no oculta que ya no tiene ganas de librar una nueva batalla por el poder dentro de un partido al que sospecha que le quedan los días contados. Así que abandonará la política en cuanto acabe la legislatura y no repetirá en las listas de las próximas generales previstas para finales de año. No será el único de los actuales diputados que lo hará. De momento, sus planes a corto plazo son correr la media maratón en Madrid, una de sus muchas aficiones junto a las motos y la batería, que sigue tocando, como presumió también en la campaña de las catalanas con una juvenil gorra de rapero.

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